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Javier Benjumea  
  entrevista de Pla Ventura [ 14/03/2018 ]  
JAVIER BENJUMEA: La ilusión por bandera
Javier Benjumea es otro de los muchos diestros que, llenos de pasión y convicciones internas, se debate entre su valía y las circunstancias que le rodean, pero todo con la finalidad de ser torero, una profesión en la que lleva ya casi diez años como matador de toros y que en ningún momento ha desfallecido por lograr su quimera que no es otra que ser figura del toreo.

Benjumea tiene, como estigma, como les sucede a otros diestros, ser hijo del que fuera un grande en la profesión allá por los años setenta, el inolvidable Pedrín Benjumea que, por aquellos años, cualquier diestro, a poco que tuviera unas mínimas condiciones se hacía rico en un rato, caso del citado diestro; era cuando los pobres querían ser toreros para ser ricos. Ahora todo ha cambiado, hay que ser muy rico para ser torero.

Como fuere, Javier Benjumea, lleno de ilusiones no desfallece un solo día con la esperanza de poder alcanzar la meta que siempre soñó, ser figura del toreo. Como dicen los que le conocen, condiciones las tiene de sobra; claro que, eso le sucede a muchos de sus compañeros, razón por la que este diestro tiene que luchar contra los imponderables que le rodean y, según está montado el mundo del toro, desdichadamente, las condiciones artísticas quizás sea lo que menos importe; pésima noticia la que digo pero, de una realidad que aplasta.

Javier Benjumea es digno de elogio puesto que, como sabemos, tiene su vida resuelta al margen de los toros, pero le puede más ese veneno que corre por sus venas antes que los bienes heredados de su señor padre que, repito, podían darle para su peculio diario, sin embargo, el diestro, atiende sus negocios y por encima de todo entrena como si fuera un principiante con la ilusión de lograr la meta soñada; principiante no lo es, pero ilusiones si las tiene todas. Bien hallado sea este muchacho que no es capaz de regatear esfuerzo alguno, todo ello con la finalidad de ser torero.


Javier Benjumea apuesta por los triunfos para abrirse camino

-Casi diez años como matador de toros, con muy pocos logros obtenidos y tu corazón sigue intacto; es decir, para nada se te acabaron las ilusiones.  ¿Qué pócima milagrosa te tomas cada día para poder sobrellevar ese calvario que, si me apuras es eso, un duro calvario?

Ante todo uno tiene que estar convencido de sus aptitudes porque de no ser así, todos los esfuerzos serían baladíes. Yo soy uno más de los que sigue teniendo la fe necesaria para seguir en la brecha porque, entre otras cosas, las pocas corridas que he toreado, todas las he saldado con éxito. Distinto sería que todo hubieran sido fracasos, sería entonces cuando habría que tomar otros derroteros pero, la gran verdad es la que te he dicho.

-¿Crees que tu apellido llegó a aplastarte, artísticamente dicho?

No creo. Lo que si estoy convencido es que los tiempos son distintos; todo ha cambiado y, como tú decías, ahora hay que ser rico para ser torero, nada que ver en la época de mi glorioso padre. En aquellos años pienso que había más y mejores oportunidades y el que valía muy pronto destacaba, mi padre resultó ser un ejemplo de lo que digo.


Lanceando a la verónica

-Analizo tu vida, tu carrera, tu tremendo esfuerzo por lograr lo que parece imposible y, visto el toro desde la barrera, ¿no te sería más sencillo administrar los bienes que te dejó tu padre y no pasar el calvario al que estás sometido por aquello de querer triunfar en un mundo tan complicado?

Diste en la diana porque lo que se dice administrar nuestros bienes es la tarea que tenemos encomendada, tanto mis hermanos como yo; es decir, somos una familia abnegada por las cuestiones del trabajo porque aquellos bienes que recibes que si no los trabajas pronto se disiparían. Pero al margen del arduo trabajo que llevamos a cabo, yo soy un poco -quizás un mucho- la oveja negra de la familia que, además de trabajar me dio por ser torero, tarea durísima, pero que no me supone esfuerzo porque en realidad estoy haciendo lo que amo.

