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Ha pasado un mes… y sí, seguimos en San Isidro. Durante diez días más Las Ventas seguirá dando festejos continuados y luego dos domingos más con toros en Madrid.
Una fuente inagotable de información taurina la que les hemos servido en mayo y que seguiremos haciéndolo en estos días de junio.
La presencia de público ha venido cubriendo, de media, las tres cuartas partes del aforo de la plaza, lo que es una cifra significativa teniendo en cuenta la caída de abonos, aunque dos tercios ya se cubren con el propio abono. Viene a demostrarse que el público de paso, poco a mucho, va sustituyendo al aficionado de siempre, lo que se traduce en una menor exigencia.
De ese modo, casi no hay día que no caiga alguna oreja. La sensiblería por la lluvia o por cualquier otro condicionante hace que triunfar en Madrid sea más fácil que en otras épocas no tan lejanas. Permisividad que llega a cometer errores enormes como aquél de devolver un toro solo por ser manso, entre otros.
Los aficionados exigentes, que mantenían a raya la exigencia del reglamento deben ser los que han abandonado el abono, su presencia en la plaza se echa de menos. Cuando menos, con ellos, había una balanza que equilibraba las decisiones. Hoy todo discurre ya como en cualquier otra plaza.
Podría ser un milagro pero pensamos que no. Que haya habido solo tres devoluciones de toros, dejando sin trabajo a Florito, es un síntoma claro de que hay menos exigencia. Solo una corrida fue remendada antes del sorteo, otro síntoma. De la noche a la mañana no se puede pensar que se obtiene el sobresaliente en la presentación y trapío de los toros haciendo fácil el reconocimiento de los veterinarios.
Las Ventas, esos son todos los síntomas, empieza a ser una plaza más ganada para el triunfalismo. En ese camino se está. El resultado previsible, deseado por muchos, es que más aficionados de toda la vida dejarán su abono. Al tiempo.
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