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28/09/2016
  (Ciudad de México) Los embates a La México vulneran nuestros derechos
 
Firma: Mary Aguilar
 
     
 

Cuando en los Sentimientos de la Nación, Morelos y Pavón puso de manifiesto que la esclavitud debía proscribirse al tiempo que lo haría la distinción de castas, enseguida acuñó un enunciado hermoso: sólo distinguirá a un Americano de otro el vicio y la virtud.

La virtud es la puesta en practica de los valores que benefician la convivencia entre seres humanos, estos van mucho más allá de las religiones o gustos que cada uno tenga. Ya vemos cómo Don Quijote le dice a Sancho que la libertad es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos, que por ella debemos aventurar la vida; quizá en los tiempos que corren para la libertad primero debamos poner en practica el respeto.


No tienen derecho a hostigarnos y agredirnos

El respeto a quienes igual que nosotros antes de tener convicciones son seres humanos, con derechos y obligaciones. Siempre ha habido intolerantes que se olvidan de ello y anteponen su radicalismo, se han quemado bibliotecas incluso en diferentes épocas de la historia; hay avances en la ciencia pero hay involución en el pensamiento de algunos revolucionarios de pacotilla que sienten pueden someter a votación los derechos consagrados en nuestra Carta Magna, a ellos tengo a bien recordarles que los derechos humanos no son moda ni objeto de discusión.

Hay quien me sugiere “con insultos entre opuestos no va a llegarse a ningún lado”; concuerdo en cuanto a que la violencia no es el medio, sin embargo de algo estoy convencida, los taurinos al único lugar a donde queremos llegar y por el que trabajamos para estar ahí, es la Plaza de toros. Más allá de lo que es justo o no, es ilegal que los intolerantes quieran hacer y deshacer en la plaza porque creen que al tener el boleto de entrada generan ese derecho. No, no es así.

Además, con qué calidad moral se manifiestan personas que usan pelucas para ocultar su identidad, para “burlar” la seguridad, con qué cara hablan de educación los que les inculcan a sus hijos que hagan señas obscenas, mienten madres y peguen manotazos a diestra y siniestra.

No es nuevo que las personas reciban dinero para hacer lo que alguno de los que se hacen nombrar “político” les pide, tampoco es puramente literario aquello de más cornadas da el hambre; ahí se conocen los valores de las personas, cuando están bien cimentados no se venden y buscan trabajar para satisfacer necesidades.

La México resistió con mucha categoría los embates, mi reconocimiento a Mario Zulaica que demostró entereza, les plantó cara a las puertas de la plaza y les dejó llegar hasta donde lícitamente se debía; a la policía capitalina que nos puso a salvo al actuar de manera rápida y limpia. Lo sucedido en la plaza no me gusta siquiera para el anecdotario porque no quiero ser vulnerable una vez más de quienes transgreden nuestros derechos, es difícil mantenerse inmóvil mientras los demás hacen todo por agredirte, al final del día en las venas nos corre sangre.


¡Sí a los niños en los toros!

No quiero que vuelvan a meterse a nuestra casa y sin embargo lo sucedido me ayudó a reafirmar mi pertenencia, mi convicción al Estado de Derecho en que vivimos, con sus fallas, con sus asegunes; pero que funciona también en la medida que legalmente le exigimos nuestros derechos.

Por su derecho muchas generaciones han ido a los toros, por su gusto, no por imposición de los padres; al contrario cuando se es niño y comienzas a apasionarte por los toros les pides a tus papás que te lleven a la plaza desde el sorteo, les preguntas las faenas que han visto, los toreros que les han hecho vibrar; cuando eres niño y sientes el deseo de tomar un capote lo único que le pides a tus padres es que te lleven un domingo si y el otro también a la plaza, que ya nunca pasen los días sin hablar de toros.

Así son esos niños que dieron la vuelta al ruedo en la México, quienes jugando al toro aprenden que en la vida hay que crecerse al castigo y asimilan el respeto desde la tierna infancia; chavalillos estimulados desde la tranquilidad y el goce de las bellas artes.

Después de todo lo sucedido el domingo en la México, yo me quedo con la imagen del señor que estaba a mi lado, quien con la infinita ternura que sólo hay de padres a hijos y con el inmenso amor y paciencia con que nos enseñan a hablar, le deletreaba un pasodoble a su pequeña cuando esta le preguntaba qué decía la letra.

 
     
   
     
   
     

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