-Recuerdo una vez una frase del irrepetible e inolvidable Rodolfo Rodríguez El Pana que, confesó que se hizo torero porque eso de trabajar le venía muy grande; dicho en cristiano, el Brujo de Apizaco decía ser gandul. ¿Hay que tener alma de gandul para ser torero, Javier?

Las afirmaciones del maestro todas estaban sustentadas bajo el estigma de su genialidad, algo que todos comprendimos. Cuando habla un genio los demás todos callamos. Pero la gran verdad nada tiene que ver con la afirmación del maestro porque lo que se dice trabajar, cualquiera que pretenda ser torero trabaja más que nadie; no estará encima de un andamio, ni junto a un torno mecánico ni siquiera un tractor. Pero fíjate que, por ejemplo en mi caso que me levanto todos los días a las seis de la mañana para atender mi finca y mis producciones y, acto seguido, hay que entrenar al menos ocho horas diarias para que el cuerpo esté acorde con la mente. ¿Te parece poco trabajo? Te preguntaría. Es cierto que cada cual trabaja en lo que ama, muchos en lo que la vida les permite, pero para ser torero hay que tener mucha actividad, es decir, trabajar mucho.


Toreando en redondo

-¿Te fijaste alguna meta para seguir o abandonar? Te lo pregunto porque diez años como matador de toros sin apenas haber obtenido resultados positivos son muchos años de esfuerzo baldío de cara a los aficionados que puedan seguirte.

De cobardes no se ha escrito una sola línea en el mundo. Estoy en esta profesión porque es la única en el mundo que puede cambiar el signo de la vida de un hombre en apenas diez minutos; no existe otra profesión en el mundo que tenga esta particularidad, por ello soy capaz de esperar, porque pueden llegar esos diez minutos y debo estar preparado para el triunfo.

-Razón tampoco te falta, amigo. Lo digo porque a modo de ejemplo, Manolo Escribano anduvo varios años de lucha vacía, sin sentido porque apenas toreaba y, un toro de Miura, en esos diez minutos de los que hablas le puso en todas las ferias. ¿Te aferras a ejemplos como el de Manolo?

Con tu ejemplo has venido a demostrar lo que yo te contaba, la grandeza que anida en el mundo de los toros, una profesión distinta a todas las del mundo donde, el milagro todavía sigue siendo posible.

-Conforme están las cosas, con la de puñaladas que está sometida la fiesta desde fuera, nuestro futuro creo que es poco halagüeño. ¿Qué les dirías a todos los que denigran la fiesta por puro capricho, por aquello de ejercer la maldad que anida en sus cuerpos?

Yo creo que es la propia ignorancia la que aboca a muchas gentes a denostar nuestra fiesta; yo diría más, les han mentido y no se han preocupado de saber de la grandeza del toro como un animal que es el rey de las dehesas puesto que, no existe otro animal en el mundo que viva mejor, que se le respete más y, para colmo, en el ruedo, muchas veces, hasta gana la batalla frente al hombre. Existe una desinformación brutal al respecto del toro de lidia puesto que, compararlo con otro animal me parece una necedad sin límites. Yo les diría a nuestros enemigos que se pasaran por una dehesa y que vieran con sus propios ojos como vive un toro de lidia, seguro que si eso hicieran muy pronto comprenderían lo que digo. Claro que, no hay peor ciego que el que no quiere ver, esa es una realidad aplastante.


Javier Benjumea al natural

-Tú, Javier Benjumea, torero apasionado pero sin renombre alguno, ¿qué les dirías a los empresarios para que te contrataran?

Diría lo de siempre, que si me contratan no les defraudaré. Entiendo y comprendo lo difícil que es para los empresarios que nos contraten a los que no tenemos aureola porque claro, los aficionados acuden a las plazas al reclamo de las figuras pero, alguna que otra oportunidad si nos merecemos, todo ello para que pueda ser posible aquello de los diez minutos gloriosos que pueden cambiar el devenir de la carrera de un torero.

-Me han contado que hace unos días estuviste entrenado con Morante de la Puebla. ¿Cómo es en realidad dicho diestro en las distancias cortas, es decir, entrenando junto a toreros humildes como es tu caso?

