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Metidos ya en noviembre, todos volvemos nuestras miradas al nuevo continente, América, quien toma el relevo de la Fiesta de los toros.
Una Fiesta que no para, que mantiene una rueda sin fin y que igual que hubo un tiempo que en España no se ponía el sol, de igual modo ahora en la Tauromaquia, nunca se pone el cartel de cerrado.
Tras la reciente sentencia del Tribunal Constitucional que declara nula, e inconstitucional, la ley catalana sobre la prohibición de las corridas de toros en Cataluña, se abren esperanzas pero también el escepticismo ante lo que pueda pasar. Es momento de valientes, en una fiesta en la que de eso no ha faltado nunca, para poner en marcha de nuevo el reloj de los toros en Barcelona.
La decisión no puede demorarse en exceso. Los jueces te dan la razón, pero eres tú, nosotros, quienes tenemos que hacer uso de ese derecho. No hacerlo significaría claudicar, negarnos de hecho lo que querían negarnos de derecho (más bien torcido). La inactividad tendrá todo el valor de la falta de confianza en que sea posible la recuperación de los toros en Cataluña.
Mientras tanto, será América quien nos aporte esa vitalidad tan necesaria para los aficionados. Una cultura que traspasa fronteras y llega a ocupar de forma tan universal todas las hojas del calendario, ni es una fiesta menor ni una cultura a despreciar. Todo lo contrario, le avalan los siglos pasados, pero también el presente con su actividad continuada.
La Fiesta sigue y ha de seguir. Por eso en Cataluña hay que ser diligente y poner ya los próximos carteles en la calle, para gritar con ellos que le vamos a hacer caso a la sentencia del T.C.
La Fiesta sigue. Viva la Fiesta.
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