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El martes 12 de diciembre de 2017 el ruedo de la Monumental Plaza de Toros México tenía pintada la silueta de la Virgen de Guadalupe color azabache como la noche en el campo bravo; la corrida por México fue larga incluso entre el cuarto y quinto toro se fue la luz pero no nuestras ganas de seguir con el festejo.
Tras romper el paseíllo se brindó un minuto de silencio por las víctimas de los sismos del 7 y 19 de septiembre de este año, muchos en el tendido quisieron romperlo con palmas, como queriendo decir estamos de pie a pesar de los pesares, como todo mexicano que aun en la desgracia pone su mejor cara; en ese momento algunos levantamos el puño, tal como lo hicimos esos días durísimos que pusieron a prueba nuestras convicciones, redefinieron nuestro deseo de permanecer aquí pues nos recordaron vivimos en una nación solidaria, donde la tierra se abre y la gente se junta dijera con oportunidad Juan Villoro. Esos días aprendimos con sus palabras de esperanza que tener miedo también es un valor, eso es el toreo, reconocerlo, aceptarlo y echar para adelante.
Se preguntaba dicho escritor si quedaba cupo para los héroes en septiembre, la tauromaquia ha respondido con un sí. Lo hubo para quienes arrimaron el hombro de cualquier manera y como en 1985, lo hubo para los de luces que no dudaron en torear una corrida benéfica. A la buena causa abonó el regreso de José Tomás, volaron los billetes y aunque había numerados vacíos, la setentona más guapa del planeta lució el mejor lleno de la Temporada.
Foto: Twitter @LaPlazaMexico Le tocó abrir plaza al rejoneador navarro Pablo Hermoso de Mendoza junto a un precioso toro de La Joya, Voluntario #77 con 510 kg, tuvo una actuación discreta y, digamos decorosa -hasta cierto punto-, pues aunque el toro fue totalmente diferente en presentación a lo que pide desde hace años se ha perdido el encanto y sobre todo la conexión con una afición cansada de pantomimas, los toros parados no emocionan ni a la vaca que los parió. A eso sumar que no anduvo acertado, con los rejones de castigo regular, con las banderillas mal y rematar con descabello no será gusto de nadie. Al final las opiniones quedaron divididas.
Lo mismo pasó con Joselito Adame quien tampoco logró unificar al tendido, sin embargo, ante Juareño #508 con 483 kg de Santa María de Xalpa pudimos ver por momentos al buen torero que si quisiera podría ser, se templó, estuvo quieto. Lo hizo realmente bien ante el soso pero luego se olvidó de ello y todo de desmoronó cuando tomó el camino de los desplantes hasta llegar a tirarse a matar y aventar la muleta, lejos de ser un gesto épico se tornó vulgar, echar la muleta por los suelos como si de un trapo cualquiera de tratara. La estocada trasera tardó en hacer efecto, más de lo que tardó el juez de plaza en concederle las orejas; mismas que Joselito paseó y sirvieron para las fotos, los titulares pero no para estar en el gusto y exigencia de la plaza más grande del mundo. Pareciera la presión le obligó a quedarse quieto y realizar bien el procedimiento más que por propia voluntad.
El toreo, el bueno es el que nace y renace del gusto, tal como lo expresa la figura de figuras: José Tomás Román Martín. Sus actuaciones son siempre para el recuerdo sean buenas o no -como sucediera la última vez que se presentó en La México-. La corrida no sólo implicaba una buena causa, era ante todo el regreso del torero de Galapagar. Y qué manera de volver, muchos creen que es producto de la casualidad, el hecho de que no toree en público no quiere decir no lo haga en tentaderos, es clarísimo que le gusta conocer qué va a torear. Así debe ser.
En esta ocasión se enfrentó al toro mejor presentado de la corrida, el precioso Brigadista #153 con 516 kg de Jaral de Peñas a quién recibió como de costumbre, meciéndolo en las verónicas como se hace con el sueño de lo amado luego vino el tumbo al caballo para dar paso al enorme quite por gaoneras, un lance que en otros da sensación de ordinario, él lo recrea con la barbilla en el pecho; su espigado cuerpo y las manos con el capote atrás son un monumento al reposo, la plaza rugió, cómo no si es más fácil mover una estatua que a José Tomás.
Monumento al reposo Al emotivo brindis siguieron seis estatuarios y el remate de portento. Bordó el toreo de principio a fin, pasándose al toro por la faja una vez si y la otra también, aguantó los parones. Torerísimo por el pitón derecho y los naturales de embeleso, donde dijeran huele a quirófano; con él sucede que hasta en el tendido pasamos aceite. Cuando alguien se la juega así la respuesta es una sinfonía de silencio, ese terreno no hay quien lo pise, ahí donde no cabe una vara de nardo, nadie llega ahí. Propietario y poseedor, sólo José Tomás se mantiene natural en ese sitio.
