Ante la ausencia del toro, evoquemos al toro

Parece ser, a falta de confirmación, que hubo dos espectadores que no se desesperaron en la tarde de los Torrehandilla, con sus correspondientes parches. Animales infumables, anovillados, descastados, sosos, flojos, imposibles de picar, pero en los que todavía hay quién a pesar de todo esto, quién se atreve a afirmar que se podían torear. Que dónde dice torear, quizá debería poner, dar pases. Que Daniel Luque, Galván y Álvaro Lorenzo solo fueron capaces de trapacear con insufrible vulgaridad y con maneras que igual entusiasman en otros lares, es evidente; tanto pedir el borrego feble y cuándo les sale, miran extrañados a los que les piden un poquito más de todo. Que ya digo, el problema es que se les han escapado toros con embestidas aprovechables. Que esto es como aquello de: admitimos pulpo cómo animal de compañía. Será que ya no les quedaban balas en el cargador, las gastaron todas contra la mansada de Dolores Aguirre, pasando por alto algo tan trascendental como el que eran todos. No se admite lo malo y se justifica lo peor. Parece como si taurinos, público y hasta algunos aficionados se hubieran entregado decididamente para borrar del mapa cualquier obstáculo que pudiera complicar la vida a los de luces y con tal fin hubieran emprendido una encendida campaña para hacer bullyng al toro.