A Fabián Barba le tocó abrir plaza con Dos diecinueve (#219, 506kg), justo de presencia, abasto de salida y por lo tanto sin permitirle lucir con el capote; mismo que después aguantó bien la puya pero sin clase. El torero brindó al público y este le agradeció con palmas sinceras al ver las pocas condiciones de su lote; sin embargo el toro mejoró, no era bravo de bandera, si era de dulce, noblísimo, pero sin la raza ni fuerza suficiente para acometer con más emotividad. Barba lo intentó por ambos pitones aunque quizá algo tarde por el izquierdo, estuvo, aguantó y culminó con estocada entera caída, el toro dobló de inmediato; entonces hubo petición de oreja que fue concedida por el juez.
Barba siempre técnico
Después le tocó enfrentarse a Eterno amor (#51, 535kg) soso y justo de presencia, complicado lidiar algo así; una vez más Fabián estuvo puesto pero sin necesidad de hacerlo alargó la faena y más que gustar dividió la opinión tras dejar la espada muy abajo. El de Aguascalientes ha estado técnico, como siempre, pero le hace falta romperse, abandonarse a sentir y hacer sin que eso signifique hacer a un lado la técnica; el tiempo no perdona.
Fabián ante la mesa que hizo de cuarto de la tarde
José María Manzanares cumplió con el paseíllo. El alicantino no quiso siquiera ponerse, intentarlo menos. De su primero, Vida mía (#27, 528kg) únicamente una media de pintura, preciosa; de muleta fue complicado porque el de Begoña rascaba la arena, no hacía sino defenderse e iba solamente cuando le echaba la muleta a la cara, en unas tomando bien el engaño pero muy difícil cuando calimocheaba; se fue abajo en el primer intento de matar, el segundo mejor colocado y así escuchó el silencio de la Monumental.
Lances exquisitos
Con el quinto de la tarde, Vida plena (#10, 531kg) nuevamente magnífico con el percal, de bonito corte las verónicas pero con la muleta de plano nunca supo cuál era la distancia porque tampoco quería colocarse, tratar de estar y el toro sin ser la mar de bravo era fijo, repetidor, tenía el recorrido para que alguien del rodaje de Manzanares le bordara por lo menos el pitón izquierdo pero él prefirió hacerlo por el derecho y todo el tiempo sin parar pies; con el acero falló, escuchó un aviso y se fue con las protestas de una afición cansada de la falta de oficio.
"Vida plena" evidenció la falta de voluntad de Manzanares
El queretano Octavio García “El Payo” tuvo una actuación de menos a más, ante Amantes (#17, 502kg) otro soso con muchísimo peligro que se incrementó con la aparición del viento que no le dejó estar, medias embestidas y después se amarró a la arena; mató pronto con estocada caída, entonces la inconformidad de los asistentes se manifestó con abucheos.
Payo se superó con el cierraplaza, Por siempre (#284, 529kg); el puñado de verónicas algo arrebatadas por el viento pero impregnadas de la raza y el corazón que le puso el torero rubio; pintaba para mejores cosas el astado pues incluso se arrancó de largo al caballo y fue muy bien a los primeros cites de muleta, bueno el comienzo de faena pero pronto se paró, entonces hubo que tenderle la muleta a la cara para ligarlo; Payo puso arrojó, se lo pasó muy de cerca y si no fuera por esos giros tomados del cuerpo del toro habría sido más menos popular su labor, se comprende la desesperación ante lo malo de los toros pero ahí es cuando aparece siempre la incógnita de si hay momentos en los que debe abandonarse la convicción de un estilo. Mató rápido así la petición de oreja se uniformizó para que Ignacio Rivera Río sacara el pañuelo y ni tardo ni perezoso, más bien sin criterio como es su modus operandi, sacó el otro pañuelo.
El arrojo de Payo con el cierraplaza
Qué más da seguir cargándose la categoría de una plaza a la que le queda el nombre y la nostalgia feliz de los ayeres, eso no parece importarle; ya se ve, vivimos en la época de la mediocridad, pero si se hace como que se hace, también la vida o la profesión hace como que entrega. Payo recibió las orejas y sin engañarse las entregó, dio la vuelta al ruedo únicamente con las manos llenas de gratitud ante la gente, lástima que al final del festejo se decidió a salir en hombros. Francis Wolff en sus Cincuenta razones para defender la corrida de toros, acuñó palabras que deberíamos grabarnos cada vez que le salimos a cualquier toro: Si se vence sin peligro, se triunfa sin gloria.
La puerta grande es mucho más que el sentido estricto de la expresión, es una metáfora cuyo alcance es precisamente la gloria concedida por lo etéreo, de ahí que lo único que permanece es lo bello, lo bien construido.
*Fotos: Humberto García "Humbert"
