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21/10/2018
  (Ciudad de México) Petardo del exigentísimo juez Braun negándole la segunda oreja a Francisco Martínez. Estupenda novillada de Barralva
 
Firma: Jorge Eduardo
 
     
 

Décimo segunda y última novillada de la Temporada Chica 2018, y del ciclo Soñadores de Gloria 2018. Tarde nublada, con breves episodios de lluvia, frío, y unas dos mil quinientas personas en los tendidos. Se lidiaron seis novillos de Barralva, que cumplieron de presencia, y que dieron buen juego en términos generales. El quinto de la tarde fue premiado con arrastre lento por el juez, y con la vuelta al ruedo por el tiro de arrastre. Actuaron los siguientes novilleros:

José María Hermosillo: silencio en su lote, aviso en el primero.

Francisco Martínez: al tercio tras aviso, y una oreja.

Sebastián Ibelles: al tercio, y palmas.

Destacó bregando Adolfo Sánchez.

La peña taurina Mal de Montera de Guadalajara entregó el estoque de plata a Martínez al terminar el festejo.


Francisco Martínez en imagen de archivo.

El líder del escalafón se creció, dio el estirón, levantó la mano, se candidateó, convenció, justificó su sitio de privilegio en la novillería nacional. Por su parte, José María Hermosillo no fue capaz de secundar su triunfo de hace quince días, a la vez que Sebastián Ibelles se mostró como un prospecto prometedor, con sello y desparpajo. En contraparte, el elemento gris lo puso el juez de plaza Enrique Braun, que bien enfundado en su papel de autoritario, más de que autoridad, negó la segunda oreja que con todo merecimiento debió soltar.

Poco le vimos al hidrocálido José María Hermosillo, de quien se esperaba mucho tras del jabón que le dio a su paisano Gutiérrez hace dos semanas. Lució con oficio, con porte, pero, tal vez, con demasiada presión encima. Justo cuando sus procedimientos lo encaminan al éxito artístico taurino, luce súbitamente embarullado, acelerado, y desordenado. Se engatilla y opta por acortar las distancias, por echarse encima de los bureles, y por echar mano de mil recursos. Cara opuesta a la de hace quince días, cuando, muy suelto en su quehacer, se gustó haciendo el toreo. Tampoco estuvo acertado con los aceros. Su lote se compuso de los novillos Otoñero –n. 549, 450 kg.–, y Padrino –n. 542, 440 kg.–

Francisco Martínez se llevó el gato al agua. El sanmiguelense líder del escalafón tuvo actuaciones decorosas a lo largo de todo el serial en las distintas plazas en las que actuó. Sin embargo, el palo se hizo esperar. Nos constaba que tiene los recursos, las formas, y el oficio suficiente para pegarlo, no obstante, por alguna razón no le había salido todo con un solo toro. Eso pasó de nuevo con el segundo de la tarde, Comadroso –n. 551, 438 kg.–, novillo que hizo cosas de manso tremendas de salida, bardeando las tablas, buscando en el callejón, suelto, doliéndose, malos augurios en términos generales. El piquero que guardaba la puerta le cazó y le sujetó en tremendo puyazo, eficaz y bueno, escena que se repitió en la contra. Bien picaron Ángel Juárez en la querencia y Fermín Salinas en el burladero de matadores.

La buena labor de los montados fue el punto de quiebre para que el novillo rompiera a bueno. No obstante, el segundo tercio fue crucial, en el que vimos torear y banderillar con lucimiento y con gusto. El capote seguro, eficaz, oportuno, suave y terso de Adolfo Sánchez protagonizó una estupenda brega que pasó desapercibida para el público, una auténtica labor de maestro, de coloso de las infanterías, a diferencia de otros figurines de plata que solo quieren lucir. Y qué decir del sanmiguelense, que ahora sí se gustó con los garapullos. Vaya par de tercios que nos regaló en ambos turnos, variado, valiente, con exposición y verdad, alejado de los tópicos que tanto han desprestigiado a los toreros banderilleros en las últimas épocas. Se le habían negado las banderillas en La México, y en esta ocasión las bordó.

En el último tercio Comadroso era otro. Bravo, encastado, alegre, boyante, apretando pero en entregado, sin desarrollar sentido. Tal vez la única mácula fuese que era un poquito tardo. Eso implica que tenía teclitas por tocar, lo que dificultó la labor del originario de donde la vida no vale nada, que poco a poco gana sitio y rodaje, pero que aún está en desarrollo. No obstante hubo buenos momentos, sobre todo por el pitón derecho, en virtud de que por el lado izquierdo había que pisarle mucho el terreno, y reponer para quedar bien colocado, cosa nada fácil frente a la locomotora que fue el negro zaino. Mató con el verduguillo tras un aviso, y saludó en el tercio.

