Sí señor, que razón tiene mi buen amigo y compañero Juan Pelegrín, fotógrafo y, ante todo, extraordinario aficionado, cuando sentenció el pasado domingo en la plaza de toros de Madrid, a la finalización del recibo capoteril del torero Luis de Pauloba, “toda la temporada en las Ventas, para ver torear de verdad a la verónica, en la última corrida de toros”.

Qué verdad más grande y eso que casi nos habíamos olvidado de cómo era el toreo bueno con el capote, se nos había olvidado que el capote se echaba adelante, se traía toreado el toro y se vaciaba a la vez que se cargaba la suerte, para dar salida al toro, todo esto aderezado con una torería, que en el caso de Pauloba, se da por hecha.

Pues sí, tan fácil y a la vez tan difícil, qué sencillo se escribe, pero qué difícil es plasmarlo en la plaza y ha tenido que pasar una temporada entera, para que llegue, uno de los llamados modestos, por cierto benditos modestos, y nos saque del tedio de una temporada, en la que aquel oasis, que supusieron los lances de El Fandi, se nos hacían poco y cortos, para una larga travesía del desierto, que por momentos además se nos puso cuesta arriba, tarde tras tarde en la monumental madrileña.

Pues que vaya desde aquí, este pequeño comentario, en honor a los toreros mal llamado modestos y en especial a Luis de Pauloba, torero muy castigado por los toros, y por lo que no son los toros, y que aún guarda la ilusión de un becerrista cuando se viste de torero y lo que es más importante, aún se guarda, para alegría de los aficionados buenos (¿verdad Juan?), algunas esencias en su tarrito; para uso y disfrute de todo aquel que lo quiera apreciar.

*gráfica cedida por su amigo Juan. Gracias