El fango en el que está metido ya el estado español no tiene parangón. Con la aceptación del chantaje de un vil asesino, ya solo nos queda que nos encarcelen a nosotros, a la gente decente. La decencia, la dignidad y la vergüenza se han perdido por completo y eso que no sabemos por qué, o a cambio de qué.
Son todavía millones de ciudadanos los que por un seguidismo de siglas permanecen atados a que su elección política es una cuestión de hábitos, de herencia, de amiguismo, de... pero todo tiene un límite. Si a un asesino que se regocija de sus crímenes se le conceden ventajas; si a un vil chantajista se le permite todo, ¿qué nos queda?, ¿imitarle?. Justo cuando sabemos que al hombre en “estado terminal” se le encontró metido en la cama con su novia ¿haciéndole el boca a boca para salvarle?, o la novia era ZP disfrazado haciéndole cosquillas para que se mantuviera despierto ante la noticia de su próxima excarcelación?.
Esos “polvos” traen estos lodos. Cuánto hay de oculto en este proceder. Todavía recordamos con que cinismo se decía que el gobierno, el de Aznar, tenía que escuchar a la calle ¿y ahora no?. De qué sirven multitudinarias manifestaciones contra este proceder con ETA?, de qué sirve que los familiares de los asesinados por este “ejemplar” ciudadano reclamen justicia, justo la de cumplir íntegra la condena, sin pedir ya que los jueces del Supremo, y sobre todo los fiscales, expliquen ese cambio de actitud en la petición de años de condena. ¿Sabrían explicarlo abiertamente a los ciudadanos?.
No se trata de tener misericordia con alguien que ha cumplido parte de su pena, que se ha arrepentido, que ha tenido un comportamiento de lujo; pero no, esto es para quien se ha reído y se sigue riendo de las víctimas y de sus familias, que echa un pulso al gobierno a sabiendas de ganarlo, que despotrica y se chulea de los funcionarios que le tienen que vigilar... y atender en su sui generis huelga de hambre. Otros presos han tenido un trato favorable, pero ninguno chuleándose de los muertos y de los vivos y chantajeando al estado. Esa es la clave: la diferencia.
Quien acepte este proceder de nuestro arrodillado gobierno, está aceptando que tenga cabida en su vida, en su casa, en su familia, en su hacienda... el chantaje. Es inadmisible que mi, que nuestro representante en el estado, tenga un comportamiento tan miserable, tan ruin y, quien sabe, si tan lleno de otros contenidos o compromisos que nos oculta. Es tan vergonzosa e indigna su actitud que compromete el conjunto de la esencia de la democracia, donde el ciudadano debe ser el rey. Pero ese ciudadano rey, ¡cojones! no puede ser Ignacio de Juana Chaos. Los beneficios y la legislación no pueden estar al servicio del asesino y, mucho menos, en una situación de pulso al propio estado.
Si decidió morirse (?) -a la vista está que no-, que se muera. Ya decidió antes que murieran 25 españoles, infinitamente más respetables y merecedores de mejor trato que él. ¿Qué razón hay para que este gobierno pusilánime, o algo peor, haga tanto por su vida y no por el respeto a la vida de los ya lamentablemente fallecidos? ¿Qué, qué, qué, qué...?.
Pregunta que tiene respuesta, conocida, sospechada o por conocer. Y más pronto que tarde habrá de saberse. Quizás entre tanta muerte y tan poca vida esté la respuesta. Veinticinco muertos y otros muchos heridos en sus atentados, valen menos, para este miserable gobierno, que la sonda por la que le administran fuerzas para que goce sus “polvos”. Ciento noventa y un muertos y más de mil quinientos heridos ¿cuánto valen?, ¿cuántas sondas más Zapatero?. Mascarillas nos hacen falta a todos para poder soportar el hedor.
El grito del “queremos saber” que duró tres días para unos y tres años ya para otros, no merecerá la pena conocerlo, si se dan unas cuantas huelgas de hambre y este gobierno sigue en el poder. Su fuerte, su permanente contradicción, es el juego de la muerte: ahora te persigo y te mato, a ti terrorista etarra o al que sea, siendo el GAL, o ahora te excarcelo porque me he cansado de perseguirte y entierro (si no en cal viva, sí con la cal de la indignidad) la memoria de tus víctimas. No le gustan las víctimas, y por eso a unas las escondían tras matarlas el Gal y a otras las empuja al ostracismo tras darle abrazos amigos a su asesino.
A mi lo que no me gusta es este juego macabro. Siempre estaré con las víctimas, inocentes para con los asesinos e inocentes para con determinados gobiernos. A este paso, va a ser preferible, en determinadas circunstancias y con determinados gobiernos, ser asesino. Pues a pesar de esas ventajas, va a ser que no. No me presto a meterme en este fango en el que han convertido el estado español.
P.D. Cuando leas estas letras es seguro que estará cerca de su casa este “respetable ciudadano y hombre de paz”.
