Todos quienes tenemos este bicho raro de la afición taurina tenemos a alguien que nos llevó a prendarnos de la más espectacular de las fiestas – espectacular cuando todo se hace como se debe hacer-. Generalmente es algún familiar quien nos encausa hacia esta irremediable afición, en el caso de José Tomás y de Enrique Ponce, que casualidad, fueron sus abuelos los que los llevaron a imantarse al toro y a los vuelos de capotes y muletas.
Al desarrollo de mi afición colaboró, sin dudarlo, un par de banderillas y un cartel de los de antes colgados en la pared al lado de un por ese entonces obligatorio barcito. En el cartel estaban Paco Camino y Manuel Benítez “El Cordobés”, acompañando a quien sin duda será para mí la primera figura en todos los campos. Aquel que cerraba el cartel frente a seis bravos y terroríficos toros, fue quien me llevó por primera vez a una plaza de toros y me inculcó la grandiosidad de este bello arte. Sin grandes y profundas explicaciones el primer peldaño de aquella incipiente inquietud taurina me ayudó a subirlo un 30 de enero del año 83. Solo el rumor de la gente subiendo por la calle 26, el posterior multicolor de los tendidos, el rojo más increíble que hubiese visto antes de las barreras de la Santamaría, el ocre más cautivador de todos - hacia sol aquel domingo en Bogotá - y el paseíllo indescriptible hicieron lo suyo para que una personita en aquel entonces pasase a engrosar la que hoy para muchos es una incomprensible afición. Quizás hoy los que militan en las filas antitaurinas no tuvieron la fortuna de que alguien los llevase de la mano a un coso taurino.
Te agradezco desde acá no solo el compartir tu afición conmigo, el acercarme a los toros, sino también la libertad para que mi gusto y mi criterio se formaran sin ninguna cortapisa, porque hubiera sido fácil indicarme que tal o cual torero eran los que valían, que determinada forma de torear era la que había de valorar, nada, nada, como siempre, me dejaste el camino abierto para lo que mis ojos y mi cabeza entendieran fueran cimentado mi afición.
Por todo esto e innumerables cosas más, con total humildad, con la cabeza baja, el corazón compungido pero el orgullo y la gratitud infinita va un silencioso, sentido, inmenso, perenne e inagotable Va por ti, con todo al amor de mi alma, a ti, quien hoy goza de la paz y la inmensidad en las alturas, a quien seguro me aconseja y me guía desde lo alto.