Ha sido uno de los sucesos más dramáticos de la feria de Madrid puesto que, dos centímetros “más allá” podían haber acabado con la vida de Jiménez Fortes. Cornada gravísima en el cuello tras una legítima oreja cortada en Madrid. El drama y el triunfo se daban la mano en la persona de Saúl Jiménez Fortes, algo para recordar; pero guardemos en el anaquel de nuestros recuerdos su triunfo de ley que es el que debe de perdurar en la carrera de este diestro admirable.

Los toreros, cada cual, a su manera, todos tienen capítulos importantísimos en sus respectivas carreras; ineludiblemente, para ser torero hay que ser de otra “pasta”; de carne y hueso como todo mortal, son argumentos muy pobres como para que un hombre sea torero; para ejercer dicha profesión uno tiene que estar dispuesto a todo y cuando digo a TODO, es el TODO. Y dentro de ese todo aludido, nada que objetar contra Jiménez Fortes, yo diría que lo contrario; si los toreros, como digo, son de otra galaxia, Jiménez Fortes creo que es incluso de más lejos.

Catorce cornadas laceran su cuerpo de arriba abajo, nunca mejor dicho, pero Saúl Jiménez sigue lleno de ilusiones y, lo que es mejor, hasta le resta importancia a tener el cuerpo desgarrado por tantas cornadas; un caso muy especial y digno a tener en cuenta. No andamos sobrados de hombres como Jiménez Fortes, toda raza y corazón.

Jiménez Fortes y el sabor del éxito

-Tras cortar aquella legítima oreja en su participación en la feria de Madrid, matador, ¿qué pasaba por su mente para la lidia de su segundo enemigo?

Me desbordaba la ilusión porque con el convencimiento que tenía, pensaba para mis adentros que si el toro me ayudaba lo más mínimo, le cortaba otra oreja y saldría por la puerta grande, algo que me hace mucha falta.

-Fíjese que, para su desdicha, salió cruz; es decir, una cornada en el cuello de un dramatismo inmenso; Madrid se acongojó. ¿Qué sintió usted en aquel instante?

Sabía que estaba herido fuerte pero, cuando el doctor García Padrós, para quitarle hierro al asunto me dijo que eran dos cortes profundos, muy pronto le dije, cósame en el acto que salgo para matar el toro. Pero la herida era mucho más seria de lo que yo pude imaginar, hasta el punto de que, como dijo el doctor García Padrós, dos centímetros más podían haber acabado con mi vida.

Vino el malagueño dispuesto desde que se abrió la puerta de toriles

-¿Ha llegado usted a pensar que está pagando un altísimo precio por ser torero? Se lo digo porque, paradojas del destino, por segundo año consecutivo, en plena feria de Madrid cae usted herido.

Pero se da la circunstancia de que ese es el precio que tenemos que pagar; todos los toreros somos conscientes de que nos jugamos la vida y mucho más en Madrid. Esto no es ninguna broma; no estamos encima de un escenario, estamos pisando la arena y frente a un toro que quiere vender cara su vida y, la prueba no es otra que las cornadas que reparten.

-Y caer herido por segunda vez en Las Ventas, ¿no cree usted que es el colmo de la mala suerte?

Sí, ese es el hecho de la suerte, por ejemplo, en muchas ocasiones, que un toro te levante los pies del suelo, que pueda darte una voltereta tremenda, pero no caer herido; al respecto, lo confieso, tengo poca suerte. Confiemos que cambie el signo de mi vida en ese aspecto.

Si se hubiera quedado en esta voltereta... habría sido tener suerte. No la tuvo

-Si no recuerdo mal, catorce cornadas adornan su cuerpo. ¿No cree usted que son muchas para un muchacho que está empezando?

Este es el durísimo precio que hay que pagar por querer ser torero; si vendiera helados todo eso no me pasaría. Y no creo que sea cuestión de torpeza, como alguien dijo por ahí, más bien, de una apasionada entrega en mi quehacer que, en ocasiones, hasta soy consciente de pisar terrenos prohibidos, los mismos donde los toros cogen con suma facilidad; pero es la profesión de torero, no cabe otra opción.

