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Décimo segunda y última novillada
de la Temporada Chica 2018, y del
ciclo Soñadores de Gloria 2018. Tarde nublada, con breves episodios
de lluvia, frío, y unas dos mil quinientas personas en los tendidos. Se
lidiaron seis novillos de Barralva,
que cumplieron de presencia, y que dieron buen juego en términos generales. El
quinto de la tarde fue premiado con arrastre lento por el juez, y con la vuelta
al ruedo por el tiro de arrastre. Actuaron los siguientes novilleros: José María Hermosillo: silencio en su lote, aviso en el
primero. Francisco Martínez: al tercio tras aviso, y una oreja. Sebastián Ibelles: al tercio, y palmas. Destacó bregando Adolfo Sánchez. La peña taurina Mal de Montera de Guadalajara entregó el estoque de plata a Martínez al terminar el festejo. Francisco Martínez en imagen de archivo. El líder del escalafón se creció,
dio el estirón, levantó la mano, se candidateó, convenció, justificó su sitio
de privilegio en la novillería nacional. Por su parte, José María Hermosillo no
fue capaz de secundar su triunfo de hace quince días, a la vez que Sebastián
Ibelles se mostró como un prospecto prometedor, con sello y desparpajo. En
contraparte, el elemento gris lo puso el juez de plaza Enrique Braun, que bien enfundado en su papel de autoritario, más
de que autoridad, negó la segunda oreja que con todo merecimiento debió soltar.
Poco le vimos al hidrocálido José María Hermosillo, de quien se esperaba
mucho tras del jabón que le dio a su paisano Gutiérrez hace dos semanas. Lució
con oficio, con porte, pero, tal vez, con demasiada presión encima. Justo
cuando sus procedimientos lo encaminan al éxito artístico taurino, luce súbitamente
embarullado, acelerado, y desordenado. Se engatilla y opta por acortar las
distancias, por echarse encima de los bureles, y por echar mano de mil
recursos. Cara opuesta a la de hace quince días, cuando, muy suelto en su
quehacer, se gustó haciendo el toreo. Tampoco estuvo acertado con los aceros. Su
lote se compuso de los novillos Otoñero –n.
549, 450 kg.–, y Padrino –n. 542, 440
kg.– Francisco Martínez se llevó el gato al agua. El
sanmiguelense líder del escalafón tuvo actuaciones decorosas a lo largo de todo
el serial en las distintas plazas en las que actuó. Sin embargo, el palo se
hizo esperar. Nos constaba que tiene los recursos, las formas, y el oficio
suficiente para pegarlo, no obstante, por alguna razón no le había salido todo
con un solo toro. Eso pasó de nuevo con el segundo de la tarde, Comadroso –n. 551, 438 kg.–, novillo que
hizo cosas de manso tremendas de salida, bardeando las tablas, buscando en el
callejón, suelto, doliéndose, malos augurios en términos generales. El piquero
que guardaba la puerta le cazó y le sujetó en tremendo puyazo, eficaz y bueno,
escena que se repitió en la contra. Bien picaron Ángel Juárez en la querencia y Fermín
Salinas en el burladero de matadores. La buena labor de los montados
fue el punto de quiebre para que el novillo rompiera a bueno. No obstante, el
segundo tercio fue crucial, en el que vimos torear y banderillar con lucimiento
y con gusto. El capote seguro, eficaz, oportuno, suave y terso de Adolfo Sánchez protagonizó una
estupenda brega que pasó desapercibida para el público, una auténtica labor de
maestro, de coloso de las infanterías, a diferencia de otros figurines de plata
que solo quieren lucir. Y qué decir del sanmiguelense, que ahora sí se gustó
con los garapullos. Vaya par de tercios que nos regaló en ambos turnos,
variado, valiente, con exposición y verdad, alejado de los tópicos que tanto
han desprestigiado a los toreros banderilleros en las últimas épocas. Se le habían
negado las banderillas en La México, y en esta ocasión las bordó. En el último tercio Comadroso era otro. Bravo, encastado,
alegre, boyante, apretando pero en entregado, sin desarrollar sentido. Tal vez
la única mácula fuese que era un poquito tardo. Eso implica que tenía teclitas
por tocar, lo que dificultó la labor del originario de donde la vida no vale nada, que poco a poco
gana sitio y rodaje, pero que aún está en desarrollo. No obstante hubo buenos
momentos, sobre todo por el pitón derecho, en virtud de que por el lado
izquierdo había que pisarle mucho el terreno, y reponer para quedar bien
