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Se acabó el mes más taurino del año por excelencia y es notorio que ya no es lo que era. Aquellas temporadas en que uno o varios matadores toreaban todos los días, incluso repetían algún día, ya no se producen.
Ni crisis económica ni nada, esto va languideciendo sin encontrar el fondo. Porque no es que se programen menos festejos es que en los que se programan no va nadie.
Ferias de relumbrón de toda la vida, como Bilbao por ejemplo, y da pena ver sus asientos azules vacíos. Ni un lleno se ha conseguido y eso programando con todas las figuras juntas.
A nadie parece importarle la decadencia, nadie cambia el modelo de oferta, a salvo eso de mezclar toreros de a pie y a caballo -que tampoco resultan ni rentables ni interesantes- y poco a poco vamos aceptando como buenas las pobres entradas en todas las plazas y ferias.
Se salva la cita de José Tomás, en esta ocasión en Málaga, pero ese botón no vale de muestra por distintas razones. Incluso cuando comparece el toro de verdad no convoca suficiente público, quizá porque a los carteles les falten nombres conocidos. Esa es quizá la clave, a los toreros ya no los va conociendo la sociedad y a los aficionados o los echaron por falta de compromiso e integridad o se van marchando solitos.
Agosto ya no es lo que era… salvo que nos vayamos a Francia, donde se hacen las cosas de muy distinta manera y la gente acude en masa, allí si llenan, porque les ofrecen lo que piden, incluso exigen los aficionados, que allí si tienen voz y voto a la hora de programar. Toros y toreros son elegidos por ellos y por eso el resultado de la convocatoria es muy diferente.
Francia es el ejemplo pero en España los que manejan el asunto prefieren ignorarlo. Por eso en la madre patria… agosto ya no es lo que era.
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