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Tercera
novillada, segunda con caballos de la Temporada
Novilleril 2018 “Soñadores de Gloria”.
En tarde-noche muy agradable, con una muy pobre entrada (menos de 2000
personas), saltaron ocho novillos al ruedo. Se lidiaron cinco del hierro
titular de La Soledad, que se
dejaron meter mano, aunque sin mucha emotividad. El segundo de la tarde fue premiado
con arrastre lento. El quinto se descordó, y fue devuelto, lo mismo que el
sustituto de Monte Caldera, que se
despitorró. Finalmente se lidió un novillo deslucido y soso este hierro. Actuaron
los siguientes novilleros: Manuel Gutiérrez: pitos tras tres avisos, y palmas. Francisco Martínez: oreja, y palmas tras dos
avisos. José Sainz: saludo en el tercio, y oreja. Se guardó un
minuto de aplausos en memoria del ganadero Cuco
Peña, y la joven colega fotógrafa Daniela
Magdaleno, fallecidos recientemente. Martínez y Sainz llamaron la atención. Foto: @LaPlazaMexico Un festejo sin perfección, pero con muchas
emociones. ¿Qué más debería ser una novillada? Por lo menos en la Plaza México,
no mucho más que un demostración de avances, de conceptos, de formas de
entender el toreo, con la entrega propia de un chaval. Entrega que mete a los
tendidos con los jóvenes toreros, y que crea emoción, pasión, y esperanza. Un
espectáculo así conserva el nivel de exigencia propio de chavos que empiezan, y
también la categoría de la plaza. En esta ocasión el embudo de Insurgentes censuró
al prospecto con menos condiciones para hacer frente al compromiso, y recibió
con alegría a los dos toreros más hechos. Los novillos de La Soledad permitieron una linda tarde con su movilidad y su nobleza, pero sin duda les faltó casta, acometividad, y bravura.
Manuel Gutiérrez firmó una actuación sin pies ni
cabeza ante Ebanista, novillo emotivo
y con movilidad, muy suelto de salida, que terminó fijándose en la muleta. Sin
embargo, tenía cierta tendencia a recostarse y complicarle las cosas al
novillero, que simplemente no tuvo forma de mandar y sobreponerse. Hacia el
final de la lidia el morito desarrolló sentido definitivamente, y el hidrocálido
optó por el recurso de hincarse e intentar las bernadinas, que nunca le
salieron, pero que casi le cuestan dos percances serios. La rechifla fue más
que generalizada en este momento, a diferencia del desastre con la espada,
cuando la gente se mantuvo comprensiva mientras sonaban los avisos. Algunos
pitos. Lidiando al cuarto consiguió enderezar el
rumbo un poco, con base en el valor que le desborda el cuerpo, y en quedarse
firme y parado, y toreando por el lado derecho. El tendido le reconoció su
voluntad de estar bien en su justa medida, considerado que hace falta mucho más
que valor para sobresalir como torero. Esto contrasta fuertemente con la
actitud del chico, que se jalea una enormidad cada tanda, provocando burla en
los tendidos. Otros detalles poco toreros, como salir desmonterado a recibir al
novillo (por condición médica que no fue anunciada a la concurrencia), y otros,
configuran un panorama poco halagüeño. No obstante, el joven Gutiérrez logró
sacar algún saldo a favor de lo que al principio pintaba para un naufragio. La primera grata sorpresa de la tarde vino en
cuanto Francisco Martínez se abrió
de capa para recibir a Farolero –n. 347,
442 kg.– segundo de la tarde. Un buen manojo de verónicas y media con mucha
planta de torero, de muy buena factura. La México tomó nota desde el principio y
le empujó con alegría. En las banderillas gustó y lució, avivando la esperanza
del aficionado. En el último tercio hizo las cosas muy bien, aunque un poco a
menos en cuanto a la emoción se refiere, pero mostrando su solvencia técnica
ante un toro poco emotivo. La faena calentó de nuevo con el cierre por
bernadinas, rematado con una arrucina impresionante, y un estoconazo. Extraordinaria
la suerte, que provocó que Farolero rodara sin puntilla. El arrastre lento, un
poco exagerado. Dos novillos, uno del hierro titular y otro
de Monte Caldera, volvieron a los
corrales antes de que finalmente se lidiara Luminoso
–n. 14, 442 kg–, prácticamente un toro, aunque muy débil. Los puntos
culminantes de la labor del sanmiguelense fueron las banderillas (un buen
cuarteo, y el violín ligado con un cuarteo muy en la cara en el que no pudo dejar
los palos, y otro cuarteo), y la firmeza de la labor muleteril. Sin duda
quedaron ganas de volverle a ver con mejor suerte y más rodaje. Mató tras de
pinchar y fue ovacionado. Sereno –n. 328, 430 kg—fue el primero
del lote de José Sainz, que apenas
pudo dejar patente su enorme calidad, sobre todo recibiendo por sabrosísimas
verónicas. El tendido entendió de inmediato a este joven, y sobresalieron las
ganas de verle. No obstante, la faena no pudo ir a mucho más, principalmente
por la escasa fuerza y recorrido del
novillo. Sereno se quedó cada vez más
corto, y disminuyó el calado de su labor entre la gente. Mató de estocada
rinconera y fue ovacionado. Cerró plaza Cartero –n. 337, 442 kg.–, que saltó al callejón lastimando a Jorge
Luna en el burladero de la porra, mismo que rompió. En el último tercio vimos
lo mejor de Sainz, pinturero, de buen gusto en el trazo y en la interpretación.
Hubo tandas ligadas y detalles torerísimos, sobre todo cambiándose de mano y rematando
por abajo. El corte del chico sin duda es inmejorable para el gusto de La México,
con reposo, estética, y momentos de gran calado. La plaza se cimbró, sobre todo
en el precioso cierre de faena, caminándole a la res. En lo que respecta al
novillo, este pasó muchas veces, con nobleza y repetición, pero se entregó poco,
mermando la transmisión del trasteo. En todo caso fue la faena con más
estructura, cuerpo, y forma de labor de triunfo de la tarde, a pesar de que el
trasteo fue básicamente por el lado derecho. Mató de estocada defectuosa, y
cortó una oreja. Así terminó un festejo por demás interesante,
muestra de que una temporada de novilladas, aún en momentos de plena crisis, y
de una desconfianza crónica del sector, puede ser un espectáculo muy atractivo.
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