En tarde con sol de invierno se llevó a cabo la decimotercera corrida de la temporada grande en la plaza México, con poca asistencia en los tendidos.  Para ello, se dieron cita tres diestros de diferentes estilos, como diversos en juego fueron los ejemplares de la ganadería de Villa Carmela, que lucieron divida tricolor, en negro, amarillo y rojo, cada toro lleva su genio, su nobleza, y su bravura. Un gusto ver herrajes que no con frecuencia pisan esta plaza.
Los preámbulos, de la corrida fueron el homenaje al director de la banda de música de la monumental.
El espada español, Antonio Ferrera, vestido de tabaco y oro, lidió al primero de su lote, de nombre “Agradecido”, un toro negro, bragado y lucero, que recibió con lances ajustados. Ferrera, es un torero que desde el principio, le da detalles a su obra artística, alberga sentimientos doblando la cabeza al hombro izquierdo cargando la vida, luego fue por verónicas, muy templadas, mandiles, remates, le sobra repertorio; es diferente, y la diferencia es un concepto que cuesta entender. Ferrera quita el polvo a todo lance antiguo, y lo lleva a las arenas de la posmodernidad, tan es así, que agradecemos ver que confeccione el legado de Pepe Ortiz, al sacar del caballo al astado por tapatías, que el mismo toro le agradeció, con la misma nobleza de su nombre.
Brindó a toda la plaza a payos y gitanos, para ir estructurando una faena del mismo talante, por derechazos, naturales, trincherazos, cambiados, molinetes, el de pecho. Prolongó mucho el tiempo, los relojes estilo Dalí se desmayaban, se tiró a matar sin buenos resultados, un claro oscuro ocurrió, entre la fuerte ovación y el aviso desde el palco de la autoridad.
Ferrera recibe al segundo de su lote, que la vida le puso en suerte, “Luna Llena” nombre acorde con las lunas de la semana, después del histórico eclipse que se pudo contemplar. El toro fue de largo al caballo y el del castoreño condecoró su actuación.
Antonio lleva el nombre de los grandes, como Gades y Canales, porque siempre canta jondo y torea bailando en un flamenco de tablao, en plaza y con zapatillas. Siempre rompe las formas, para hacerlas de otra forma, esto significa que tiene un acento personal, torea gustándose y gustando e incluso disgustando, toca el alma de los taurófilos, en eso radica la grandeza de los artistas, mientras otros lo ven sobrado de coreografía. Su faena de inicio fue desde el estribo, de ahí se fue luciendo, mientras “Luna llena” nunca cambio a menguante, y colaboró una y otra vez, todas las tandas fueron variedad, con derechazos, molinetes, trincherazos, la muleta era un volante de una falda de flamenco carmesí.
En un momento el toro lo desarma y él, se arma de cante y entrega, lo va bordando por derechazos, en varios ciclos que fueron subiendo de tono y palmas era, una bulería. Llegó el momento de consagrar la luna y para ello, el estoque hizo los efectos tras una entera, eso sí, no limpia, pues el toro escupía rubís. Dos orejas fueron otorgadas desde el palco de la autoridad. “Luna llena” merecía mayor homenaje.
Arturo Saldivar, vistió de azul marino y plata, un terno de estilo desigual en texturas, finalmente un artista envuelto en seda y terciopelo, que recibió al de Villa Carmela, “Animoso” con unas sentidas verónicas y saltilleras, al tono con la luz de su terno bañadas de fina plata, el astado fue a caballos de largo en aplaudido tercio.
El matador hidrocálido, lleno de hechuras, buscó en el callejón al francés Francis Wolf, para brindar la muerte de su astado, fue muy aplaudida la ceremonia por la concurrencia que espera pronto ver la presentación de su filme, “Un filósofo en la arena”. Arturo estuvo empeñoso, buscó los medios para poder entender al burel, hubo momentos de mucho estilo e incluso temple en los muletazos, el toro se veía, reservón, quería escavar la arena. Marcó trincherazos, cambiados por la espalda, finalmente se tiró y pinchó, pero hizo efecto el acero, el astado dobló.
El segundo de Arturo Saldivar, “San Juanero”, un  cárdeno al que recibe de rodillas en un farol, después hace un quite por chicuelinas antiguas, pero mediante el tercio de banderillas, queda inválido en los tercios, una pena que impidió continuar la lidia.
Vino el de regalo, un ejemplar de la ganadería queretana de Xajay, que tuvo comprometida labor en banderillas por parte del subalterno, al colocar el tercer par. Saldivar emprende su faena con este cárdeno obscuro bragado, intenta comprenderlo, por el pitón derecho y el izquierdo,  pero el astado no da lo que se esperaba, después de la labor, pincha en lo alto una y otra vez. Saldivar es grande, pero no todas las tardes se deshojan claveles.
El primero de Diego Silveti, “Buen Amigo” porque los astados no son “enemigos” de los toreros, no debe decírseles así, son con los que sueñan la gloria y la consagración; de tal manera, que lo bregó con gran entendimiento, llevándolo suavemente al momento de la reunión. Lo bregó con calidad y lo remató con una media, lo llevó a las cabalgaduras y lo volvió a mediar con verónicas, se echó el capote a la espalda en el corazón de la plaza, brilló por saltilleras y una revolera muy de su estilo. En el tercio siguiente, Diego Bricio recibió una apretada ovación por la colocación de los blancos aretes, brindó a toda la plaza y con un andar cadencioso y en paz, la que da la madurez,  dejó por su propia mano la montera de cara a la arena. Un detalle, era ver su taleguilla con dos pinceladas que parecían una acuarela sobre el  bordado y la seda, intentó varias tandas, por ambos pitones, el toro no quiso dar más; pinchó doble, en un tercer intento hizo efecto tres cuartos de acero, hubo mitad silencio y sueltas palmas.
El segundo de diego Silveti, “Soñador” lo recibe por verónicas, después subrayó una media de gran sabor, en el tercio de quites,  lo llamó alegremente con el capote,  para hacer un quite por gaoneras y revoleras. El tercio de banderillas se cubre con apuros de los subalternos, para que el diestro después enfrente al astado un poco distante e incierto, ambos en el momento de la reunión, como son las relaciones al principio, finalmente el toreo es un acto de amor, de comunicación y de entendimiento. Poco a poco se emprende el diálogo que va formalizando por naturales, el burel acude y va por derechazos, mientras la noche abraza, en este invierno citadino. Diego, procura llegar a trascender con su faena. De pronto, introdujo las bernardinas, y con ello, en un instante, vino el tremendo y accidentado percance, que por las formas en que se dio, pudo ser de terribles consecuencias, puesto que estaba literalmente entre los pitones del toro, salió herido de la pierna izquierda. Viene el primer aviso, Silveti se perfila y pincha, al segundo intento sumerge la estocada y “Soñador” pasa al sueño eterno del ciclo de la vida. El “respetable público”, es “irrespetuoso”.
La noche decidió llevarse la inquieta espera para entender las razones por las que la tauromaquia recibe en su recinto espiritual, que es la plaza de toros, una amplia y multidisciplinaria gama de profesionistas, historiadores, artistas, sociólogos y un filósofo en la arena…