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04/02/2019
  (Temporada Grande-México) La Crónica del Festejo: Gran golpe en la mesa de Joselito Adame en una tarde que generó ilusión
 
Firma: Jorge Eduardo
 
     
 

Visite nuestra ficha del festejo.

Mucho se ha escrito, desde hace un buen tiempo, sobre los personajes que tenemos por figuras del toreo y sus efectos para la fiesta brava. Pablo Hermosos, Ponces, y Julis, todos se aproximan a toda velocidad a los treinta años de actividad profesional. No serán eternos, aunque a algunos, comenzando por ellos mismos, les cueste creerlo, e insistan con sus imposiciones y comodidades. En esta ocasión, para la primera corrida del aniversario 73 del gran coso, se programó un cartel de contemporáneos jóvenes, en plenitud y en situaciones diferentes, que además de ofrecer una bocanada de aire fresco a la fiesta, salieron a dejarlo todo.

El único en sitio del dueño de la fiesta, de cimiento y columna, de pilar de la fiesta fue Diego Ventura. Sin duda el rejoneador más importante de la actualidad. Lidió dos toros mal presentados de El Vergel. Además de lo pobres de trapío, fueron toros sumamente anodinos, sosos, y sin transmisión. Al primero lo rescataban sus ciertas intenciones de arrancarse al caballo y apretar de cuando en cuando, sin embargo fue Ventura el que consiguió grandes momentos aprovechando ese trote cansino. Sobresalió el toreo al estribo, a dos pistas, y un soberbio quiebro andando hacia atrás. Tuvo muchos problemas para matar al toro, y escuchó palmas tras un aviso. El abreplaza se llamó Ventoso –n. 412, 510 kg. –. El quinto fue un toro muy mal presentado, protestado, y manso de solemnidad llamado Conocido –n. 429, 539 kg. –, con el que no ocurrió nada más que una sonora rechifla al terminar su lidia. Era el momento de apretarle el changarro a Pablo, y no lo logró.


Foto: Ventura por México

A pie, la parte de la corrida de Montecristo. Seis toros que cumplieron de presencia y que en cuanto al juego, aunque desiguales, se dejaron meter mano en términos generales. Ningún dechado de nada, ni toros de bandera, pero sí una corrida con posibilidades de triunfo. Afortunadamente, los tres espadas de a pie pudieron mostrarnos un abanico de sus tauromaquias, sobre todo durante la primera parte de la corrida. Desafortunadamente, séptimo y octavo fueron los peores de la tarde.

Joselito Adame partía como el obligado a refrendar y a justificar su sitio. Alguien, además, le mandó un nutrido grupo de reventadores, allá por el segundo tendido de sombra a la altura de la contraporra, que no pararon de molestarlo toda la tarde. Mucho se ha hablado de Joselito, aquí y en otras muchas, muchísimas tribunas, y no particularmente en los mejores términos. Podrá considerársele figura del toreo o no, y mil argumentos habrán, pero no cabe duda de que es el torero más importante de la baraja taurina mexicana desde su formidable irrupción en el 2013 y 2014. Desde entonces se ha mantenido en ese sitio con notables y desconcertantes altibajos.

En esta ocasión había dos opciones, o permitirle a los reventadores que le echaran la plaza encima, o agarrar su muleta y cerrar bocas. Felizmente la raza de Joselito le permitió la segunda opción, así como su oficio y su valor. No obstante, Adame aún parece un torero indefinido, que lo mismo torea con un estupendo concepto, que se acelera y hace cosas para la galería. Así fue en su faena al primero, Agradecido –n. 100, 526 kg. –, un toro con un inicio muy frío, descompuesto y deslucido, pero que rompió a bueno. El hidrocálido le pegó sendas tandas de naturales, y un par de series de derechazos estupendas a partir de la segunda parte de la faena. Templado, despacio, vertical, ajustado, verdaderamente sobresaliente. Después estuvo un poco acelerado, pero muy torero. Partió al de Montecristo de un soberbio espadazo y cortó dos orejas muy flojitas cortesía de Jorge Ramos. Debió ser una oreja de peso.