Desafortunadamente no estuvo certero con la toledana, a pesar de ello hubo petición de oreja y una vez más fue concedida; sin embargo, el espigado torero de ondas entrecanas la devolvió para dar vuelta al ruedo vestido de gloria y oro.
Todo lo contrario a Octavio García “El Payo” que en el pecado llevó la penitencia por no haberle dado seriedad a esta corrida, apenas y la gente le dejó abrirse de capa con Gavilán #162 con 487kg -supuestamente- de Fernando de la Mora, un pequeñajo feo por los cuatro costados. Para morirse de vergüenza que te regresen un toro en una plaza de primera, aunque ya se sabe: en esa casa ganadera no la conocen, pues al final del día el monopolio les permite lidiar todo el año, petardo tras petardo. Lo sustituyó Peregrino #147 con 522 kg un manso de libro a quien no quiso ni ver desde el principio. Con pena y sin gloria se fue el torero queretano.
Igual le sucedió a Julián López “El Juli”, vino a cumplir el compromiso, como para decir que si estuvo en la causa, lo cierto es que nadie le recordará por esta tarde. Trajo un Montecristo de nombre Recuerdo #89 515 kg, mismo que a pesar de haber peleado con fuerza en varas se desfondó en el tercio de muleta y nada interesante pudo ocurrir.
Quien sacó la casta por la baraja mexicana fue Sergio Flores, bravo como los toros de su bendita tierra tlaxcalteca se impuso ante el toro de Villar del Águila. La cuestión con él es la de no poseer el estilo más bonito o más artístico, tiene en cambio el don de conectar con el público y como comentábamos apenas la corrida anterior, el enorme sitio de haberse visto en la mayoría de las ocasiones con todo tipo de toros, no fue la excepción y apostó por un toro con motor, emotivo fue Clavel #57 con 508kg; a pesar de no haberlo probado por el pitón izquierdo, por el derecho Flores se dio gusto en una faena larga así como ligada, le faltó serenidad y relajarse, incluso hubo momentos que comenzó a torear más a la gente que al toro hasta llegar al punto de intentar convencer del indulto. Afortunadamente se dio cuenta no era el camino correcto y se tiró a matar con verdad, de tal suerte que partió en dos al toro para merecer las orejas.
Flores no podía creerlo La plaza se volcó al grito de ¡torero, torero! mientras el caminaba a los medios de la plaza arrastrando las zapatillas, vuelto loco, sin creérsela. Espabilado, dispuesto y valiente mantuvo el calor en los tendidos. Merecido tiene los buenos carteles, ojalá se los den y lo haga con seriedad, ojalá por fin nos haga justicia la Revolución.
Por lo que toca a al alicantino José María Manzanares -hijo- hizo un gran esfuerzo ante Por México #105 con 498kg de Xajay, un toro muy reservón con el que firmó los naturales de la tarde, roto y rematando detrás de la cadera. Despacio, con empaque, como si en lugar de enfrentarse a un toro estuviese toreando las olas del Mediterráneo. Un intento con el estoque bastó para cortar una oreja.
Luis David Adame más que cargar con ser el último espada así como con las actuaciones de sus alternantes, cargó con las ansias de agradar a toda costa y toreó para la galería al de Villa Carmela, acelerado en el capote con Por ti #105 de 498kg, luego pasó cinco veces con los palos para lograr cubrir el segundo tercio y terminó en la chabacanería, sin lograr meter ni al toro ni al público a su faena, mismo que comenzó a abandonar el coso de Insurgentes.
La entrada Al final del día alterar el orden de lidia resultó en beneficio del festejo pues mantuvo nuestro interés hasta el final. Ha sido una tarde que recordaremos siempre porque en conjunto sucedieron cosas buenas, exquisitas, para contarlas a quienes no lo vieron y con el permiso de la vida a las generaciones venideras. Con esta corrida ganó México y ganó la fiesta que nos apasiona y agita, no nos permitamos echar un paso atrás, porfiemos siempre por la seriedad para vivir y sentir la plaza de toros como representación de templo del toreo, porque cuando la corrida se celebra cual ritual, su liturgia nos permite volver a casa con el pecho lleno.
En septiembre pusimos el puño en alto, guardamos silencio con esperanza de encontrar vidas, el martes pasado lo hicimos para disfrutar y deleitarnos con la inmensa vida que nos regala el toreo. Mantengamos el puño en alto, las mejores cosas y personas llegan como la mar en calma, sigilosas.
*Fotos: Twitter @LaPlazaMexico
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