Lector amigo, con su amable venia, me permitiré en estas líneas compartir y destacar un hecho, que, como universitario me enorgullece. Apenas hace una semana, la máxima casa de estudios de éste país, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) –mi Alma Mater- fue galardonada con el premio Príncipe de Asturias a la Comunicación y las Humanidades, hecho que si como mexicano emociona, como universitario enaltece el espíritu.
Los recuerdos apresurados salen del archivo de sastre de la memoria, y hacen volver a vivir aquel encuentro con mi siempre amada y añorada Universidad, desde las aulas de la antigua Preparatoria Uno, Gabino Barreda, en el legendario Colegio de San Ildefonso, ahí en el antiguo barrio universitario, hasta las de Ciudad Universitaria, ahora ya, por cierto, Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Universidad Nacional Autónoma de México
Sí, justo ahí donde confluyen y conviven el universo de ideas, de razas, credos, afiliaciones políticas, usos y costumbres, se han formado hombres con profundo amor a sus raíces. Raíces que son el resultado de la unión de varias culturas (mexica, maya, tolteca, zapoteca, purépecha, otomí, yaqui, tzotzile, tarascos, masahuas, taraumaras, etcétera, etcétera, etcétera) con la española, que dieron como resultado dialéctico… la nueva raza, y por ende, una nueva cultura.
De una raza y de una cultura, que si bien es el resultado de esa unión, adquiere sello propio, dando paso a través de la evolución, a la mexicanidad.
Y, ahí, como fiel testigo silencioso, pero fundamental ha estado la UNAM, formando a todos esos jóvenes valores en las ciencias exactas, sociales, políticas y en humanidades. En el arte y la cultura.
Hombres, que, muchos de ellos, han dado lustre y grandeza a nuestro México. Sí, ahí en donde no sólo se forma al profesionista, sino que además, en su identidad universitaria se fortalecen los principios de dignidad, honorabilidad, respeto y honestidad, se ha consolidado al ser humano, en la plena responsabilidad que esto conlleva.
Los Príncipes de Asturias entregaron el galardón al Rector de la UNAM
Más de cuatro siglos de indiscutible aportación a un México mejor, han sido objeto del sentido reconocimiento que fue recibido por el rector José Narro, y es cuando la celebérrima frase del inmenso José Vasconcelos, sí el de la raza cósmica; no sólo nos identifica como universitarios, sino que adquiere mayor dimensión como mexicanos, cuando demuestra que la fe inquebrantable de esa raza que ha estado firme en sus principios, fuerte ante la adversidad. En la permanente lucha con el fin de salvaguardar sus convicciones, de preservar sus más altos y nobles ideales, es un hecho loable y contundente.
De una raza que busca afanosa mantener viva, de manera decisiva, y sin restricciones, su cultura… su identidad, por encima de toda mala influencia ya sea extranjerizadora, así como de esos perversos políticos irresponsables, que se autodenominan “legítimos”, de lo que no tienen nada, y son tan sólo, un cúmulo de execrable corrupción.
Y en todo esto, vuelve con fuerza inaudita, la sentencia del inolvidable maestro Vasconcelos, que resume mucho y con radiante luz nos recuerda el verdadero papel histórico que tenemos los universitarios con la sociedad, porque el derecho y la razón le asiste:
POR MI RAZA HABLARÁ EL ESPÍRITU