-Tras varias actuaciones suyas en Madrid, ¿tiene el convencimiento de que por fin su toreo ha calado en Las Ventas?

Creo que sí. Sentí vibrar a los aficionados de Madrid y eso ya es el premio más grande que la vida pudiera darme, es decir, ante ello, ya merece la pena todo sacrificio. Resultó ser una faena imperfecta, lo digo yo, pero creo que con la emotividad con la que Madrid espera, de ahí el premio que logré. Como digo, me cabe la certeza de que mi mensaje llegó al corazón de los aficionados.

Siempre comprometido con el riesgo

-Ya está usted en casa, como entenderá, hemos querido respetar su dolor, su recuperación y creímos que era ahora el momento para conversar con usted. ¿Para cuándo su reaparición?

Me siento cada día mejor. Es verdad que la recuperación es lenta por la zona dañada, pero si Dios quiere, para finales de junio podré reaparecer, algo que me hace mucha ilusión.

-Si a mitad de julio, por decirle una fecha, le llamara la empresa de Madrid para una corrida extraordinaria, ¿volvería usted? Y se lo pregunto porque muchos toreros califican ciertas plazas como talismán y, en caso, Madrid, hasta puede sonarle a gafe.

Seguro que sí. Las cornadas se olvidan, les sucede a todos los toreros. Si los toreros nos acordásemos de las cornadas creo que no torearía nadie después de una cogida. Lo que yo recuerdo, y creo que todos, es el éxito que logré en Madrid, eso no se me olvidará jamás.

Pero también toreando muy bien

-Dentro de lo mal que está el toreo, como todo en España debido a la crisis puesto que se dan pocos espectáculos; es decir, la práctica totalidad de las ferias se han reducido en su número de festejos. Pese a todo, como le digo, el pasado año toreó usted creo que veinticinco tardes. ¿Cree que superará este año dicha cifra?

Espero que sí. Tengo bastantes fechas apalabradas para agosto y septiembre que, como se sabe, es cuando más toros se dan en toda España; si, tengo la confianza de que si los toros me respetan un poquito más que hasta ahora, quizás podré rebasar esa cifra.

-¿Qué siente ahora, matador, cuando le han contado que pudo haber perdido la vida en Madrid?

Una dicha infinita. Sabemos que nos jugamos la vida, pero nadie queremos perderla; que puede ocurrir, seguro. Pero todos nos aferramos a la vida y, en mi caso, para conseguir el éxito que tanto anhelo. Es duro lo que voy a decir pero, cornadas tan graves como las que yo he tenido, como tantos otros compañeros, son los que le dan sentido y verdad a esta durísima profesión que, sin nuestra sangre no sería nada.

Sin olvidarse de apostar y arriesgar para alcanzar el éxito que también le llegó

-Usted entró en el escalafón de los matadores de toros por la puerta grande; tanto su alternativa como en su confirmación, adornaron a su persona carteles de altísimo nivel con las máximas figuras del toreo. Luego, poco a poco, esa estrella se fue apagando y ha tenido que luchar usted por libre. ¿Cómo se siente en la soledad de su alma?

Luchando, como tú has dicho. No cabe otra posición en el toreo; nadie me dijo que esto era fácil. Llegar arriba en el acto, eso tiene tintes de milagro y ocurre de vez en cuando y para algunos compañeros tocados con la varita mágica de la suerte; para el resto, todos sabemos de la lucha, de la tragedia muchas veces, de las incomprensiones, pero siempre atisbados por la ilusión de llegar hasta lo más alto, algo que nos hace diferentes al resto de los mortales.

-Saúl Jiménez Fortes, que toda la suerte del mundo le acompañe en su devenir diario. Démosle gracias a Dios de que salvara usted la vida. Tenemos torero para rato, primero por su juventud, segundo por su raza y acto seguido, por esas indudables condiciones que usted atesora, las que un día le llevarán a lo más alto en el toreo.

Fotos: Muriel Feiner