Podría ser una satisfacción, una gran satisfacción, pero no, es un orgullo. Lo vivido ayer en el pueblo serrano de Guadarrama forma parte ya del orgullo de una familia, difícil, muy difícil, de igualar.

Una fotografía de ese árbol tan enorme

A ese orgullo, el mérito no le viene dado por el hecho de reunirnos en una fotografía, sino por poderlo hacer todos arropando a quienes son los responsables de haber creado un árbol tan grande. Los ciento ochenta y ocho años que les contemplan no solo merecen una foto, sino todo un monumento.

Se llaman Demetrio y Leoncia y un buen día decidieron plantar semillas para que se hiciera un árbol grande, muy grande. Ramas y más ramas le fueron haciendo denso y hoy esa inmensa sombra da para cobijar muchos amores además de esfuerzos y trabajo. Tantos sudores necesitaban de una sombra así de grande que compensara la lucha y el esfuerzo.

Al llegar no sabían lo que les esperaba

Inmenso placer la jornada vivida, inmenso estímulo para todos, castros y corteses, que permite visualizar la importancia de la familia en la sociedad, que no es otra cosa que la vida misma pero transmitida y exhibida por amor y despojada de egoismos y de otros vanales intereses.

En ese amor fue concebido este encuentro, para vivir la armonía y celebrar la salud que todavía lo permite. Cuatro generaciones unidas por unos apellidos y también por otras muchas cosas en común. Para todos nosotros un momento emocionante tras pasados episodios recientes de enfermedad.

Todos los niños formaron una cadena de ilusión para ver la vuelta ciclista

Finalmente fue posible el encuentro y la felicidad hizo pleno. Verles felices rodeados de tantas ramas colmaba cualquier expectativa, en todo superada por la realidad. En una prosa rimada lo dejo escrito:

De la mano acudieron sin saber lo que verían, y lo que allí descubrieron, al Demetrio y la Leoncia, les pareció que era el cielo.

A la izquierda y la derecha, sin política, besos y amor recibían, esa familia ya hecha les colmaba de alegría.

Ni siquiera lo pedían y la felicidad fue plena. Era el regalo del día, había merecido la pena.

También el más joven de todos esperó la llegada de los ciclistas con ilusión

Como no es nada fácil describir la jornada, y escribir tantas emociones o vivencias en el día se haría imposible, unas fotografías lo ilustran debidamente. No se trata de una crónica, sino de la constatación de una cumbre de amor celebrada por una gran familia.

El patriarca brinda por toda la familia Castro. ¡¡Salud y amor!!

Pero tras de lo vivido ayer, no sería descabellado decir que no formamos una familia, ni siquiera una familia singular, casi se puede decir que formamos una raza.

¡Como para no ser un orgullo!