colocado, cosa nada fácil frente a la locomotora que fue el negro zaino. Mató
con el verduguillo tras un aviso, y saludó en el tercio. De menos a más estructuró fue el
gran trasteo de Francisco Martínez,
segundo espada de la función, con el quinto de la tarde. Maitecito –n. 545, 453 kg.–, último de una dilatada zaga de toros
del hierro queretano, parecía transmitir poco de salida, y al inicio del último
tercio. La gente observó con respeto, coreando apenas, el saludo por verónicas
del joven guanajuatense, extenso y muy templado, pero que acusaba la falta de
emotividad de la res, que no obstante fue embistió con nobleza y claridad desde
el inicio. La cosa fue para arriba a partir de las banderillas, que volvió a
cubrir con valentía, exposición, y variedad. Auténticamente se entregó la Plaza
México. El último tercio fue un trasteo
muy de menos a más. Tuvo calma Martínez, ligó muchos muletazos, templado y
suave, acariciando, consintiendo, tal vez con un poco de incomprensión del público
mientras metía al nobletón en la muleta. Hacia la mitad de la faena, una tanda
larga de naturales más bien intermitentes fueron el preambulo de los derechazos
con los que rompió la faena. Ahora sí se empleó, humillado, el de Barralva. El
guanajuatense por su parte se gustó cada vez más, se emborrachó de torear, y lo
hizo sobre todo por el lado izquierdo. Vaya dos o tres tandas las que cuajó por
ese lado, los pases de pecho, sobresalientes, y ni qué decir de los desdenes,
de los que vimos, por lo menos, media docena, buenos todos. La locura en los
tendidos, entremezclados entre los de cada
ocho días, y un buen porcentaje de sanmiguelenses apoyando a su torero. ¿Por qué el señor juez Braun no entregó la segunda oreja? Lo
desconocemos. Martínez hizo romper a bueno al novillo, que fue, si se me
permite la comparación, parecido en condiciones al cuarto, con el que Hermosillo
estuvo muy desacertado. Tal vez le pareció que la faena no tuvo la intensidad
necesaria desde el inicio, cosa que poco probable, pues múltiples rabos han caído
en La México en faenas de mucho menos a mucho más. Tal vez el pretendido cierre de faena, una dosantina malograda, le
emborronó el entendimiento al señor juez. Vaya usted a saber a ciencia cierta,
pero lució protagonista y cretino, a consecuencia de lo cual terminó el festejo
con la progenitora bien rayada, a coro y estrepitosamente, por el tendido de La
México. Ojalá se pongan así de estrictos en la venidera Temporada Grande. La
estocada, por cierto, fue entera, fulminante y en todo lo alto. Esplendido el
arrastre lento para el novillo, que de algún modo se convirtió en vuelta al
ruedo. Sebastián Ibelles se mostró como una estupenda promesa. Un
chico que se siente torero y se gusta, que tiene personalidad, desparpajo, es
descarado, y tiene sentido del espectáculo y la torería. Intenta el toreo
largo, sabroso, ligado, rematado muy por detrás de la cintura. Buenos
elementos, sin duda, además de cierta pinturería con el capote. Lo mejor de su
actuación lo vimos con Licenciado –n.
510, 426 kg.–, al que quitó formidablemente por cordobinas, y después le pudo
extraer muletazos en redondo, gallardos y ligados, además de algunos episodios
ligados. Sobre todo por el lado derecho, ligando las dosantinas templadas,
rematadas por alto, gustándole a la gente, alegre y espectacular, pero serio. Sin
embargo, Ibelles luce un poco desordenado frente a los novillos, todavía verde,
pero con muchas posibilidades de proyección. Erró con los aceros, y saludó en
el tercio Cerró plaza Tío –n. 437, 447 kg.– seguramente el mejor presentado de la
novillada, con buenos detalles, pero un tanto débil y tardo. Sebastián ya no
pudo sobreponerse y entrar en el gusto del público, todavía saboreando una
faena muy rotunda, que todavía luce lejos de las capacidades del mexiquense,
que además estuvo desajustado. Así terminó otra temporada de
novilladas. Emocionante y esperanzadora como es usual, pero de escasa
resonancia mediática. Enhorabuena a todos los participantes de Soñadores de Gloria, por regalarnos un
año lleno de toros, justo cuando menos toros se dan en la república. A lo que
sigue, pues... ¡Nos vemos en la Temporada Grande!
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