Juan Manuel de Prada asegura que: Hay una vida invisible, subterránea como un venero, por debajo de esta vida que creemos única e invulnerable, o quizá sobrevolándola, como una ráfaga que parecía inofensiva y que, sin embargo, se inmiscuye en los huesos, dejándonos su beso estremecido. 

Yo le creo. No somos mayoría, pero quienes latimos al mugir del toro vivimos esa vida invisible, a veces de seda y oro, otras catafalco pero enardecida hasta decir basta. Aunque invisible, esa vida nos permite ser conscientes de que no hay manera de salir ilesos de una fiesta tan compleja como radiante.

Por ello a pesar de su juventud, Roberto Román lo tiene asimilado. Regresa a la Plaza de Toros Arroyo el próximo sábado, los avisos sonados hace un año están sepultados; la considera bonita y la equipara con la Plaza de Toros San Marcos de su natal Aguascalientes puesto que ambas son escenarios donde la afición tiene la oportunidad de conocer a los novilleros y hacerlos parte de su gusto; además se siente acogido en ella y agradece lo comprensiva que es la afición puesto que Arroyo tiene fuerza y es un escaparate para colocarse en la Temporada Chica de La México.

La locura nos asusta porque nos habla de esa parte de nosotros que desea morir.*

En La Florecita estuvo a punto de volvernos diabéticos dijera un gran amigo, el muchacho generó ambiente porque salió con el mundo puesto por montera, sin embargo afirma no buscar el tremendismo es simplemente que no está feliz si se mueve, quiere mantenerse quieto; no hay porqué dudar de su palabra menos aun de su valor a toda prueba, aquella tarde le abrió las puertas de la ganadería de Julián Handam donde le echaron tres vacas. Ello le ha permitido complementar su preparación, así como el novillo que toreó el sábado pasado de Arturo Castorena; pero ahí no se agota su formación, ha trabajado también la mentalidad, comenta que prefiere estar consciente de lo que pasa, las implicaciones de dedicarse a esta profesión, no permitir engañarse pues en el toreo debe haber verdad. Y pese a que los ladrillos están puestos para subirse, su familia es quien le sujeta al piso.

Roberto Román en La Florecita

Roberto Román sabe que le falta camino por recorrer, aunque su técnica aun no es la mejor ha intentado depurarla para entender mejor al toro; en el caso particular del ruedo de Arroyo se siente preparado, quiere estar rápido en la cara del toro antes que éste se quede en los medios.

Los hombres no necesitan tanto la esperanza como el miedo para sentirse vivos.*

Al novillero hidrotermopolitano le dan miedo las alturas, confiesa que pasa más aceite en el burladero de matadores que en el ruedo. Desea una pelea sana el próximo sábado y se comunicó a esta tribuna con el propósito de “agradecer a la afición de México que me ha llevado hasta aquí e invitarlos a que asistan a Arroyo”.