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José Mata  
  México [ 31/03/2010 ]  
EXPLOTÓ EL PÚBLICO POBLANO
Tanto va el cántaro al agua hasta que se rompe, y eso es lo que ocurrió el viernes pasado en la plaza El Relicario-Joselito Huerta de la imperial Puebla de los Ángeles. Ahí, en donde justamente es el empresario… el ganadero don José María Arturo Huerta, y a quien en su momento me permití manifestarle -con relación a los toros que presenta en el coso poblano- que había que darles mucho más tiempo… más meses para su crecimiento a los encierros, ya que era notoria su juvenil presencia todavía con tintes de una recién abandonada adolescencia.

Recuerdo que con firmeza me respondió: “... es el fenotipo de la ganadería, y no se puede cambiar”, simplemente, encogí los hombros y proseguí mi andar, para que buscar una plática bizantina, en donde no había confrontación de argumentos.


El Juli con un pequeñajo de Montecristo en Puebla

Bueno, eso fue una respuesta que guardó paciente la estruendosa reclamación, en la voz del propio público poblano (como nos lo narra nuestro estimado colega Manuel Gil en su crónica), cuando muy posiblemente hastiado de ese “fenotipo”, del que gustan y abusan las figuras ultramarinas, ya no pudo entender ni soportar un espectáculo que tiende a la devaluación… a la degradación inmisericorde de la Fiesta taurina mexicana.

El TORO BRAVO no tiene comparativos.


¿Usted, lector amigo, dudaría que este toro tiene 4 años de edad? Y, es mexicano

No se pueden inventar ni minimizar sus años de edad. Cuando un TORO tiene más de 4 años cumplidos, se admiran y se reconocen por su catadura, por su presencia; puede ser chaparro, alto, español, francés, mexicano, colombiano, ecuatoriano, venezolano o peruano, encaste Saltillo, Parladé, Murube, Santa Coloma, Coquilla, San Martín, Domecq… la edad es la edad.

Cuando aparece el TORO en el redondel, nadie… absolutamente nadie, puede desmentir esa presencia; y si se desmiente, si se increpa, si se levanta la voz al unísono para exigir una aclaración a través del contundente reclamo, es que ahí… justamente en el ruedo:

NO ESTÁ EL TORO BRAVO.

Sí, puede estar algo que se le parezca, y que seguramente en algunos años podría conformarse en un toro; no obstante, mientras sea algo que se le parezca, también los triunfos y el espectáculo en sí, serán algo que se le parezca, pero nunca se estará llevando a cabo… un espectáculo serio, digno con grandeza, ni se estará gestando un auténtico triunfo.

¿Por qué buscar la falsedad y la miseria en algo que puede ser grandilocuente?

No nos cansaremos de reiterar que el arte presupone honestidad en quien lo crea para ser válido; y mientras no exista esa honestidad no habrá verdad en la creación. En la Fiesta Brava esa verdad está en la honestidad representada por el AUTÉNTICO TORO PARA EL TORERO DE VERDAD.

Los toreros ultramarinos enfrentan en España al toro y, en México, a un diminuto simulacro denominado PEQUEÑAJO. En todo esto, al marginarse de esa verdad, al final se estarán defraudando y devaluando ellos mismos, porque en lugar de haber autocrítica se ejerce el autoengaño. Y, merced al avance tecnológico en los medios de comunicación, desde hace 3 días todo el mundo taurino conoce los pequeñajos que enfrentó el señor Juli en Puebla y en… etcétera, etcétera, etcétera.

Pero en todo esto surge una pregunta:

¿A dónde están los orientadores consejos de su veedor en México, de sus asesores mexicanos para evitar hundir a su torero provocando las reacciones lógicas de enfado en el público mexicano al ver los pequeñajos que tiene frente a él?

No sabemos, pero estamos seguros que el señor Juli si puede con los TOROS en España, los puede torear en todas partes, porque es un gran torero.

Lo que pudiera ocurrir, es quizá que a los diestros ultramarinos se les ha convencido de la absurda idea de que la Fiesta en México es mínima, tiene a su torito pequeñito, y eso es todo.

Dado lo anterior, su entendimiento les ha llevado a suponer que el público en México acepta todo, y no puede comprender la diferencia que estriba entre la GRANDEZA DEL TORO y la MISERIA DEL PEQUEÑAJO.

La lección que ha dado el amable público de Puebla al levantar la voz y exigir la verdad en el espectáculo que se les ofrece, ha provocado continuar detonando la serie de reacciones que se están viviendo en las diversas plazas en donde se presentan los toreros ultramarinos.

Porque una cosa está muy clara, los jóvenes toreros mexicanos, en plazas incluso perdidas en la geografía taurina nacional, enfrentan la plenitud del TORO.

Como reciente ejemplo, en Jesús María, Aguascalientes, tres jóvenes enfrentaron TOROS de José Julián Llaguno, y no hay que explicar mucho sino reconocer.


Fabián Barba con un toro de José Julián Llaguno en Jesús María

El cambio se está produciendo en México porque es la propia juventud torera la que a través del TORO devolverá a nuestra Fiesta la grandeza.

Y eso… es un hecho relevante.

 
   
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