Una lección gratis han tenido los ganaderos de reses bravas con lo sucedido en la temporada bogotana, una ganadería que venía arrasando con todos los premios de las ferias, con toros bravos, demostrándolo hasta en los montados, algo que no es usual en Colombia, una ganadería que había triunfado por todo lo alto en años anteriores en su plaza, la Santamaría bogotana, que ya se había ganado el remoquete de ganadería de prestigio al anunciarse en la publicidad como los “Juan Bernardos” cosa que se ganan las ganaderías de solera, como cuando se habla de los “Mondoñedos” o en su momento se hablaba de los terroríficos “Icuasucos”, ha tropezado dos veces con la misma piedra y espero que después de lo sucedido no le vuelva a ocurrir una tercera vez.
Cuando una ganadería va cogiendo nombre y prestigio las figuras, o figurines en este caso, van sabiendo de ella y empiezan a exigirla y se acercan a ella para tener mayor “garantía” de triunfo pero van exigiendo tanto e imponiendo sus criterios y caprichos que parecen como vampiros desangrándolas poco a poco para luego dejar nada haciendo todo tipo de exigencias y jugarretas. Si por ahí sale algún toro con genio piden más agua para el vino, luego viene la exigencia con los pitones, luego que el peso, y así llegan a lo que hemos visto de la ganadería de Juan Bernardo Caicedo en Bogotá, unos toros fuera de tipo, mal presentados, al borde del escándalo público por dos toros con un comportamiento extrañísimo que permiten suponer un montón de cosas, sin parecerse en nada a lo que años atrás eran los toros de esa casa, con cabezas respetables, fuertes de patas, nobles eso si, pero siempre con presencia de toros.
Lo más triste es que los ganaderos entran en ese juego y tiran por la borda, así no más, años y años de lucha y construcción de una ganadería por cumplir el caprichito del figurín de turno, sin saber que a la mínima cosa que le moleste a la supuesta figura, al mínimo atisbo de casta, de genio, de bravura te entierran la ganadería, cuidado que vaya a salir un toro con trapío, olvídate de todo pues como cualquier gigolo barato desechan su antiguo “amor” sin más, y si se puede hacerle mala publicidad por la bajito ni lo dudan.
Al ganadero, creo yo, un par figuritas le han hecho pasar dos de las tardes más amargas de su vida ganadera, de doce toros que lidió en Bogotá, que de hecho era exagerado y así se dijo en esta tribuna, ninguno le salió bueno y lo más grave, se salió de las formas que conservaba porque paso por todo el aro de las exigencias de quienes chuparon hasta donde pudieron. Le desbarataron los lotes que el ganadero tenía dispuestos para atender sus compromisos en las diferentes plazas del país porque a Morante no le gustaron un par de ejemplares y luego resultó muy curioso y preocupante que las dos corridas de Bogotá no parecieran tener la presencia necesaria, ni en edad ni en pitones, precisamente cuando Julián López, por partida doble, Cayetano y Morante estaban en el cartel.
Lo que ocurre es que a la mayoría de actores de este gran teatro se les olvida que la razón de ser de este espectáculo es primero el toro y luego el aficionado, pero los ganaderos piensan primero en satisfacer a los toreros que al aficionado, el torero piensa primero en el empresario que en el aficionado, la prensa piensa primero en no incordiar al torero, al ganadero o al empresario y por último ilustrar al aficionado y el empresario generalmente piensa primero en sí mismo que en el aficionado y como no han entendido el orden que deben tener las cosas por eso les va como les va.