Foto: @LaPlazaMéxico

Había que rematar la tarde ante la insistencia de los reventadores. Colorín –n. 77, 556 kg. –, sin embargo, parecía tener otros planes. De salida fue un toro con movilidad, que permitió a Joselito sus (horribles) zapopinas sobre pies. Con la muleta, lo mismo pero con sosería y deslucimiento. Aposto entonces Adame por echar el paso adelante y pegarse un arrimón de aquellos. Uno serio, emocionante, de valor a toda prueba, estoicismo, y heroísmo. De toma y daca, como bien nos dijo un gran aficionado y amigo a la salida de la plaza. En un palmo de terreno los muletazos, algunos pocos templados y estéticos, los más riñonudos y dramáticos. Mató de estocada entera, trasera y desprendida, y ante el júbilo y la locura de la Plaza México, cortó una oreja sumamente protestada, por considerar la concurrencia que merecía la segunda. Consideramos, no obstante, que esta vez el juez acertó con su premiación.

Ernesto Javier Tapia “Calitajustificó plenamente su inclusión en el cartel. No obstante, no pudo pegar el palo efectivo y real que lo mantenga en el sitio de estos festejos importantes. Era crucial conseguirlo, y superar el umbral del torero emergente, para ponerse con los de arriba. No obstante quedó bien claro que la calidad, la pinturería, la torería, el temple, el oficio, y las buenas maneras del Cala transmiten, y le llegan a la gente también cuando esta se convierte en masa. Así lo consiguió con el tercero de la tarde, Mexicano –n. 4, 561 kg. –, de buen lado derecho. El mexiquense se acomodó pronto por ese pitón, presentando su muleta bien planchada, muy de largo, hilvanando buenas tandas, algunas larguísimas, de siete u ocho muletazos, y templadas.


Foto: @LaPlazaMexico

Sin embargo faltó un puntito de rotundidad pues le costó mucho trabajo rematar, en tanto que el toro rodaba por el suelo después de aguantar tantos muletazos, dada su debilidad. Por el lado izquierdo el toro se paraba y probaba, incluso se llevó al Calita por delante en un intento de adornarse. Dueño de la escena, personalísimo, y con recursos, optó el diestro por los muletazos de pitón a pitón con la muleta en la zurda. Torerísimos, algunos prácticamente cromos, que la gente valoró y aplaudió, aunque no le transmitieron como deberían. Mató de estocada entera, y su cuadrilla, contagiada del nerviosismo del torero, insistió en una labor de enterramiento contraproducente y acelerada, que no le permitió doblar al toro. Escuchó un aviso después de cuatro descabellos. Saludó clamorosamente en el tercio.

Hizo séptimo Giraldo –n. 130, 552 kg. –, un toro deslucido, con la cabeza arriba, paradito, con el que el Calita tuvo pocas posibilidades. Sobresalieron algunos derechazos sueltos, y una estupenda serie de muletazos andando desde las afueras hasta las tablas. Falló con los aceros y se despidió entre silencio.

Andrés Roca Rey luce más dispuesto que nunca para cambiar la onza en la Plaza México, el coso que insiste en negársele, en dificultarle el triunfo inobjetable que ha conseguido en todos los ruedos del mundo. En esta ocasión metió a La México con él, la convenció poco a poco, a la par que iba convenciendo al toro de embestir. En esta primera parte de la faena hubo un manojo de naturales estupendos, mostrando el peruano que él también atesora temple y estética. Posteriormente, el arrimón, la marca de la casa, el desprecio absoluto por lo físico, la temeridad, y además la sapiencia de una nueva técnica para mantenerse en ese sitio cual poste, sin sufrir los constantes percances que todavía hace un par de años marcaban su trayectoria. Después vinieron las bernadinas, escalofriantes, soberbias, desdeñosas, mirando a los tendidos. Cortó una oreja que debió quedarse en vuelta al ruedo tras pinchazo y estocada.


Foto: @LaPlazaMexico

Cerró plaza un toro muy áspero, de nombre Gandinguero –n. 108, 552 kg. –, asunto con el que Roca Rey aún no es especialista. Buena estocada y a otra cosa mariposa. Hoy 5 de febrero, en punto de las 16:30, toros de Los Encinos para Pablo Hermoso de Mendoza, Enrique Ponce, Sergio Flores, y Luis David Adame.

 
     
   
     
   
     

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