El coso mayor cumple un año más de vida. Ya son sesenta años de triunfos, fracasos, tristezas, emociones, tardes inolvidables y para no recordar más. Pero analicemos lo sucedido en la primera página de esta historia que comenzó el domingo 6 de noviembre.
Es una pena que para proteger a las figuras de etiqueta, pongan a las jóvenes promesas de las filas novilleriles como prólogo de un festejo inventando alternativas que aún no deben tomarse por la falta de experiencia de los muchachos.
Desgraciadamente en el primer festejo de la Temporada Grande, el fracaso hizo víctima a Fermín Rivera quien era, hasta hace unos días, el novillero más puesto del escalafón, pero esto no quiere decir que estuviera cuajado para tomar la alternativa. ¿Por qué aventar a los muchachos al fuego en lugar de apoyarlos y orientarlos para que lleguen preparados a un compromiso tan importante?
Simplemente Fermín no pudo con el paquete; seamos realistas, no pudo con un toro bobo y manso, menos con el rajado sexto con el que demostró que no posee los recursos técnicos aún para enfrentar este tipo de situaciones y, por si fuera poco, la espada no estuvo afilada y se le fue vivo a los corrales. Fermín tiene grandes y magníficas cualidades, puede ser un gran torero pero hay ir poco a poco, todo a su debido tiempo.
A Rivera lo ponen en el cartel inaugural de la temporada alternando con Zotoluco y Enrique Ponce ante 30 mil aficionados. ¿Imagina usted la presión de semejante compromiso? Ni hablar, echaron a perder algo que pudo haber sido una presentación triunfal dentro de un año quizá.
Ponce… en maestro. Hizo que los mansos le embistieran aunque como sabemos, el pico de la muleta arriba desluce su labor. Su táctica inteligente para meter el público a la bolsa es el muletazo en redondo colocado muy de perfil para lograrlo, cosa que gusta en México, y así fue en su primero; tres muletazos valieron para otorgar dos orejas que si acaso llegaba a una. Fue en ese momento cuando el juez no tuvo el carácter para intentar darle seriedad a la plaza al menos en cuanto a la concesión de trofeos.
En el quinto, la faena fue sublime. Ponce dio una cátedra de temple, inteligencia y poder. Por momentos, sobretodo en los detalles finales, bajó y corrió la mano sin utilizar el pico lo cual dio profundidad a sus trazos. Señor Enrique Ponce, regálenos más trazos así, sus faenas crecerán aún más. El negrito en el arroz, un verdadero negrote que deslució todo, el toro chico.
Parece que Zotoluco sintió la presión de ser el eje de la temporada. El valor sereno de un toreo verdad se convirtió en un arrojo corriente y tosco. Su labor fue desagradable, desangelada y carente de transmisión hacia el tendido. No apareció la figura del toreo mexicana. No hay más que decir.
Regresó el toro de aspecto juvenil que pocos asistentes protestaron. Manso, bobalicón, soso y descastado que pasaba fácil. La seriedad del protagonista estuvo ausente.
La entrada fue buena, pero no creo que haya sido por afición, quizá más que otra cosa un mero evento del gusto de la alta sociedad mexicana por los toreros anunciados, incluyendo algunos artistas y famosos andaban por ahí. Pero ese resultado lo veremos en los siguientes festejos.
Este es un breve balance arrojado en esta primera página del 60 aniversario. Como siempre, amigo aficionado, usted tiene la mejor opinión.