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Presentados
en el tipo de la casa, los toros de Miura fueron complicados aunque de
una manera u otra se dejaban, con más o menos esfuerzo, casi siempre
más. Altos, largos, huesudos, abiertos de cuernas, con ese aire de toro
de antaño que conservan. Mostraron falta de fuerzas todos excepto quinto
y sexto y eso quizás hizo su comportamiento más avieso. A pesar de
todo, la corrida no ralló en el dramatismo.
Rafaelillo: oreja y oreja
Javier Castaño: oreja y ovación
Rubén Pínar: silencio y oreja.
Foto archivo A
pesar de lo dicho arriba, todos los toreros se fueron con un
trofeo de la plaza de toros de Pamplona. Rafaelillo y Castaño cortaron
uno cada uno en el primero de su lote. Rafaelillo cortaría otra oreja al
cuarto de la tarde y Rubén Pinar lo hizo en el que cerraba plaza.
Puerta grande por tanto para Rafaelillo que se mostró superior a sus
adversarios a los que toreó apoyándose en los pies, a base de carreras
para ganar el sitio del siguiente muletazo mientras metía la fámula por
debajo del hocico del animal. Recibió una fuerte voltereta en la lidia
del cuarto. Pinchó la primera entrada en ese toro y dejó luego una
estocada. El pinchazo, con justicia, no le privó de cortar una oreja y
salir por la puerta grande de Pamplona.
En
el lo que pudo haber sido y no fue, hay que decir que Castaño hubiera
acompañado a Rafael de no haber fallado estrepitosamente con la cruceta.
Pinar encontró un toro muy complicado en su primero y supo acoplarse de
forma correcta con el que cerraba la tarde y la feria. Fue el toro al
que cortó la oreja.
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