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Pla Ventura  
  España [ 22/10/2005 ]  
UNA MUCHACHITA LLAMADA ROSA TORRES

Respecto a la inmigración, siguen habiendo voces discordantes en torno al tema y, como muestra de uno de los primeros inmigrantes que llegó a este pueblo, quiero mostrarlo en sociedad como el más bello ejemplo. Se trata de una muchachita hermosa que atiende por Rosa Torres. Corrían los primeros años de la década de los años cincuenta cuando nuestra heroína llegó hasta IBI. Quizás que, como Rosa es natural de TIBI, apenas le hemos dado importancia al grado de inmigración que esta situación llevaba implícita. Me consta que, ella, hubiera llegado hasta Ibi, viniendo de donde fuere, sencillamente, porque en este pueblo adivinó un porvenir. Rosa resultó ser la precursora en aquello que, ahora, gentes sin corazón, se atrevan a criticar; la venida de los inmigrantes en la hermosa búsqueda del trabajo y un mañana mejor.

Ahora, pese a todo, para el mundo de la inmigración, su peor desdicha es dejar muy lejos a sus respectivas familias, nada es más cierto; más luego, el mundo laboral de IBI, en todas sus vertientes, es algo muy distinto de cuando llegó Rosa Torres junto a nosotros. Para el inmigrante, venga de donde viniere, nada es sencillo; no lo ha sido nunca fácil para nadie. Son muchas las barreras que salvar, aunque la ilusión que todos llevan en su alma puede con todos los obstáculos habidos y por haber. Pensemos que, he puesto a Rosa como ejemplo para que, los cientos de inmigrantes que han llegado hasta nosotros en los últimos tiempos, vean, en esta señora, un halo de esperanza, una bocanada de aire fresco y un ejemplo de que, al final, cada cual, llega hasta donde quiere llegar.

Recordemos que, corrían los primeros años de los cincuenta y, el panorama, para Rosa Torres, no era tan esperanzador como quizás le habían prometido. Su aventura había comenzado. Llegó hasta nuestro pueblo en unión de su marido y cinco hijos. Una familia al completo en la búsqueda de un horizonte más despejado. En aquellos años, en TIBI y en tantos lugares de España, el trabajo era un lujo inalcanzable; cuando menos, la dignidad de un trabajo alentador y remunerado. Razones obvias por las que esta familia llegó hasta nuestro pueblo. Una vez aquí instalados, sin pensarlo, para Rosa Torres, vendrían muchos reveses; el más grave, la muerte de su marido, un hombre admirable al que tuve la dicha de conocer y ser querido por él. Se llamaba Pompeyo Iváñez y era apreciado allí por donde pasaba. Enviudaba Rosa muy joven y, a su vez, cinco hijos, le pedían pan. La situación no era para lanzar gritos de algarabía; yo diría que todo lo contrario. Pero la suerte estaba echada y, no había camino de retorno; volver atrás era un imposible. Cierto y verdad que, el buen carácter de Rosa Torres, sus ganas de trabajar día y noche, todos estos factores, obraron el más bello milagro; encaminar a esta mujer por los senderos de la honradez y, con un trabajo ímprobo, ser capaz de lograr metas que, en los tiempos actuales, en idénticas situaciones a las de esta mujer, para muchos, la creeríamos imposibles; pero ella lo logró.

Rosa supo caminar con los tiempos y las circunstancias y, como dice uno de nuestros sabios refranes, al mal tiempo, buena cara. No cabía otra opción. Corrían años verdaderamente difíciles y, para ella, como explico, quizás que mucho más. Perder al padre de sus hijos cuando ya estaba instalado con un trabajo digno, con la ilusión de criar a todos los hijos y, de la noche a la mañana, soportar tan maldito revés, me temo que era para llorar día y noche. Seguro estoy que, las lágrimas, a Rosa le afloraban en la soledad de su alcoba puesto que, durante catorce interminables horas diurnas, las pasaba trabajando y regalando sonrisas a todos sus clientes. Ella, precursora en tantas cosas, por aquellos años, hasta resultó ser capaz de adivinar que, en IBI, se necesitaba un negocio de lavandería y tintorería y, sin pensarlo dos veces, se puso manos a la obra y, cuarenta años más tarde, su obra sigue vigente.

Quiero que, con estas letras, quiénes me lean, y si son inmigrantes mucho mejor, que puedan entender y comprender que, Rosa Torres es el ejemplo más hermoso que pudiéramos exponer ante la sociedad ibense; y no es ella sola, por supuesto que, en aquellos años y a lo largo del devenir de la vida, han sido miles las personas que a IBI han llegado; como explico, quiero que Rosa sea el “buque insignia” para todos aquellos que, pletóricos de ilusiones, sean capaces de emularle. La vida no es fácil para nadie; y mucho menos para todos los que han venido de afuera. Pero me ha salido del alma poner este vivo ejemplo de esta señora admirable que, en su humildad, ningún mérito querrá atesorar; pero la verdad es muy otra. Las pruebas hablan por si mismas. Convengamos que, si miramos hacia atrás y comprobamos el quehacer de esta mujer, irremediablemente, tendremos que admirarle; ella solita, con el bagaje de su trabajo, con la fuerza de su ilusión, resultó ser capaz de darles título universitario a casi todos sus hijos y, ante todo, ser una persona de bien, una señora admirada y bien hallada en todos los caminos recorridos.

Confieso que, ante todo, hubiera querido tener una conversación abierta con Rosa Torres, para IBI y para el mundo; pero ella declinó la invitación. “Escribe lo que quieras” me dijo tras haber dialogado ampliamente con ella. Y este es el mensaje. Digamos que, su lección, la gran lección que ella nos ha dado, sencillamente, así lo he querido trasmitir. Rosa llegó a IBI como inmigrante y, al paso de los años y su recto proceder, al final, se granjeó el respeto de cuantos le han conocido que, en estos momentos, se trata del pueblo entero. ¿Cuál sería la fórmula que esta señora utilizó? Con toda seguridad, la más sencilla, la más noble y la que proporciona todas las ilusiones: EL TRABAJO.

Pensemos que, no existen barreras cuando se tiene un corazón como el de esta muchachita hermosa que, recién termina de cumplir sus primeros ochenta y un años y, a Dios gracias, sigue regalando ilusiones a todos cuantos le rodean; yo soy un afortunado receptor de su cariño, de ahí, mi más profunda admiración. Me cabe la dicha de pensar que, este ejemplo, de caer en las manos de cuantos lo necesitan, con toda seguridad, a muchos, le habremos dado la medicina del alma y, con toda certeza, la ilusión necesaria para entender que, el respeto es un valor que todo el mundo se lo tiene que ganar; respeta y serás respetado y, en este menester, Rosa Torres ha sido el más vivo ejemplo. Además de todo el esfuerzo que esta singular mujer llevó a cabo, no me cabe duda alguna que, Santa María Magdalena y la Virgen de los Desamparados, juntas, supieron guiar a esta señora por el camino del honor; es decir, el camino que conduce hasta Dios. De ella y de su obra, podría escribir miles de páginas. He querido condensar en muy poco espacio una vida admirable como la suya. Sin lugar a dudas, todo un ejemplo para la sociedad ibense y, sin lugar a dudas, para cualquier parte del mundo.

Que Dios le siga bendiciendo, amiga Rosa.


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