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Digan lo que digan, incluido algún dicho popular, los malos principios son malos y suelen tener sus consecuencias. Es posible que esos malos principios, sufridos inicialmente pero escrutados por gentes inteligentes o auténticas, pudieran tener consecuencias positivas a través del análisis y el propósito de enmienda, pero en el tema taurino suele ser siempre así y la enmienda no llega nunca. Cabría pensar que lo razonable es la reflexión debida, pero nos tienen acostumbrados a no hacerla y todo queda en una declaración de intenciones en el mejor de los casos. En el momento que comiencen los ecos de las orejas cortadas a pares, las salidas en hombros de los toreros que están montados en el machito, se harán las bocas agua y todo parecerá de dulce. Así un año y otro, y uno más hasta el infinito. En Valencia ningún espada, salvo el rejoneador Leonardo Hernández, ha obtenido máximos trofeos en un toro, pero -así lo proclaman sus voceros- fue por culpa de la espada. Todos felices con tener la coartada triunfalista que siga sirviendo para el salvoconducto de las figuras. De haberlo conseguido, nadie diría que los toros eran dignos de plazas de tercera. La realidad es que no se han enfrentado al toro esas llamadas figuras, y seguirán sin hacerlo aunque sea imprescindible abandonar la comodidad y pasar a la acción. Una acción que reivindique a la necesitada Fiesta como algo auténtico y que representa un juego entre la vida y la muerte siempre, pero sin tener trucadas las papeletas. Las papeletas de enfrentarse a las ganaderías encastadas seguirá siendo el papel a representar por los aspirantes, mientras los que dicen que son maestros de la técnica y que gozan, según dicen, de poderosas muletas y muñecas, se pierden en la ventajosa mediocridad de torear los mil veces llamados toros basura. Malos principios ha representado la primera feria de postín y lo mejor de la misma, el epílogo, con toros y toreros capaces poco tardará en verse eclipsado por el torrente de trofeos a obtener por los hombres líderes del escalafón. A muchos les parecerá bien, -de hecho, llevan decenios proclamándolo a los cuatro vientos sin ningún reparo- pero a nosotros lo que de verdad nos gustaría es que la Fiesta recuperara interés y eso, demostrado está, no se consigue con los triunfitos, sino con triunfos delante de toros de verdad. Sevilla y Madrid ya en el horizonte. Esperamos un poco más de todo, es razonable pedirlo. Pero es exigible que se eleve el listón del trapío de los toros, así como que el torero abandone trucos para despistados y asuma la autenticidad que le da valor y riesgo a lo que hace. Mas que nunca en esas citas ha de encontrarse el camino de la verdad, aunque no haya sido así en las temporadas precedentes, pero es que es urgente el esfuerzo que ha de hacerse en lugar de quejarse tanto por reclamar a toreros y ganaderos que velen por lo que es su negocio, ya que no parece que quieran hacerlo por afición o vocación.
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