Es un hombre muy asequible. Visto así, en el campo, para nada denota la gran figura que es, el gran artista que lleva dentro. Se preocupa por nosotros los chavales que queremos ser grandes como él; un tipo extraordinario al que ven muchos y conocen pocos.

-Tú, Javier, como tantos compañeros tuyos, en su momento, también experimentaste la dureza extrema del torero en Perú. ¿Qué recuerdos guardas de tus actuaciones en la tierra de los Incas?

Aquello resultó una aventura apasionante. Me trataron como si fuera una máxima figura del toreo. Es cierto que la pasión con la que allí se vive el toreo ya la quisiéramos para nosotros. Para los peruanos, las corridas de toros son el símbolo de los pueblos por antonomasia; una fiesta ejemplar de la que deberíamos de tomar nota.


En la presentación del cartel de Palma del Río del pasado año

-Tras tanto entrenamiento, de momento veo que tienes firmada la corrida de toros de Palma del Rio, la ciudad en la que vives. ¿Qué ilusiones albergas ante dicho espectáculo?

Es el punto de partida para no perder jamás la ilusión. Esa corrida la he toreado ya algunos años y siempre he triunfado, algo que me apasiona. La idea es que después de esa corrida surjan algunas más puesto que, como entenderás, estoy loco por confirmar la alternativa en Madrid, sin duda, mi sueño más grande.

-Ahí sí que deberías de enfatizar puesto que esa plaza alberga muchísimos carteles y, en realidad, debe haber un puesto para todos o, si se me apura, para casi todos. ¿Qué piensas argumentarle al empresario para que te contrate?

Ante todo, mostrarle mi hoja de servicios puesto que, como antes comentábamos, he triunfado en la práctica totalidad de las corridas en que he toreado, razón de mucho peso para que se me escuche y poder torear en Madrid; no soy ningún chalado que quiere quitar el puesto a otro compañero. Me considero un profesional dispuesto para la batalla y, lo que es mejor, convencido de que a poco que me embista un toro puedo formar un lio grande en Las Ventas.


Padre e hijo: De tal palo tal astilla

-Problemas internos al margen, Javier, lo que si está claro es que el toreo no está bien visto ante los ojos de mucha gente. Antes, por ejemplo, en la época de tu padre, hasta los toreros eran protagonistas de películas ambientadas, como no podía ser de otro modo en los toros. Tu padre, entre otros diestros, rodó la película CICATRICES y, raro era el torero que no le daban un papel en una película de temática taurina. Ahora, Javier, todo aquello murió para siempre y los toreros, como los aficionados, estamos más solos que la una. ¿Qué podemos hacer?

Es difícil el panorama; los tiempos han cambiado a velocidad de vértigo en la época de mi padre con la actual, la que nos ha tocado vivir. En aquellos años los toros eran la gran distracción de los españoles y, descerebrados dispuestos para destruir la fiesta no existían. Ciertamente, el panorama que tenemos es desolador pero, no podemos rendirnos. Decía el maestro Juan Mora que, la fiesta se acabará el día que nos manden a todos a una isla desierta; es decir, taurinos y aficionados, que nos exilien a todos y, como eso no ocurrirá jamás, pese a todo, el maestro Mora sostiene que la fiesta vivirá eternamente. Dios le escuche y podamos salvar tantos escollos horribles que se ciernen sobre nuestra maravillosa fiesta de los toros.

-Ha sido un placer conversar contigo, Javier Benjumea. Me ha gustado mucho esa lógica que aplicas a tu vida, a tu carrera y, sabedor de todas las dificultades que tu profesión entraña, eres capaz  de combatir para salir triunfador. Seguro que así será. Que tengas mucha suerte en la vida y, a poder ser, en tu profesión. Como dicen los que te conocen, te sobra oficio para parar mil trenes y como de arte también dicen que estás pletórico, ostentas todos los atributos para triunfar como torero. Repito, mucha suerte que tengas, auspiciada siempre por el tesoro de la salud.

Fotos cedidas por el torero

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