En la corrida de Alhama que vivimos el domingo anterior en la Santamaría los toreros, más exactamente las dos figuras, se quejaban de que se hubiera desperdiciado el ambientazo en la plaza con una corrida que no sirvió. Meneaban la cabeza, le reclamaban a los apoderados y se quejaban ante la prensa.
Ahora resulta que por “defender” la fiesta se debe aprovechar que la plaza este llena, como si esto fuera excepcional y entonces las corridas deban ser triunfales per se, para complacer a la gente no vaya ser que luego no vuelven y le empiezan a hacer caso es a los antitaurinos. Pues no señores, la fiesta se encuentra en este estado es precisamente porque ustedes, las figuras, han preferido un toro bobalicón y servil en cualquier plaza donde se anuncien y por esa falta de emoción es que las plazas no se llenan.
Resulta entonces que según don Enrique y don Julián ahora hay que prefabricar las tardes triunfales para que la fiesta “eche para arriba”, con toros que sean carretitas que sin el mayor peligro vayan a la muleta de los dos grandes “prodigios” de la tauromaquia. Pero no se dan cuenta que el tipo de toros que ellos prefieren es lo que corroe la fiesta más rápido de lo que todos creemos, porque el torito que ellos buscan es el que propicia aquel susurrito que ayer se volvió a escuchar de “pégale poquito buen picador, que hay que cuidarlo”, el torito al que hay que perseguir para hacerlo embestir y no al que hay que ponérsele de frente para aguantarle las embestidas.
De seguro y es lo que espero, que la gran mayoría de la gente que ayer salio con las caras largas porque sus dos ídolos no dieron cien muletazos componiendo la figura en el caso del de Chiva y en el del madrileño que no diera los cincuenta circulares de siempre, se de cuenta que esto funciona es con toros, pero con toros de verdad.
Yo les propongo a los desde ayer paladines del triunfalismo taurino que más bien dejen de mandar a tanto veedor, que de tanto ver y rever toros ya ni saben que es lo que aceptan, como los dos toros de Enrique Ponce mal presentados y mal hechos, que más bien pregunten por el lugar en donde están los toros con casta para que así ellos demuestren que son reales figuras del toreo.
Que sucedería si se les dice a los dos indignados de ayer que si tanto es su interés por que la afición disfrute que entonces se anuncien con la corrida de Mondoñedo, o con la de Santa Bárbara, en ambas hubo toros bravos, en ambas hubo toros encastados, ¿Estarían dispuestos a anunciarse con estas ganaderías? ¿En pro del verdadero espectáculo lo harían? No lo creo, hasta ahí llegarían sus buenas intenciones, hasta allí serían los defensores del público, porque si con el único medio encastadito y complicadito quinto de Alhama “El Juli” no se quiso meter con el y le hizo asco haciendo ver que no valía, no me imagino como estarían ante los toros que vimos hace ocho y veinte días.
Para salvar esto, pero desde la raíz, solo vale que ante una corrida de expectación, como la que en Bogotá acartelaba a Ponce y a El Juli, se anuncien también ganaderías con poder, ganaderías con toros bravos, de lo contrario estaremos abocados a que salgan corridas como la de ayer porque ese tipo de ganaderías que ellos suelen matar hipotecaron su futuro a favor de las figuras, caminando por la delgada línea del descastamiento en busca de la nobleza y la obediencia y no de la bravura y la casta.