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Tras celebrarse las primeras ferias del año, Olivenza, Castellón y, sobre todo, Valencia, queda claro el mensaje que nos dejan.
El triunfalismo ha sido, es y será la tónica de la temporada. Todo se ha de medir por la vía de los triunfos, de las orejas, de las salidas en hombros, de los indultos, etc. Parece que el toro bravo sigue sin contar mucho para el conjunto de los profesionales que viven de esto.
Se insiste en el brillo, en el envoltorio, dejando de lado la autenticidad, la integridad, la bravura, el fundamento de la tauromaquia. Se prefiere la tauromagia, nada por aquí, nada por allá… y aparece la paloma en versión de orejas o indultos.
Esperemos que Madrid sea, una vez más, el lugar donde se pasen por el tamiz todas esos comportamientos y actitudes para resolver el enigma, la incógnita, de saber para dónde vamos y si esa pueda ser la dirección correcta. Cierto que antes llegará Sevilla pero, sinceramente, de allí no esperamos más que lo mismo.
La complacencia no es buena nunca, mucho menos si de lo que se trata es de enderezar algo que está torcido. Revitalizar una fiesta que languidece no puede hacerse a base de mirarnos el ombligo y proclamar constantemente el qué buenos somos. Muy al contrario, hay que buscar las raíces que hicieron de la Fiesta algo grande.
El riesgo consustancial con el enfrentamiento del toro no puede sustituirse, como se ha hecho, por una uniformidad del toro de lidia adaptado a las comodidades de los toreros. El día que la red de los trapecistas se coloque a un metro de sus piruetas, el valor de esos artistas quedará completamente resumido a solo el recuerdo de quienes hicieron grandes esos números circenses.
Confiemos en Madrid para poner un poco de cordura en esta espiral de triunfalismo desatado. La fiesta, lo aseguramos, no se va a engrandecer a base de indultos y orejas. Por poner un solo ejemplo, ni una oreja hubo en el mano a mano de Curro Díaz y Garrido en Madrid en otoño, de ello se ha hablado largo y tendido y ha merecido la repetición para el Domingo de Resurrección. Esa puede ser una vía.
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