En tarde gris y fría, el pasado 28 de octubre, se inició la Feria del Señor de los Milagros 2007 que ha de ser de sólo cuatro corridas de toros y dos festejos menores. Gris fue también lo que vimos en el ruedo con excepción de la faena por naturales de Eduardo Gallo que tuvo luz propia y el tercio de banderillas de Fernando Roca Rey al sexto toro.
Los cinco toros mexicanos de Reyes Huerta y el nacional de Salagual, fueron disparejos en presentación y juego, tuvieron edad pero poca cara (pobre de pitones). Buenos el segundo y sexto; mansos con peligro el primero y tercero, reservón y descastado el cuarto, anovillado y complicado el quinto (de Salagual).
Durante el paseíllo se hizo alto para guardar un minuto de silencio por los diestros fallecidos Adolfo Rojas “El Nene”, Raúl Ochoa “Rovira” y Raúl Elías, luego de lo cual, como es costumbre en Acho, el público saludó con aplausos a la terna de matadores que hubo de salir al tercio a agradecer el gesto.
En puerta de cuadrillas se llevó a cabo la ceremonia de alternativa que dio el picador Pedro Cárdenas a David de la Barra.
Vicente Barrera. Con el peor lote, no pudo resolver las complicaciones que le presentaron sus toros y protagonizó una anodina reaparición ante el público limeño que tanto afecto le tiene y esperaba de él una mejor actuación. Su primero soso, descastado y manso, se frenaba en la embestida, salía rebrincando en banderillas, se colaba por ambos lados y terminó aculado en tablas. ¡Un “regalito! Barrera, por su parte no tuvo disposición ni condiciones para superar las dificultades de su oponente para doblegarlo y someterlo. Estuvo desconfiado y desubicado. Luego de pinchar lo mató de estocada, dándole la salida hacia a puerta de chiqueros. Pitos al toro, silencio al matador. Su segundo no fue mejor. Embiste pegando arreones, espera y no se arranca. Duda y hace dudar al matador quien mata de estocada en buen sitio. Pitos al toro, silencio al torero.
Eduardo Gallo. Se presentó por primera vez en Acho y dejó una grata impresión en el exigente público limeño. Fue su primero el mejor toro del encierro, bonito de tipo, apretado de pitones al que recibe con dos verónicas y tres apretadas chicuelinas. Toma bien un puyazo de Caro y el quite es por chicuelinas, igualmente ceñidas, que remata con tafallera. El público está con él. Los primeros pases son por alto, luego ejecuta un bello pase cambiado por bajo con el que embarca al toro en una serie de derechazos que remata con un molinete. El burel se vence por este lado. Con la izquierda protagoniza el mejor momento de la tarde: con los pies fijos en la arena, ejecuta dos series de naturales largos, templados y ligados, con suavidad, cadencia y lentitud impresionantes. El público de pie le aplaude entusiasmado. Al tornar a la derecha, se confía y es cogido sin consecuencias. Pundonoroso regresa al toro y ejecuta dos molinetes de rodillas que remata con un desplante en la cara del toro soltando la muleta. Media estocada tendida y dos descabellos terminan con la vida del burel que es aplaudido en el arrastre. Ovación y vuelta al ruedo para el matador. Su segundo, que hizo quinto, fue el de mayor cuajo de la corrida pero se rompió un pitón por la cepa al rematar en un burladero y tuvo que ser cambiado por uno de los sobreros de Salagual. Desde aquí, saludo la decisión del juez que, si bien no se ajusta al reglamento, impidió que el festejo degenerara y se echara a perder con la protesta del público que repulsa, con justa razón, ver torear a toro así mutilado. El sobrero, anovillado y escurrido de carnes, se frena en los capotes, se escupe del caballo y no tiene clara embestida. El público le abronca y se la agarra con el matador al que tildan, injustamente, de novillero. Este, molesto, se le enfrenta y decide abreviar con estocada y tres descabellos.
Fernando Roca Rey. No estuvo en su tarde. Aunque voluntarioso y entregado como siempre, no entendió a ninguno de sus dos oponentes y equivocó totalmente el camino para hacerles frente y superar el problema que cada uno de ellos le planteaba. A su primero, soso con peligro, lo recibe con dos largas afaroladas de rodillas; luego verónicas con el paso atrás y chicuelinas al paso, llevándolo al caballo; el quite es también por chicuelinas apretadas. Se hace de los palos y pone tres buenos pares de banderillas al cuarteo por el lado derecho el último de los cuales remata corriendo hacia atrás, frente al toro, hasta lograr este se pare. Brinda a su padre e inicia su faena de muleta con tres pases cambiados por la espalda con arrojo y valor; desarrolla una faena en la que no se acopla a la embestida en el espacio ni en el tiempo, la muleta va a un ritmo totalmente distinto a la del burel (“el antitemple”) y el conjunto resulta confuso y desarticulado. Mata de estocada en buen sitio. Pitos al toro. Silencio al matador. Su segundo con cuajo y buenas hechuras, embiste con nobleza y mete la cara por ambos pitones. Lo recibe con cinco verónicas y media que son aplaudidas por el público. Toma un buen puyazo de Yaco II y el quite es por caleserinas. Se luce en banderillas: el primer par es a la moviola (retrocediendo antes del embroque), el segundo fue pasando en falso antes de clavar y el tercero al quiebro con las banderillas quebradas para convertirlas en cortas. El público entusiasmado le aplaude. Brinda al respetable y, con más voluntad que técnica inicia su faena de muleta con estatuarios y un trincherazo. Luego series de derechazos sin acoplarse, recortando y sin rematar los pases. Las opiniones están divididas y mientras unos le aplauden otros le pitan. Las indudables calidades del animal no se lucen en manos de su matador quien se embarulla en una larga faena que termina con innumerables pinchazos y descabellos en medio de los pitos del público. Le tocaron dos avisos y a punto estuvo le encerraran el toro vivo. Luego vino el problema con las mulas de arrastre que se negaron a realizar su cometido y el toro terminó siendo arrastrado por un grupo de miembros de seguridad de la plaza, mientras el público aplaudía. Lo que no queda claro es si los aplausos eran para el improvisado equipo de arrastre o para destacar la calidad del toro. Yo me inclino por lo segundo.
Detalles buenos y malos:
Bien pintada y presentada la plaza, con las placas de bronce relucientes.
Bien el anunciar en el pizarrín por quien o quienes se hará el minuto de silencio.
Mal que, en el mismo pizarrín, se equivoque el nombre del ganadero y se escriba Huertas (con “s” final) donde debe decir Huerta.
Mal la presencia de los antitaurinos en la puerta de la plaza que obligó a la policía al uso de gases lagrimógenos que afectó, también, a un sector del público en los tendidos de sombra y al matador de turno (Barrera).
Bien Denis Castillo en banderillas al primero, y El Santi corriendo al toro a una mano al segundo.
Bien en la pica César Caro y Yaco II.
Bien Mendiola en la brega.
Pésimo el manejo de las mulillas de arrastre que se emplazaron y negaron a cumplir su labor con el que cerró plaza.