Ante tres cuartos de entrada se llevó a cabo la segunda novillada de la temporada 2017 en la Plaza de Toros San Marcos. Se lidiaron seis novillos; tres de Claudio Huerta (3º, 4º y 5º) y tres de El Greco, (1º, 2º y 6º). Una novillada bien presentada y buena en términos generales en la que recibieron arrastre lento los lidiados en primer y cuarto lugar.

Las orejas de Riojano en manos de José María

A manera de consuelo, hace ocho días me dijeron que aun no podía estar fisicamente en dos lugares a la vez, no sé si alguna vez esto será posible lo que si es que después de quitarle lo espeso  al chocolate con lluvia de pupila, esta semana las bendiciones han sido tantas para hacer posible el regreso a la San Marcos.

Cuesta muchísimo vivir sin verle, pensar el final del invierno sin estar a su vera, concentrarse en la vida mientras añoras los días bañados en sol y oro, esos domingos litúrgicos donde el evangelio y el sermón los da el toro. 

Qué gozo volver a pasar bajo sus puertas, sentir el abrazo del terruño con sólo contemplarla. No ha estado llenita como suele estarlo pero  ha sido una tarde de las que hacen afición, en el ruedo se conjugaron el buen estar y la bravura.

José María Hermosillo supo ver, supo estar. En su primero la determinación de plantarse delante de un novillo con guasa y extraerle lo mejor, desde el quite muy ceñido hasta los buenos muletazos, incluso aunque le costó tomarle la distancia se mostró impávido ante los arreones que pegaba el de El Greco. Una estocada hasta la empuñadura que reventó de inmediato al novillo y de inmediato hubo petición de oreja misma que Ignacio Rivera Río concedió.

Sol y esperanza en su capote

El toque y el temple

Lo maravilloso y torero vino con el cuarto de la tarde, Riojano número 321  y José María se fundieron primero en los lances con el capote para continuar luego del buen tercio de varas en los medios de la plaza, ahí vino el deleite del buen hacer, ahora si supo ponerse en la distancia correcta para templar al de Claudio Huerta y a la plaza entera que se le entregó de inmediato en cuanto sintió la profundidad del toreo, la verdad en cada pase, la entrega, su capacidad de mantenerse sobrio y no caer en los pases para la galería. Al compás de su muleta la centenaria enloquecía, cantaba el toreo y reventaba de alegría de volver a tener en sus entrañas un joven no sólo con posibilidades de destacar sino dispuesto a jugarse todo, a dejarse en la arena con la capacidad de pensar delante del toro y resolver co torería, de aprovechar cada momento. Ejecutó la suerte suprema con decisión y pronto le hizo efecto al novillo, los tendidos se pintaron de blanco para otorgarle las orejas y salir en  hombros al final del festejo donde fue premiado con avíos y un pequeño capote de paseo.

Lo llevó sometido

Por lo que toca a los otros alternantes, Juan Padilla, lo pasó muy mal delante de su lote, con deseos pero sin elementos para justificar su presencia; Iván Hernández pasó desapercibido tras montones de pases sin transmitir nada.

Llegó el final del festejo y salimos de la plaza echados para delante, celebrando las ansias de un novillero que superó la promesa e hizo real el don del toreo. Contentos brindamos por la vida que late en el corazón de Hidrotermápolis, dimos gracias por todo lo que nos hace sentir y encomendamos al dios tauro la temporada vaya siempre a más.

A hombros el novillero y el toreo