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Un fiasco la corrida de Pedraza de Yeltes. Sobre el papel, el interés lo tenían los toros más allá de la terna, en la que Escribano sabemos lo que da de sí, del Álamo que es el torero de la casa, todavía no se ha decidido a embraguetarse con un toro y de Juan Leal, el último, por ahora, de la familia torera de Arles, sólo cabía esperar la sorpresa. En total no era mucho, asi que la esperanza eran los toros.
Los toros de Pedraza eran grandes, sí... pero nada más Los toros salieron feos, que ya es un defecto, desiguales de presentación, grandes y sin trapío. ¿Por qué no tenían trapío si eran grandes y con pitones?, pues porque no tenían aspecto de agresividad.
Salían a la plaza y deambulaban por ella, no daban impresión de docilidad, pero no metían miedo en los tendidos.
Juan del Álamo bien abierto el compás El tercero, flojo, que apretó menos que de trámite en el caballo, fue el que embistió a la muleta de Juan del Álamo, quien aprovechó para enjaretarle una faena superficial, con el compás de sus piernas bien abierto para permitir que pase el toro sin obligarlo. Una de esas faenas que tanto gustan a los públicos pues el toro pasa y pasa alrededor del torero sin que el toro tenga intención de atacar, ni el torero de mandar y todo queda en un carrousel que tanto gusta al publico ocasional. Como, además, el toro no va obligado, no pierde su fuerza y las faenas se convierten en interminables, con una serie enlazada con otra, sin que ninguna tenga interés, hasta que llega el aviso, que se ha convertido en habitual acompañante del final de las faenas.
El francés de hinojos Los toros cuarto, quinto y sexto fueron toros a menos, que regalaron algunas embestidas al principio de las faenas de muleta para ir apagándose, como se apagaba nuestra esperanza de presenciar una corrida de interés.
Escribano en banderillas Ya dijo Domingo Ortega: Si se abre el compás el toreo se alarga, pero si se carga la suerte el toreo se profundiza. 50 años despues, aquí estamos soportando las faenas largas, de alargados pases e interminable superficialidad.
Fotos: Andrew Moore
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