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Roca Rey  
  entrevista de Pla Ventura [ 12/04/2017 ]  
ROCA REY: LA REVOLUCIÓN
De la última hornada de los jóvenes toreros que han irrumpido en el mundo de los toros, irremediablemente tenemos que hablar de Roca Rey como el huracán que nos llegó desde Perú para que arrasara con todo lo que encontrara a su paso en España y, sin duda, en cualquier parte del mundo por donde ese ciclón lleno de torería quiere inmortalizarse a sí mismo, justamente en el mundo que ama en su calidad como matador de toros.

En poco más de un año le ha bastado a Roca Rey para que corra más tinta en su honor que todas las figuras del toreo juntas. Algo muy normal cuando, el peruano, desprecia su propia vida, algo que cala muy profundo en los tendidos. Buen torero, dotado de una desmesurada técnica, arrebatado de valor, sabedor de su personalidad la que esgrime como su gran verdad. Solo Dios podrá frenarle en su camino; los toros lo han intentado a modo de cogidas que las ha tenido en grado sumo, pero ha podido más su fuerza mental para alzarse como triunfador que las cornadas y percances que le han propiciado los toros.

Roca Rey sabe que su vida está en juego; la expone como nadie lo haría en el mundo, pero esa es la grandeza de esta profesión y, sin duda, la de este torero apasionado por su carrera, incluso por la propia vida. Él sabe que puede morir en una plaza, un valor que le hace grande; pero esa grandeza es la que se palpa desde los tendidos, razón por la cual los aficionados llenan las plazas al augurio de su nombre.

Tenemos grandes toreros, qué duda cabe, pero nos faltaba el hombre que arrebatara, que llenara las plazas al albur de su nombre y, Roca Rey es el hombre en cuestión. Ha tenido más percances en un solo año que muchos toreros en toda su carrera. ¿Torpeza? preguntaría un ingenuo. Yo diría que grandeza porque Roca Rey sabe lo que hace, como de igual modo pisa unos terrenos tan inverosímiles que, inevitablemente, ahí nacen las cornadas. ¡Y los billetes!

Tras la triunfal campaña que llevara a cabo el pasado año en España y Francia, se unió América en un rosario de éxitos que le abocó a ser el candidato de innumerables premios, amén de las muchas orejas conseguidas, salidas en hombros, por tanto, triunfos de apoteosis. Así empezó, como terminara. Tres tardes en lo que llevamos de inicio, tres salidas en hombros, algunos percances que, como se sabe, hasta tuvo que ser sustituido en Castellón de la Plana, algo muy raro en el diestro peruano que, sin duda, como diría el otro, muy jodido debió estar para no comparecer en la capital de la plana.


Roca Rey a por todas

-El maestro ha tenido la gentileza de atendernos desde Lisboa, momentos antes de hacer el paseíllo en Campo Pequeño, donde reaparece tras el percance de Andújar. ¿Qué siente usted, maestro, cuando al iniciar el paseíllo comprueba que se ha puesto el no hay billetes?

Es a lo máximo que un torero puede aspirar; primero porque uno entiende que la fiesta de los toros sigue interesando muchísimo a los aficionados y, si de mi parte, de forma humilde, si he contribuido para ello, mi alegría no puede ser mayor.

-Tras haberle visto tantas veces, matador, uno tiene derecho a preguntarse de todo, por ejemplo, ¿es usted consciente del terreno que pisa, del riesgo que asume? Se lo pregunto porque, esos terrenos, que me disculpe todo el mundo, son casi imposibles de pisar.

Esta es una profesión en la que el riesgo es parte de la liturgia, de ahí que yo lo asuma con tanta naturalidad. Soy hombre de grandes emociones de ahí el riesgo que asumo que, más tarde, en el transcurso de la faena ya me lo premian los aficionados con sus vítores y no te digo ya al final que, para mi fortuna, salir en hombros se ha convertido casi en una rutina en mi carrera.

-¿Pasa por su cabeza la idea de que usted puede morir en la plaza?

Por supuesto y, en la pasada temporada tuvimos varios ejemplos que conocemos todos. Pero de ahí emana la grandeza de esta fiesta, en asumir riesgos inverosímiles para que el aficionado salga de la plaza emocionado y, ante todo, con ganas de volver.


Un quite al natural con el capote que levantó pasiones en Valencia

-Por ejemplo, maestro, lo que hizo usted en la pasada feria de Fallas con el capote, ¿se puede repetir en otras plazas o era fruto de su genialidad en aquel momento?

Digamos que fue un compendio de inspiración y riesgo asumido, todo a su vez, pero que tuvo un calado importantísimo entre los aficionados y, ante todo, entre la prensa puesto que todo el mundo me ha hecho mención a dicho momento.

-Claro que, en su persona, Andrés, la gran noticia no sería otra que saliera abroncado de una plaza de toros ¿verdad?

Espero que eso tarde muchos años en ocurrir y, a ser posible, que no ocurra jamás. Es cierto que a veces me han tocado toros en suerte, yo diría que en desgracia, que me han hecho pensar mucho; es decir, de los que tenía que tragar lo indecible, digamos toros muy “aptos” para que arreciera la bronca por aquello de no tener faena alguna, pero yo soy un profesional y comprendo el gran esfuerzo que hacen muchos aficionados por aquello de comprar la entrada para verme, razón por la que no puedo defraudar a nadie; si el toro no vale serán los aficionados los que lo decidirán y, tras mi esfuerzo, ellos emitirán el veredicto que crean más justo. De mi parte nada quedará por hacer, por ello, como decíamos, lo de las broncas lo dejamos para más adelante. -Sonríe el matador-

-La bronca, como decimos, debe ser muy desagradable pero, ¿cómo digiere usted esa borrachera de éxito diario?

