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Novena corrida de la Temporada Grande 2017-18 en la Monumental
Plaza de Toros México. Unas dos mil personas de entrada en tarde-noche gélida
y de cielo azul. Se lidió un encierro de Arroyo Zarco, desigual de presentación,
de entre los que sobresalió el trapío del sexto. En cuanto al juego fueron
mansos con matices, sobresalieron los corridos en primer y tercer lugar por
dejarse meter mano, mientras que el quinto fue un perdido absoluto. Actuaron
los siguientes matadores de toros: Ignacio Garibay: palmas en su lote. José Garrido: oreja, y silencio. Diego Sánchez (confirmó su alternativa): ovación,
y silencio. Saludó en el tercio Diego Martínez tras parear al segundo de la tarde. Garrido, al natural Entre poco y nada transcurrió la novena de La
México. Tras del oasis ganadero de la corrida de Caparica, volvimos a la
insoportable grisura acostumbrada. Y es que si bien el cambio de empresa fue un
cambio real y efectivo, y muchas prácticas han mejorado, lo cierto es que
nuestra fiesta se maneja con los mismos estándares empresariales de los otros. Es imperioso recordar que éstos y aquellos siempre coexistieron, y lo hicieron bajo las mismas
directrices organizacionales en el marco más amplio de lo que todavía en la década
de los noventa era la gran industria de los toros. Por lo tanto, aunque las
formas fuesen radicalmente distintas entre Herrerías en la capital y Espectáculos
en la provincia, lo cierto es que la cuestión de fondo nunca fue tan distinta. Además,
el marco de maniobra, en términos generales, era el mismo.
Seguro que es muy difícil para Mario Zulaica y su gente romper con lo
que construyeron los ya fuera de juego
junto con el mismo consorcio empresarial que los sustenta, aunque nunca fueran
de la mano. En realidad, desconozco si entre los conceptos del matador figuran
las transformaciones de fondo como algo impostergable en favor de la fiesta. Independientemente
de si la dirección de la empresa es proclive
o no al “continuismo”, lo innegable es que han aparecido islas esporádicas
de conceptos distintos: Medina Ibarra,
Zacatepec, Las Huertas, Piedras Negras,
y ahora Caparica han sugerido un
cambio de timón que podría revitalizar al espectáculo, sobre todo para el
maltrecho y maltratado aficionado que se retrata cada domingo en la taquilla. Es
decir, el que se zumba todos los festejos, pase lo que pase. Sabemos que la idea de que todas las tardes
sean de bandera es poco más que una utopía. Sin embargo, creo que el rumbo a
seguir está por lo menos insinuado. En ese sentido, apostar por Arroyo Zarco es hacerlo por una opción
que, aunque le podrán salir toros malos y toros buenos, no supone ningún giro significativo
de concepto en favor del aficionado. En esta ocasión le salieron más de
aquellos y menos de estos a don Fernando Pérez Salazar, que vio a sus toros
dolerse de los castigos, salir sueltos, buscar las tablas, y algunos hasta
aquerenciarse fuertemente, o de plano saltarlas, como el sexto. En esas se quedó la actuación de Ignacio Garibay, otro torero mexicano
de una generación más bien madura por la que bien vale la pena apostar. Aniversario –n. 228, 502 kg.–, toro de
la devolución de trastos, le permitió a Garibay un recibo por lances muy
correcto y limpio, que bien valió paladearse. Al mejor cazador se le va la
liebre, como a César Morales, que le recetó un refilonazo al negro
bragado y lucero en la paleta de un cuarto delantero, de la que se resintió
inmediatamente. En el último tercio lucieron una enormidad tres trincherazos al
inicio de faena, y una tanda por naturales acompañando mucho con el cuerpo,
llevando al toro muy embarcado. De un momento a otro, tal vez sintiendo que no
podía pelear, el de Arroyo Zarco se escupió de la suerte por completo, y el
capitalino se tuvo que conformar con machetear a un toro que se terciaba y
defendía. Le pasaporto de y pinchazo y estocada, escuchó palmas. Garibay, poco pero bueno El cuarto, Fernanditos –n. 261, 477 kg.–, fue un toro complicado, que se ponía
por delante, y buscaba al torero. Garibay se limitó a cumplir, aunque sin
desplegar precisamente una cátedra de oficio y poderío. Mató de pinchazo, media
delantera perpendicular, y estocada tendenciosa calada. Se retiró en silencio.
José Garrido ofreció una buena actuación tarde
de toros. El tercero de la función, Barba
Roja –n. 243, 476 kg.–, aldinegro, bragado y meano, de linda lámina a pesar
de lo escurrido y lo tocado del pitón derecho, le permitió a Garrido
estructurar una faena de mucho acierto técnico lograda fundamentalmente por el
lado izquierdo. Con base en la buena colocación, el toque adecuado, y la
distancia justa fue que pudo extraer naturales, largos y jaleados, metido en el
terreno de tablas, allá por el sitio del palco del juez de plaza. Sumamente estético
y gustándose ligó los muletazos despatarrado, con la pata echada adelante y la
barbilla clavada en el pecho, aunque también con un extraño toque de frialdad.
Por el lado derecho tan solo al principio de la faena pudo lucir con la misma
intensidad, aunque los remates por arriba y por abajo complementaron una interesante
faena, abrochada con joselillinas expuestas. Lo malo fue el espadazo tan
trasero, que puso apenas en tela de juicio la oreja que cortó, que de caer la
espada más adelante hubiese sido muy justa. Garrido, al natural El quinto de la tarde, Hermoso Cariño –n. 244, 535 kg.–, fue un toro muy bien presentado
que desde su misma salida hizo cosas muy extrañas en la querencia. Se giró buscándola
antes de que se cerrara la puerta de toriles, y apeas después de una vuelta al
anillo se aquerenció en aquel terreno. Tras del puyazo fue muy difícil sacarle
de ahí, donde se desarrolló el segundo tercio. Garrido pudo hacer poco después
de cambiar al toro de terreno, tan solo para que pronto terminara de nuevo en la
puerta de chiqueros. Algunos detalles al hilo de las tablas y a matar. Dos
pinchazos pasaportaron al toro con nombre de canción y hubo silencio para
despedir al torero.
También por el derecho dejó su tarjeta de presentación el extremeño El hidrocálido Diego Sánchez confirmó su alternativa con Brillante –n. 230, 477 kg.–, bajito y recortado pero bien hecho. Con
él, el delgado diestro tuvo algunos destellos de verticalidad y largueza, pero
en general lució encimista, pasando fatigas para encontrar la distancia
adecuada. Verdor, pues, a pesar de su serenidad, del torero que no pudo
asegundar las buenas cosas que de él nos llegan desde las plazas del área de Aguascalientes.
Mató de estocada entera poco eficaz.
La cesión de trastos El sexto, Nazareno
–n. 259, 325 kg.– , fue muy mal picado por Juan Cobos, e hizo pasar un mal
rato a los banderilleros. El joven Sánchez tuvo una actuación exprés con poco
para reseñar, defendiéndose sin confiarse ante un toro quedado y orientado. Logró
despachar al toro antes de que le callera el aviso en tiempo corto, y nos mandó
a nuestros hogares temprano, cosa que le agradecemos.
El próximo domingo reaparecerá Andrés Roca Rey en la Monumental, uno
de los pocos cosos del mundo donde no ha triunfado. Irá por delante
Diego Silveti, y completará el
cartel Luis David Adame. ¿Le cambiarán
la cara a la temporada los toros de La
Joya? *Fotos: Luis Humberto García "Humbert".
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