La fiesta en definitiva tiene la necesidad de buenos periodistas, de eso no hay duda, gente objetiva, pues el periodista taurino en estos tiempos ha llegado a su máxima degradación, - desde luego hay excepciones – lo anterior debido a que nadie se atreve a decir verdades “completas”; ahora se vive una época en la que el periodista sólo baja la cabeza ante los compromisos y tendencias sin dar la cara al público a quien debe defender.
No basta, a mi modo de ver, que un gran aficionado tenga los conocimientos suficientes en cuanto a las suertes del toreo, los terrenos, cada uno de los tercios, el reglamento, o saber quiénes y cómo son los toreros además de la tauromaquia que practican, etcétera. El gran problema es si esta persona posee cierta formación o estudios en periodismo o comunicación como para poder expresar con la mayor exactitud posible su conocimiento en una crónica.
Cambiemos los papeles. El periodista con estudios, qué tan conocedor es de la fiesta como para poder plasmar con una pluma o hablar en un micrófono de toros.
Por ejemplo, el periodismo posee ciertas características y bases que logran atraer al lector, además de los géneros, como noticias, crónicas, reportajes, entrevistas, etcétera y cada una lleva un cierto lineamiento. Ahora el problema es no sólo un curso de periodismo y ya, se trata de aplicar todos estos elementos en algo muy específico como el mundo de los toros. Vayámonos a lo básico que muchos periodistas no tienen por Dios; buena ortografía.
Este tema es muy serio para quienes somos aficionados, pues siempre queremos saber lo que ocurrió en un festejo lo más apegado a la realidad. Leer la crónica de la corrida a la que asistimos y que plasme lo que ocurrió en el ruedo es difícil de encontrar. Muchas veces llegamos a pensar que pareciera que el periodista vio una corrida distinta.
El periodismo taurino debe ser honesto, independiente, objetivo, para lo cual el periodista como aficionado debe tener el criterio para calificar las actuaciones del torero sin dejarse llevar por sus propios gustos y sentimientos. Me explico, si a un periodista le gusta el toreo de arte probablemente desechará el mérito de los toreros que interpretan el tremendismo y aquellos que se basan en una técnica depurada, y eso no debe ser. Por principio de cuentas hay que aprender a valorar todos los estilos de toreo.
Pienso que quienes deben tomar estos cursos son los periodistas jóvenes, vírgenes de intereses, de malas influencias, de preferencias, de apoyos; a ese tipo de jóvenes es a quienes deberían de estar dirigidos estos cursos.
Quién debería ser el profesor, quién lo debería de impartir, ese es otro grandísimo problema. No se trata de decir “yo sé mucho de toros y explico cuales son las suertes y ya”. Este es un tema muy teórico que debe contener las bases del periodismo, incluir los géneros periodísticos, el caló taurino, etcétera, esto si queremos periodistas completísimos.
La creación de estilo es ya de cada quién, pero también tenemos otro problema, los espacios taurinos en los medios mexicanos son muy reducidos y es difícil entrar a uno en donde se hable de toros, en los cuales, generalmente en televisión, han caído en el morbo, por ejemplo recordarán al famoso toro “pajarito”, pero ¿acaso se le tuvo el seguimiento a la gran faena de esa tarde de Hermoso de Mendoza?
Se ocupa pues conjugar algunos elementos importantísimos. Alguien que pretenda aportar a la fiesta periodistas nuevos, sangre nueva en las plazas que lleguen sin la influencia de los viejos periodistas que tienen intereses hacia toreros, ganaderos o empresarios, los llamados de “a sobre” que por unos pesos y una buena cena escriben bien de alguien.
La idea ahí está, hay que planearla y concretarla porque así como hacen falta toreros jóvenes, también hacen falta periodistas jóvenes y serios, a los añejos y mañosos ya no se les puede cambiar. Necesitamos gente nueva que nos cuente lo sucedido en un festejo con la mayor exactitud e imparcialidad hablando sin miedo y que tenga la ilusión de informar por el bien de la fiesta.