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Llegadas estas fechas todo cuanto se diga debe ir enfocado a los buenos deseos, a los buenos propósitos. En este 2017, quizá si cabe, con más entusiasmo.
Empezaremos por pedir que los percances, siempre los habrá y debe de haberlos, sean de menor importancia que los que han sucedido en el año precedente.
Pedimos que el toro, sea de una vez por todas, el eje sobre el que se sustenten los méritos de los toreros y no que se fabriquen ad hoc para que el triunfo de los elegidos esté casi asegurado.
Deseamos una Fiesta más rigurosa y menos festiva, tengamos en cuenta que existen reglamentos que cumplir y que toda la Tauromaquia se asienta en valores y ortodoxia que no han de perderse.
Suplicamos que la suerte de varas recobre su sitio y trascendencia. En ella se prueban fuerzas y bravura, ya que sin ellas cuanto sucede se aproxima muchas veces a la pantomima.
Exigimos que los puestos a ocupar por los toreros se basen en la diversidad y principalmente en los méritos que ellos cosechen ante el toro. Que las oportunidades lleguen a todos, jóvenes y menos jóvenes, para que el escalafón no sea una lista ya conformada desde antes de comenzar la temporada.
Ponemos todo nuestro interés en conocer cómo será la programación en Las Ventas, donde la llegada de Simón Casas levanta tantas expectativas para unos como dudas razonables en otros. La Monumental madrileña podría ser una buena base para cambiar vicios, corregir errores y poner de verdad a cada uno en su sitio.
Por último hemos de señalar que si todo esto se cumpliera aumentaría, sin duda, el interés de los aficionados, por lo que en su conjunto ha de convertirse en una exigencia vital.
Feliz y mejorable, en lo taurino y en todo, 2017.
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