En los festejos ya celebrados en esta temporada, Valencia y Madrid, así como la próxima feria de Sevilla, se van tomando lecciones que deberían aprenderse.

La pasada feria de Fallas dejó en el aire la sospecha, no por conocida menos evidente, de que se necesitan demasiadas cosas para poner el cartel de lleno en la plaza. No basta con anunciar a Morante o a El Juli, con Perera, Talavante o Finito por ejemplo, no, hacen falta muchas otras cosas.

Allí en Valencia hubo de coincidir la reaparición de El Soro, verdadero artífice del gran lleno, junto a Ponce y la celebración de su 25º aniversario de alternativa y, como tercero, nada mas y nada menos que Manzanares que, se supone, alguien llevaría. Verdaderos equilibrios hay que hacer para llenar una plaza en plenas fiestas, agrupar a todas las figuras, anunciarlo en todas partes, etc. Nada fácil, lo hemos visto.

En Madrid la lección es la contraria. Un domingo de marzo, sin abono cautivo y con la gente huyendo a las playas por iniciarse la Semana Santa, se anuncian toros de las ganaderías que gustan a los aficionados, esos que son los que de verdad aman la fiesta pues aman al toro, y un solo torero y no de relumbrón, Fandiño, para enfrentarse a ellos en solitario y se llena Las Ventas, por supuesto con bastante más aforo que Valencia. Algo que fuera de abono, pero al rebufo de él, sólo consiguió José Tomás hace ocho años.

Sin necesidad de precios especiales en trenes, como suele ofrecerse en Fallas, hasta Madrid llegaron gentes de todas partes al reclamo del cartel que anunciaba algo serio e interesante. Sabemos de gente que vino de Sevilla, Logroño, Alicante, Murcia, de toda la geografía española, pero también de la Francia taurina; hasta Madrid arribaron gentes desde el Perú, Colombia y otros lugares lejanos. Es decir, el anuncio de ese festejo motivó lo suficiente como para sacar las entradas y hasta de hacer las maletas.

Una lección que deberían aprender de inmediato los empresarios. ‘Las figuras son las que llevan gente’ suelen decir, y será su simple y primitiva verdad, pero ha quedado demostrado que es posible, y bueno, programar de forma diferente. En sus manos queda pues en sus manos estamos, pero blanco y en botella.

Otra lección, y no menor, es la alegría que les ha dado a muchos con que la tarde no se saldara con triunfos de toros y torero. Señal de que estaban muy preocupados por si se les rompían los moldes en los que basan su fiesta y la parte del negocio taurino, que es lo único que defienden, no la Fiesta.

Lo de Sevilla genera varias lecciones más. Una, quizá la principal sea que si no hay figuras, porqué el ganado que se anuncia es el que exigen las figuras. La respuesta seguramente sea que ya tenían tomada la decisión para camelar a los citados, pero improvisar es un verbo muy torero y habría valido para no servir platos precocinados, sino de cocina propia.

En resumen: En el estado actual de la fiesta, como en casi todas las tardes, nadie quiere salirse de la rutina. La capacidad de improvisar, con torería, ya no la tienen ni los toreros ni los empresarios.

Lo del Domingo de Ramos en Madrid ahí queda para que aprendan la más sencilla de las lecciones: Primero se programa el toro y después a los valientes que quieran ponerse delante. No hace falta, aunque es apetecible, que se salden con triunfos todas las tardes. Basta con saber que la oferta es buena para que los aficionados vuelvan a vender el colchón como antaño.

Así lo pensamos en OyT.