Confieso que, los milagros existen y, la prueba la tengo en mi poder. Hablar de estas convicciones en el mundo actual, en distintos foros, hasta podrá sonar a locura pero, así lo he vivido y, así debo de contarlo. Era el 22 del pasado mes de mayo en que, desde España, una vez más, quise conversar con el hijo de Sara, es decir, con el maestro Facundo Cabral. Al respecto de su persona, andaba yo inquieto puesto que, su salud, la sabía resquebrajada y, en aquella conversación con Facundo Cabral, confieso que, quedé exhausto con mi desdicha. Su voz, apenas la notaba a través del cable y, en nuestro diálogo, por las palabras que me dijo; y lo que es peor, por la forma con que las pronunciaba, puedo jurar que me iba desgarrando el corazón. Yo sabía de la dura enfermedad con la que convivía Facundo Cabral; nada de su persona es desconocido para mi, de ahí que, en tal emblemático día de su cumpleaños, honradamente, decidiera llamarle. Puedo jurar que, tras sus tenues palabras de tan significativo día, me temía lo peor y, lo más triste, sin lugar a dudas, no era otra cosa que, dicho día, sentía que me despedía del maestro; su voz se apagaba por momentos y, mis lágrimas, inevitablemente, tras escucharle, rodaron por mis mejillas, al tiempo que, mi corazón se desvanecía por completo.
Ante aquella situación, mi único consuelo quedaba en la oración; en pedirle al Altísimo que, de llevarle, lo hiciera sin traumas, sin más dolores puesto que, Cabral, lamentablemente, con su enfermedad, durante mucho tiempo, ha tenido que soportar, como tantos miles de seres por el mundo, los azotes de una leucemia maldita que, durante años, le ha mantenido entre quimeras y esperanzas, lo que podía ser el milagro de su recuperación y, confieso alborozado que, así ha sucedido. Y, la prueba, no es otra que, las imágenes que un colega querido me ha mandado desde Argentina en que, el pasado mes de noviembre, Facundo Cabral, ofrecía un magnífico concierto en lo que él denomina como el capricho de su corazón, es decir, la ciudad de Buenos Aires.
Confieso que, dichas imágenes, me han estremecido. Su voz, un poco más gangosa que de costumbre, sigue lanzando el mismo mensaje de antaño; es decir, el de ayer, hoy, mañana y siempre. Facundo Cabral conserva intacta su tremenda lucidez; hasta sus manos rasgan las cuerdas de la guitarra con la misma ternura de siempre; aunque, lo fundamental, es decir, su tremendo mensaje se sigue desgranando en todos y cada uno de los compases de su música y de sus canciones, aunque, muchas, traducidas en oraciones, siguen cautivando a cuantos le siguen.
Dios, como digo, ha hecho el milagro puesto que, al margen del concierto bonaerense, el pasado mes de noviembre, Facundo Cabral, una vez más, estremecía a las gentes sensibles de Colombia puesto que, desde Bogotá, pasando por Cali, llegando hasta Manizales y varando en Cartagena de Indias, la magia del maestro, entre chanzas, canciones, vivencias, recuerdos, anécdotas y su cálido verbo, una vez más, conquistaban al sensible pueblo colombiano. Digamos que, ha sido Colombia, un país emblemático para el maestro en que Cabral, supo elegir para reaparecer ante sus incondicionales. Alabado sea Dios ante la recuperación de este ser; un sabio de la vida que, de sus canciones hizo un modo de vida; del recuerdo de su madre, puritita veneración como dirían los mexicanos; del mundo, su morada y, junto a Dios, el camino a seguir.
La última prueba, para mi, no era otra que llamarle de nuevo y, ante todo, mostrarle mi gratitud, mi cariño, mi felicidad ante su recuperación y, a su vez, sentir la dicha más grande al escucharle puesto que, al otro lado del hilo telefónico, su voz, lo confieso, me ha sonado a la sinfonía más bella. En breve, como Cabral me confesara, quiere acudir de nuevo a México, sin lugar a dudas, su segunda patria; ese país increíble en el que, como él confiesa, México ha sido la puerta que se le abriera frente al mundo y, los mexicanos, su pasión más exacerbada. A su vez, Facundo Cabral, me ha prometido que, de acompañarle la salud como en la actualidad, en este año, hasta vendrá hasta España. Quiera Dios que todo así suceda y, en España, le recibiremos con los brazos abiertos.
Es usted, maestro Cabral, todo un milagro. Por ser como es, en cualquier lugar que usted se encuentre, ante todo, que Dios le siga bendiciendo. Dios, maestro Cabral, como se ha demostrado, le ha dado la chance, como usted diría, para que nos siga deleitando con su sabiduría genial, con sus canciones de siempre y, por encima de todo, para que sigamos gozando del mismísimo amor puesto que, escucharle, es amarle.