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Visite nuestra ficha del festejo. Solo un toro de Julián Hamdan (¡De Julián Hamdan!) rompió con el tedio de una
corrida completamente descastada de La Estancia. En seis toros fueron
escasas las opciones de lucimiento para los espadas, quienes además lucieron
cortitos de recursos para remontar la situación, lo mismo con el malo que con
el bravo en el caso de Castella.
Quizás tan solo Diego Silveti pudo
salir de esa tónica con base en el toreo de arrojo que le conocemos bien. En
resumen, tan solo vale la pena subrayar la presentación de la corrida del
aspecto ganadero, pues fue muy seria excepto por el sexto de la tarde.
Ignacio Garibay tuvo una despedida que fue casi una figura de su carrera.
Tuvo pasajes de mucha calidad, de reconocimiento unánime entre el tendido, en
el que lucieron su enorme calidad en el capote y sus buenas formas con la
muleta, pero que no se pudieron redondear en faenas. Al capitalino nunca le
alcanzó la ambición para dar el estirón y ponerse en figura, sin embargo, era
un torero muy atractivo que ofrecía variedad a los carteles. No se cortó la
coleta, pues lo hará próximamente en Aguascalientes. La carrera de Ignacio Garibay con el sabor agridulce del que pudo ser Costuras del alma –n. 53, 492 kg. –, negro listón, cortito de caja, hondo,
enmorrillado, y delantero vuelto, fue el abreplaza. El bicho se empleó en las
telas desde el bello recibo por lances, a los que acudió humillado, arando la
arena con los belfos. Garibay consiguió tandas ligadas por el lado derecho, con
los muletazos limpios y templados hasta el último tiempo, cuando el burel
encontraba la tela con el pitón. Por el lado izquierdo de plano no pudo
imponerse Nacho, que tan solo extrajo un par de naturales sueltos entre sendas
tandas atropelladas. La gente, sin embargo, estaba con él, y tan solo algunos
tímidos gritos de “toro” surgieron por ahí. Mató de tres cuartos de acero y
cortó una oreja más bien cariñosa.
Calidad de Nacho Garibay, siempre. Por mandiles con el de la despedida El de la despedida fue un toro de menos condiciones, bautizado con el cursi
nombre de Matita de romero –n. 42,
545 kg. –. De su lidia es destacable el estupendo quite por tafalleras,
revolera, y tomasinas, cuajado tras de que el cárdeno saliera de los caballos
sin apenas hacer sangre. En el último tercio fue manifiesta la debilidad del
toro, a pesar de sus ganas de embestir. A consecuencia de ello, Garibay debía
llevarlo muy suave y a media altura, mermando. El mejor momento de la faena fue
una tanda bajo el doliente son de Las Golondrinas, con la plaza
iluminada por un espectacular halo crepuscular decreciente, y las luces de los
teléfonos de la afición. Fue ella por el
pitón derecho, rematada por un pase de pecho antes de un desplante, que se
convirtió en un pase por alto ligado con el desdén. Después de eso vimos muy
poco, y el de la despedida optó por abreviar, matando de estocada tendida tras
pinchazo. Cortó otra oreja.
¡Hasta siempre! Sebastián Castella no tuvo la mejor de sus tardes en México. Noveno sitio
del escalafón español, la carrera del diestro de Beziers se ha diluido poco a
poco. Aunque está lejos de aquel torero arrollador de mediados de la década
pasada, conserva su cartel como diestro taquillero en México. Tal situación la
corrobora la buena entrada de este domingo, en el que unas dieciséis o
diecisiete mil personas se dieron cita en el embudo, justo en un día sumamente
cargado de grandes eventos en la capital. A la primera parte del argumento la
validan la triste lidia de Leyenda del tiempo
–n. 43, 499 kg. –, castaño jirón, con cierto geniecillo, al que Castella
despenó tras tres minutos de ponerse enfrente. Escuchó algunos pitos.
