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07/02/2017
  (Temporada Grande-México) Los Sentidos y el Duende: ¡Feliz Cumpleaños Maja!
 
Firma: Mary Carmen Ch. Rivadeneyra
 
     
 

La plaza de toros México, la monumental de Insurgentes, la más grande y cómoda del mundo, la que da y quita, celebró su LXXI aniversario por todo lo alto, con un preámbulo de ambiente de “fiesta” ese  que cautivó a Ernest Hemingway, Federico García Lorca, Agustín Lara, y cientos de multidisciplinarios artistas más a lo largo de la historia. Fiesta capaz de tocar corazones sin distinguir su nacionalidad y la geografía en donde se celebran las corridas de toros, misma que ha dejado un legado en sus diferentes facetas que atestiguan su esplendor.

Gracias infinitas a Neguib Simón Jalife, por su proyecto visionario de crear una ciudad de los deportes que incluyera una plaza de toros, al ingeniero Modesto Rolland y al cincel del escultor valenciano Alfredo Just Gimeno, entre muchos más que llevaron a cabo este logro.
La plaza en pie de luces, recibió a la afición para evocar desde su entraña el Himno Nacional, por el emblemático aniversario de la Constitución Mexicana; todo un momento de cohesión social de solemnes minutos, mientras en el ruedo hondeaba la bandera tricolor en manos de un hombre vestido a la usanza charra que hizo el paseíllo en comitiva a la cabeza del despeje, compartiendo con el alguacil como un  símbolo de una tauromaquia bicultural, así los matadores, sus cuadrillas y toda la estratificación social que lo conforma.

Morante de la Puebla, Julián López “El Juli” y la confirmación de Luis David Adame, fueron quienes se presentaron esta tarde, con astados de Teófilo Gómez. En el reglamento siguen las dudas, ahora saltó la falta de distribución equitativa de toreros nacionales, el repartimiento de los apéndices y la confusión del arrastre lento o rápido y las vueltas necesarias o innecesarias de los inertes bureles.  Entre otras cosas.

Luis David, lleva en su nombre una dualidad que desbordado torería, seguro estuvieron presentes algunos de los    Luises, El Soldado, y El berrendito de San Juan, y el rey David, entre otros más, que tienen el derecho de apartado de la eternidad.

De blanco y oro, como es la tradición, el joven coleta se desbordó en su primero con un lúdico capote que alanceó a la verónica, para después romper el viento con un manguerazo de Villalta qué dejó con la boca abierta a la misma guapa y festejada plaza. Lo llevó con el quite hacia las afueras para ponerlo en suerte en las cabalgaduras, la puya fue sólo un detalle. El ritual de ceremonia se consumó a las 4:54 de la tarde. El siguiente fue, el brindis a su hermano Joselito.

A la edad en que los duendes retozan, el joven torero demostró la escuela y la calidad de torero que trae en la vena, no obstante que no pudo redondear los grandes detalles de calidad que trae de escuela. Habrá que verlo más tardes. ¡Agraciada hora que siguen habiendo toreros mexicanos!

Por su parte, Morante en el primero de su lote, lo que ya no es novedad, salió por la puerta de los ex sustos, un toro al que fue mejor abreviar.

En el segundo, volvió a poner la plaza enardecida al torear de ensueño, el aldinegro “Muchacho” colaboró para la suma de regalos de cumpleaños de la maja, tan segura de sí misma, que no se quita los años, lo que sí quita es el sueño. El gitano aduendado, se lució con los lances a la verónica, dibujó un quite por chicuelinas y una media; mientras tanto, una blanca paloma protagonista de la tarde anterior, revoloteaba por ser una nueva aficionada empeñada en no querer abandonar la plaza.

La solera vino con la muleta en un bordado literalmente en rococó de manera ambidiestra, el olé era un cante. La muerte siempre será una saeta fulminante, misma que el toro peleó hasta el último instante, mientras el artista en el desplante más flamenco de la tarde, todo él hecho una efigie, con el brazo cruzando su pecho y la muleta en la mano, esperó intensos segundos en que el acero fulminó su morantísima obra que fue condecorada con dos orejas. ¡Rugió el monstruo de Insurgentes!

Julián López, El Juli, se enfrentó a “Abuelo” quizá ese nombre en honor a algunos de ellos, que aún conservan entre sus reliquias, aquel boleto con el que entraron a la plaza aquel 5 de febrero de 1946. Conozco a dos de ellos.

El madrileño, hizo un extraordinario juego de capote por chicuelinas, el toro derrochaba debilidad y por lo tanto, también quedó en duda el concepto de bravura. Lo toreó fantástico con la muleta en varias tandas, la plaza derrochaba vida, pero la ejecución de la suerte máxima, se hizo mínima.

En su segundo “Don Marcos” dio cátedra de lo que es torear con suavidad cuatro verónicas, una media y cinco lances de capote al invertirlo al color del sol, bautizadas como julinas. Luego se fue por zapopinas, dando un pellizco muy a su estilo en cada remate, también obsequió una media y revolera que hizo del primer tercio, un momento lleno de color.

Su muleta se hizo clavel, y con ella, fue deshojando el toreo, no en pétalos, en péndulos, en los cambiados por la espalda, derechazos y naturales que fueron al tallo del mismo, hasta lograr hacer un verso andante. El pinchazo dolió en la afición, pero en el segundo intento fue certero. Los apéndices coronaron a la reina de la tarde y a sus invitados. Julián toreó de ca-ne-la, a tono con su terno.

Lo que se vive dentro de una plaza de toros una tarde como hoy, siempre serán momentos de constante interacción humana que dan materia prima para inspiración de muchos artistas, además de fomentar una diversidad de fuentes de trabajo, que hoy el país lo necesita, por lo mismo, es necesario revalorar una fiesta que lleva casi quinientos años de festejarse en nuestra tierra y que es parte de la cultura de México, por lo mismo resulta sugerente, cuidar la bravura del toro, el surgimiento de nuevos toreros como Luis David Adame, y llevar a nuevos aficionados; he tratado de  fomentar desde hace ya varios años, la importancia generacional de enseñar, educar y transmitir el toreo en los niños, como también lo fue algún día, Adame y el mismo Juli.

Esta tarde invité a una nueva aficionada de diez años, le pregunté, ¿regresarás a festejar a la plaza? Previo torito de peluche en mano, me dijo: ¡Sí, muchas gracias!

 
     
   
     
   
     

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