De menos a más estructuró fue el gran trasteo de Francisco Martínez, segundo espada de la función, con el quinto de la tarde. Maitecito –n. 545, 453 kg.–, último de una dilatada zaga de toros del hierro queretano, parecía transmitir poco de salida, y al inicio del último tercio. La gente observó con respeto, coreando apenas, el saludo por verónicas del joven guanajuatense, extenso y muy templado, pero que acusaba la falta de emotividad de la res, que no obstante fue embistió con nobleza y claridad desde el inicio. La cosa fue para arriba a partir de las banderillas, que volvió a cubrir con valentía, exposición, y variedad. Auténticamente se entregó la Plaza México.

El último tercio fue un trasteo muy de menos a más. Tuvo calma Martínez, ligó muchos muletazos, templado y suave, acariciando, consintiendo, tal vez con un poco de incomprensión del público mientras metía al nobletón en la muleta. Hacia la mitad de la faena, una tanda larga de naturales más bien intermitentes fueron el preambulo de los derechazos con los que rompió la faena. Ahora sí se empleó, humillado, el de Barralva. El guanajuatense por su parte se gustó cada vez más, se emborrachó de torear, y lo hizo sobre todo por el lado izquierdo. Vaya dos o tres tandas las que cuajó por ese lado, los pases de pecho, sobresalientes, y ni qué decir de los desdenes, de los que vimos, por lo menos, media docena, buenos todos. La locura en los tendidos, entremezclados entre los de cada ocho días, y un buen porcentaje de sanmiguelenses apoyando a su torero.

¿Por qué el señor juez Braun no entregó la segunda oreja? Lo desconocemos. Martínez hizo romper a bueno al novillo, que fue, si se me permite la comparación, parecido en condiciones al cuarto, con el que Hermosillo estuvo muy desacertado. Tal vez le pareció que la faena no tuvo la intensidad necesaria desde el inicio, cosa que poco probable, pues múltiples rabos han caído en La México en faenas de mucho menos a mucho más. Tal vez el pretendido cierre de faena, una dosantina malograda, le emborronó el entendimiento al señor juez. Vaya usted a saber a ciencia cierta, pero lució protagonista y cretino, a consecuencia de lo cual terminó el festejo con la progenitora bien rayada, a coro y estrepitosamente, por el tendido de La México. Ojalá se pongan así de estrictos en la venidera Temporada Grande. La estocada, por cierto, fue entera, fulminante y en todo lo alto. Esplendido el arrastre lento para el novillo, que de algún modo se convirtió en vuelta al ruedo.

Sebastián Ibelles se mostró como una estupenda promesa. Un chico que se siente torero y se gusta, que tiene personalidad, desparpajo, es descarado, y tiene sentido del espectáculo y la torería. Intenta el toreo largo, sabroso, ligado, rematado muy por detrás de la cintura. Buenos elementos, sin duda, además de cierta pinturería con el capote. Lo mejor de su actuación lo vimos con Licenciado –n. 510, 426 kg.–, al que quitó formidablemente por cordobinas, y después le pudo extraer muletazos en redondo, gallardos y ligados, además de algunos episodios ligados. Sobre todo por el lado derecho, ligando las dosantinas templadas, rematadas por alto, gustándole a la gente, alegre y espectacular, pero serio. Sin embargo, Ibelles luce un poco desordenado frente a los novillos, todavía verde, pero con muchas posibilidades de proyección. Erró con los aceros, y saludó en el tercio

Cerró plaza Tío –n. 437, 447 kg.– seguramente el mejor presentado de la novillada, con buenos detalles, pero un tanto débil y tardo. Sebastián ya no pudo sobreponerse y entrar en el gusto del público, todavía saboreando una faena muy rotunda, que todavía luce lejos de las capacidades del mexiquense, que además estuvo desajustado.

Así terminó otra temporada de novilladas. Emocionante y esperanzadora como es usual, pero de escasa resonancia mediática. Enhorabuena a todos los participantes de Soñadores de Gloria, por regalarnos un año lleno de toros, justo cuando menos toros se dan en la república. A lo que sigue, pues... ¡Nos vemos en la Temporada Grande!      

 
     
   
     
   
     

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