El quinto de la función fue Calle Real
–n. 26, 528 kg. –, un toro muy serio y muy bonito de hechuras, descolgadito
de cuello, negro listón. No obstante, fue un toro sosito y con peligro sordo,
que iba dormido en la muleta, pero que le avisó a Castella en dos o tres
ocasiones que iba a por él. El francés consiguió algunos buenos momentos con
base en su verticalidad y quietud, sobre todo en el inicio por estatuarios, muy
clásico de su toreo. No obstante la faena no pudo crecer al no existir ligazón,
ni continuidad. Mató de pinchazos y un descabello para taparse en silencio. Sebastián Castella ha pasado mejores momentos en el albero capitalino El mejor toro de la función fue el regalo de Julián Hamdan, bonito de
tipo pero de aspecto juvenil, enmorrillado y construido hacia arriba,
cornivuelto y astifino. Se llamó Tiempo sabio
–n. 7, 504 kg. –, y desde la salida permitió un sobresaliente recibo por
verónicas de Sebastián Castella,
además de que se empleó en el caballo y tuvo movilidad en banderillas. Fue,
pues, un toro con emotividad, codicia, recorrido, fijeza, repetición,
humillación, y prontitud por ambos pitones. Un toro, pues, encastado, ninguna
perita en dulce, sino un toro bueno al que había que poderle. El galo pintaba
para armarle un lío gordo, sobre todo durante su inicio rodilla en tierra, en
el que el toro acudía queriéndose devorar la muleta, como un ferrocarril.
Menos que discreto de presencia, pero sobrado de virtudes el toro de regalo El resto de la faena fue un tanto más complicado para el torero, que tras
de una tanda por la derecha alternó los lados, descubriendo una embestida un
tanto más pastueña por el lado siniestro, por el que Sebastián cuajó una
tandita discreta. Por el lado derecho le costó poderle, en el terreno del
tercio a la altura del palco del juez, donde intentó toda la faena, que nunca
vino a más a pesar de la duración del toro, al que nunca metieron en la muleta.
Castella lo pasaportó de estocada perpendicular y contraria, que no hizo
efectos inmediatos por sus deficiencias. Jesús
Morales, juez de plaza, se guardó atinadamente el segundo pañuelo que
exigía una fracción no mayoritaria del foro, pero le pasó de noche el
comportamiento de Tiempo sabio.
En el ámbito de las noticias sorprendentes, sobresale que a Diego Silveti no le tocó en suerte el mejor
lote del festejo, tal vez por primera ocasión desde su confirmación de
alternativa. El tercero fue Vente a razones
–n. 32, 515 kg.–, muy serio, con el que solo pudo lucir el guanajuatense en el
quite por gaoneras. En la muleta el juego del toro fue de una debilidad
manifiesta, en la que Silveti debió mantenerse al hilo del pitón, cuidando al
toro a media altura. Poca recompensa para Diego Silveti El sexto, Duquende –n. 46, 498
kg.–, un castaño prácticamente aldinegro, también pobre de juego. Silveti debió
poner su valor y su estoicismo característicos, muy al estilo de su tío Alejandro,
para conectar con el público. El punto álgido de su actuación fueron unas
bernadinas de escalofrío rematadas con un bonito desdén pegado a tablas. A ambos
toros los mató bastante mal, sin decisión para tirarse al volapié, sino más
bien esperando meter la espada a un tiempo con toros que no apretaban lo
suficiente para lograrlo. En
consecuencia, escuchó sonoros pitos tras aviso en el primero, y palmas tras
pinchar dos veces en el sexto.
El próximo domingo, en punto de las 16:30 horas, partirán plaza el
rejoneador Andy Cartagena, y de a
pie los hidrocálidos Arturo Macías y
el novel Leo Valadéz. Se lidiarán
dos toros de Reyes Huerta, y cuatro de Arturo Gilio. Fotos: Luis Humberto García Humbert.
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