Palabra hermosa, hermoso vocablo. Su raíz, no será casualidad, las iguala, las acerca, casi diría que las une: hermana o hermoso, hermosa o hermano. Las dos al pronunciarlas nos hacen sentir, nos elevan, nos trascienden.
Se puede ser hermana y seguirlo siendo. Se puede ser hermosa y jamás desaparecerá esa hermosura. Líneas invisibles hacen que permanezcan en el tiempo los conceptos, pero también las cualidades que los soportan.
Decíamos que a ambos vocablos la raíz les unía, pero para decir hermana es imperativo ser también hermano. La misma raíz los trajo y en inseparable lazo los mantiene de por vida. ¡Qué digo!, de por siempre.
Sólo quienes tienen la desgracia de ser hijos únicos, están privados de esa hermandad. Quizás lo fueron por la voluntad de sus padres o sólo por el azar del destino, pero fueron hurtados de esa unión que no se parece a otras, pues tiene un origen diferente, único: la sangre.
Aquí, pronunciada esa palabra que a tantos les intimida, no se quiere reflejar aquella de color rojo que se asocia a enfermedades y accidentes, sino aquella otra sutil que anida, sin saberse cómo, en los sentimientos y en el corazón de los seres humanos. Se entiende el corazón como elemento que precisa de la sangre en su estado material, yo lo se muy bien, pero no es menos importante esa otra sangre, el lazo de haber salido a la luz por la misma ventana, el mismo origen, que acompaña y alienta, de forma imperecedera ese corazón del alma.
Los dos corazones pueden sufrir de insuficiencia de riego, y se sufre, pero uno, el del alma, produce heridas, sí, pero evita que ese corazón muera. Se te va la hermana querida, pero queda cuanto a ella te unía, todo. Sólo falta una presencia física, pero todo lo demás queda. Además, como diría Cabral, sólo se nos adelantó, pues para allí vamos todos; lo mejor de ella, el amor, se queda contigo para siempre.
Es imposible sentir vaciado el corazón, amigo. Si estaba lleno así permanecerá con el tiempo, pues ni siquiera puede mermar con el olvido. Se que estamos en las horas de lo duro, pero escribo para mañana, pasado... cuando cuanto escribo será lo cierto, lo verdadero. La despedida ya se produjo y nadie podemos hacer nada en ese lance, pero tenemos toda la eternidad para gozar, de alimentar ese corazón, con su recuerdo. Esa es mi sencilla propuesta.
Para terminar estas sentidas letras de hoy, retomo de nuevo solo palabras, utilizando sólo aquellas que más cuadran al momento: única, hermosa, amiga, lazo, luz, siempre, Rosa, hermana.
Dedicado a mi amigo José Manuel, en uno de los días en el que no le ha sido posible enfrentarse a este juez, el Juez Supremo. Por extensión, también a todos los hermanos y hermanas del mundo.