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No sé si alguien voceará: ¡Que vuelva Montalvo!… Hay gente pá to.
Escurrido de carnes, bien armado y astifino, a la vez que feo, fue el primero de la tarde. Salió huido nada más notar la puya sobre su lomo, no se picó. Fácil en el segundo tercio. Noble por el derecho, aunque justo de motor. Le faltó casta y le sobró nobleza. Fue de más a menos. Deslucido en conjunto fue Licoroso al que Curro Díaz le robó un buen saludo de capa.
Serio y bien puesto de pitones, bajo, de buenas hechuras, era Rondador. Protestó mucho en varas, se empleó algo más en la segunda. En banderillas ya hizo intentos de pararse. Empezó a regañadientes, por la falta de fuerzas, la faena de muleta. Le costó un mundo desplazarse. Mortecino aguantó el trasteo sin transmitir emoción alguna. Fue noble y falto de casta como su hermano anterior, nada bueno pudo extraer Ureña de él.
Carcelero fue a la postre el más completo. En el pais de los ciegos... El tercero respondía a Carcelero. Un toro justo de presencia, cinqueño sin apariencia, lomirecto y de poco cuello, la corrida no ha enamorado a nadie por hechuras, tampoco por bravura. Repitió con cierto celo al capote de López Simón. Arriba empujó en el peto, se empleó más y mejor en la segunda entrada, toda la bravura se la dejó en el caballo. Hizo un buen tercio de banderillas. Tuvo un buen inicio en el trasteo final, repetidor, aunque justo de fuerzas. Noble como sus hermanos, que apuntaba maneras pero no podía expresarlas. Dulce por ambos pitones, le faltó poder. Fue tan manejable como soso.
El cuarto estaba bautizado como Escandaloso. De acucharada cuerna, guapo por delante, feo por detrás por rabicorto. Negro salpicado de capa, recordaba los toros de Martínez. Tomó una primera buena vara. Apretó en banderillas. Había avisado a Curro por el derecho, por el izquierdo fue noble y claro. Curro fundamentó, aprovechando la cualidad del toro, la faena por ese pitón y de qué manera, aunque fuera insuficiente para la insensibilidad de algunos.
Salinero era un colorao tocado de pitones, serio en conjunto. Mostró debilidad desde el inicio y fue cuidado en varas. En banderillas apretó para adentro. Feo de hechuras, cuesta arriba, cortó de cuello, que llegó moribundo a la muleta. Quiso pero no pudo.
Rivero que cerraba plaza, saltó derrengado de salida. Hondo y badanudo, que protestó en el caballo y le protestaron a él por inválido. Llegó, además de claudicante, manso y descastado al último tercio. Un zambombo que daba pena verle, con el que se esforzó López Simón.
Tardes así, por unas y otras causas, acaban con los aficionados.
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