Con humildad ante todo, pero con enorme satisfacción porque es la consecuencia de todo el esfuerzo que se ha realizado con anterioridad. No soy un loco, aunque por momentos pueda parecerlo; soy una persona muy consciente del riesgo que asume, pero sabedor de que aquello de ser uno más no va conmigo. Me he puesto, como metas, retos altísimos, los que con la bendición del destino quiero cumplir.


Un quite en Madrid el día de su confirmación

-Por todo lo que estamos viendo ante su persona, hasta me atrevo a decirle que es usted el hombre, el torero que todos estábamos esperando para que cambiara el devenir de la fiesta. ¿Percibe usted que es el redentor de la fiesta?

Eso es mucho decir y, ese pronunciamiento lo harán los aficionados y si éstos siguen llenando las plazas de toros al augurio de mi nombre, poco a poco iré comprendiendo que estoy en el camino correcto para llegar a la meta.

-¿En qué medida palpa usted ese ambiente tan agradable que se percibe en los tendidos cuando aparece usted en el patio de cuadrillas?

Esa primera mirada que uno echa de reojo a los tendidos y, al verlos abarrotados, de momento eso ya me tranquiliza puesto que, como antes decíamos, la expectación ya está lograda. Luego, a partir de ese momento ya me corresponde a mí; los aficionados ya cumplieron llenando la plaza, pero luego seré el que les corresponda con mi esfuerzo para crear la obra que tengo en la mente.

-¿Se lleva la faena estudiada desde el hotel?

No, para nada. Sería una insensatez por mi parte porque, todo tiene que surgir mediante el elemento toro; la improvisación tiene que ser una constante a tenor del enemigo que tengas enfrente. O sea que, como cualquiera, me inspiro en el transcurso de la lidia dándole, a cada toro, lo que creo que le corresponde. Riesgo, valor, arte, entrega, improvisación, una serie de valores que cuando logro aunarlos es por ahí donde nace el éxito.


El peruano siempre buscando la quietud y la emoción

-Y usted lo logra siempre, esa es una verdad incuestionable.

Es producto del gran esfuerzo que tengo que hacer. En el mundo de los toros no regalan nada; he conocido a toreros que han tocado la gloria con sus manos en un período de tiempo limitado; a otros que han durado más y a muchos que se apagaron como un cirio. Yo quiero llegar mucho más allá de todo eso y, si me duermo, los triunfos del pasado no valen para nada, si acaso para que los recordemos como estamos haciendo ahora; lo que vale, lo que priva de verdad es el éxito diario que es el que te otorga el pasaporte para ir a todas las ferias del mundo.

-¿Qué porcentaje de suerte le atribuye a su carrera?

La suerte pasa por la salud y, en mi caso, por aquello de que te coja un toro para matarte como decimos muchas veces y salgas ileso del trance o, en el peor de los casos con las menores lesiones posibles. Esa es la suerte. Lo demás lo tengo que poner todo yo. Nadie puede esperar a la suerte, en calidad de torero, sin jugarse la vida, sin ponerle toda la pasión del mundo, toda la entrega posible y por haber por aquello de querer conseguir el éxito.

-Lleva usted apenas un rato como matador de toros y, como le decía, todos hablamos de usted. ¿Qué dirá de usted la historia dentro de veinte años?

Eso está por venir pero, ya me gustaría que después de veinte años, estando yo en retirada, que la historia dijera que he sido fiel a mis principios y que marqué una época en el toreo. Queda mucho camino por recorrer, muchas batallas por librar y ante todo un mundo lleno de ilusiones por descubrir.


Otra de sus constantes: La variedad

-He leído por ahí en algún medio que, algunos de sus compañeros ha dicho que torear junto a usted es algo que estremece. ¿Qué lectura le da dicha afirmación?

Quiero pensar que, ellos, mis compañeros, como quiera que cuando yo toreo ellos son espectadores de lo que hago, seguro que se emocionan como cualquier aficionado del tendido, no le veo otra lectura. Igual me sucede a mí muchas veces cuando torean los demás.

-Dentro de nada, Sevilla, Arlés, Madrid y todas las ferias del mundo. ¿Se sabe usted imprescindible?

Yo no diría tanto porque antes de venir yo al mundo había grandes figuras del toreo, recordemos que la fiesta data en sus ancestros desde varios siglos atrás. Pero si quiero ser un torero necesario para el montaje de todas las ferias; del resto ya me ocuparé yo.

-Usted, matador, que ha volado por los aires en tantísimas ocasiones por aquello de las dramáticas cogidas que ha tenido, ¿qué se siente en esas fracciones de tiempo tan pequeñas pero tan angustiosas a su vez?

La mente, ante todo, analiza el cuerpo en fracciones de segundos y uno piensa si ha sido calado por el toro o se trata de la voltereta correspondiente. En realidad, apenas queda tiempo para pensar en esos momentos angustiosos; si es cierto que, cuando compruebo que me puedo levantar y, aunque dolorido, puedo continuar la lidia, a eso le llamo suerte como ante comentábamos.


Este es el final de cada tarde y el que le deseamos desde OyT

-Dejemos los malos momentos, Andrés, que tenga usted un rosario de éxitos que le cubra desde España hasta Perú, su amada tierra. Que Dios le siga bendiciendo y toda la suerte del mundo para usted.

Fotos: Muriel Feiner excepto 2 y 6

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