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En este febrero está el punto, el kilómetro cero. Ajalvir es el aperitivo, el acercamiento a ese km. 0, y es ahora, en febrero, cuando se inicia la temporada española.
Los sueños, las ilusiones, las esperanzas, dan comienzo ahora para todos. Empresarios, ganaderos, toreros y aficionados deseando que la temporada sea buena. Eso sí, cada uno con distintos objetivos, con distintas expectativas.
Sería bueno que coincidieran pero eso no es, aunque fuera deseable, posible. Unos pensarán en no tener pérdidas o, mejor, en tener beneficios por encima de otras cosas. En ese punto la mayoría de los ganaderos pensarán igual, así como los toreros que están en lo alto del escalafón; otros toreros lo basarán todo en tener oportunidades y los aficionados pensarán, más que ninguno, en el toro, su bravura, su casta.
Curiosa situación. Los aficionados son los que más pendientes están de que sus deseos se cumplan a través del toro. También el arte les atrae, pero primero la integridad del toro, con sus variados encastes y la demostración de su poder y bravura durante la lidia. Se puede decir que quién más defiende al toro es el aficionado, más allá de esa falsa defensa de los llamados antis.
Sea como sea, lo que es indudable es que la temporada española, la más importante, comienza ya. Ojalá las distintas expectativas se puedan cumplir -al tiempo que esperamos que Barcelona se incorpore al circuito- y que la autenticidad llene de certeza una temporada que se nos antoja importante. Por otro lado, confiando en que las autoridades pongan coto a tanto desmán protagonizado por quienes ignoran lo que es la tolerancia y la libertad.
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