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09/02/2019
  (Temporada Grande-México) A Las Cinco de la Tarde: Secar las musas
 
Firma: Mary Aguilar
 
     
 

Las cabañuelas, son una época magnífica para pedir que llueva en nuestro campo el toro bravo; ya sabemos, no se dan en macetas. No. La bravura es casi un milagro, criarlos requiere paciencia y amor infinito, sin embargo pedimos porque no deje de haberlos, graneadito, dicen en mi pueblo. Lo bueno siempre es escaso sólo los productos para la globalización salen a raudales, pero la bravura es otro cantar y muy jondo: cultivo, afición y mimo.  

Al pedir bravura, abogamos por la emoción en nuestros recintos sagrados, pequeños o monumentales como la Plaza de Toros México que ha festejado este aniversario con dos festejos. No precisamente con toros de bandera, pero si que ofrecieron posibilidad de triunfo. Aprovecharlos o no siempre serán cuestiones imposibles de resolver para quienes sólo fungimos como espectadores, sin embargo en el papel hemos tenido combinaciones buenas, deseables y que han llenado los numerados.

Del cuatro de febrero: desde mis ojos puede considerarse a Diego Ventura el mejor rejoneador de nuestro tiempo, desata pasión su manera de cambiar los terrenos del toro y estaba colocado en el lugar para ganarle a Pablo Hermoso de Mendoza pero se decantó por dos toros de El Vergel mal presentados y sosos, ojalá vuelva a pasar otra oportunidad así, si no pues no pasa nada, como hasta ahora… cada uno a lo suyo. 


Joselito ajustado y serio

Y quien tuvo que dejar de mirar su cuento y habitar entre nosotros fue Joselito Adame, no sé si los reventadores le hicieron tirar del orgullo o si estar bajo la dirección de Zotoluco le está haciendo sentar cabeza, lo que sé de cierto es que estuvo enorme, se pegó un arrimón de los buenos con su lote, a mí por lo menos me gustó verle muchísimo en su primero pues lució ajustado, contrario a tantísimas faenas donde con franqueza no era de nuestro gusto, el temple y la verticalidad no sólo se agradecen se paladean y el de Aguascalientes hizo el toreo serio. Tres orejas son muchas, innecesarias y cortesía de un palco de juez vacío de criterio, de autoridad.

Lo contrario a Ernesto Javier Tapia “Calita”, él si, con la espuerta llena de razones para estar en el festejo de La México, parece –ojalá- le está haciendo justicia la revolución, aun sin dar el golpe en la mesa para conseguir rotundidad es claro su oficio y calidad, vimos tandas largas, templadas, vimos en fin a un torero con estilo, con algo muy importante que han perdido las nuevas generaciones: dominio del escenario. 


Calita dueño del escenario

Y en esas anda también el peruano Andrés Roca Rey, a fuerza de estar se va haciendo lugar en el coso de Insurgentes, no es el mejor ejemplo de reposo pero si de valor a toda prueba, de ponerse al tú por tú con el miedo y ganarle la batalla por gaoneras al ras de la carne; Roca Rey también sabe hablarle a la muerte para dejarla pasmada cuando pega sus naturales de órdago.


Roca Rey al natural

Fue un festejo interesante, de matices, donde a los trofeos en demasía hizo contrapeso el tesón con que salieron a jugarse la vida los diestros; contrario al festejo del día grande, este cinco de febrero fue un exceso no sólo de premios y cobijo excesivo a actuaciones mediocres vistas desde esta trinchera.  

De tal suerte, otra vez vimos a un Pablo Hermoso de Mendoza con sitio y respetado por su trayectoria pero sin desatar pasión en los tendidos como hace algunos ayeres; en cambio al diestro de la Chiva, Enrique Ponce, los años no sólo lo han cuajado como figura del toreo sino que le han dado más vitalidad, aun con sus manías y sus declaraciones controvertidas, es aun y para rato -afortunadamente- un maestro en el arte de Cúchares.


Hay Ponce para rato

Naturalmente no todos pueden ser figuras, hay otra clase de toreros importantes, como Sergio Flores, a quien les mantiene su arrojo y habilidad para torear, de quienes no exigimos muletazos conforme al canon sino que tiren del carro y se consoliden por su compromiso y constancia, de ellos pedimos dar el paso adelante, ser contundentes cada tarde para colocarse a la cabeza del escalafón, no en montones de orejas pero si en mantener un número importante de aficionados en los tendidos.  

Y hay otra clase de toreros a quienes les deseamos encontrarse a si mismos para generar su estilo, a esos como Luis David Adame nos gustaría verlos a hombros cuando así lo amerite su labor y no producto de villamelones desatados quién sabe gracias a que bebidas o sustancias.


Foto: @LaPlazaMéxico

En fin, nuestros coletas han secao a las musas -que no al duende, ese vendrá cuando alguno descubra los sonidos negros-, porque el arte es eso: puente y ligazón. Aun y a pesar de nuestros disgustos no deja el toro de perfumar nuestro mal de montera, porque no podemos ni queremos renunciar a la libertad y a la esperanza del redondel. 

No sé si hoy corre la tinta desde mi egoísmo o desde el desconsuelo buscando sentir que esto no terminará y podrán verlo quienes me sucedan, sé que los tiempos pasados fueron mejores pero no puedo resucitar ni a Belmonte ni a Manolete y al pasar el cumpleaños setenta y tres de la niña de mis amores y mis claveles, me queda claro que el debate sobre entregar premios para dar gusto a la gente o cumplir el reglamento y apegarse a los cánones será eterno; sin embargo lo importante es que se habla de toros, si hay debate entre aficionados.

Mantengamos la discusión sobre los premios, sobre el palmarés de los toreros y el de las ganaderías pues son la materia prima de nuestra fiesta; no dejemos de arrearle a las empresas cuando nos dan gato por liebre, hagámosle gestos a los monopolios cuando nos imponen su mansedumbre; entendamos y analicemos la existencia de esos personajes veleteros que niegan rotundamente vivir de la fiesta pero narran los toros según la época, según la paga… en la contraquerencia no permitamos la extinción de la crítica dura y seria -fundada y motivada, no la intransigente-, que no se acaben los tendidos siete, los amargados, los renegones, los exquisitos e infortunados que viven a la espera del toreo clásico y acuden al llamado del toro bravo.  

Nuestra Plaza México como dijera Miguel Hernández está pintada, no vacía: pintada está mi casa del color de las grandes pasiones y desgracias.

*Fotos: Facebook @LaPlazaMexico

 
     
   
     
   
     

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