Las mareas antitaurinas son justamente eso, mareas. Es decir, son golpes del mar que vienen indefectiblemente sobre la costa. Pero la costa sigue en su lugar. En los últimos años se han venido presentando iniciativas en varios países taurinos, que bajo la máscara de la protección de los animales, pretendían ponerle un candado a la Fiesta Brava.
Ciudades como Barcelona y Quito, parecerían dos grandes ejemplos del triunfo de las políticas prohibicionistas, pero no pasan de ser un excelente ejemplo de cómo la política y otros intereses subalternos, que en realidad nada tienen que ver con la supuesta protección de animales, se han venido filtrando en el mundo de los toros. La afición peruana se complace de ver blindada la Fiesta Brava
En el Perú, la clase política es muy diversa. Y algunos de sus miembros han picado el anzuelo lanzado por los avivados de la defensa de la raza animal, por considerarla un buen trampolín a la fama. Algunos de estos políticos se pusieron la camiseta antitaurina, creyendo ellos -vaya ingenuidad- que en el Perú iban a tener un enorme respaldo popular. Se dieron de bruces muy pronto, al percatarse que la Fiesta Brava tiene un fortísimo arraigo entre las poblaciones andinas, aquellas justamente más fáciles de convencer con argumentos políticos de las promesas y las mejoras. Cuando se dieron cuenta que esgrimir la bandera antitaurina, por lo pronto en provincias, era un error de cálculo porque serían muy pocos los que también la esgrimirían con ellos, fueron poco a poco, apagando sus voces. Se quitaron la camiseta animalista, y se dedicaron a otros asuntos.
El caso de Lima y su bicentenaria plaza de toros de Acho, es un tema especial. Se ha pretendido acusar a la afición limeña de pituca (pija, se diría en España). Y que sólo le interesa a un grupo de oligarcas rancios, a algunos tontos de espíritu que desean protagonismo y salir en las páginas sociales de las revistas, o a jóvenes con dinero pero sin afición. No señor; la afición limeña es de viejo cuño, y acuden a la plaza gentes de todos los estratos sociales a disfrutar de su espectáculo favorito.
Lo que sí es cierto es que los precios de las entradas se han venido disparando a niveles muy altos, y eso quiérase o no, sí que marca o sella al espectáculo como elitista. Pero eso no tiene nada que ver con que al pueblo peruano, limeño o de provincia, le gusta la Fiesta Brava, y a considerarla tan peruana como el pisco sour, el cebiche, la papa a la huancaína o la marinera norteña.
Por otra parte, hace poco en diversos órganos de prensa internacionales, se ha publicado que detrás de las campañas antitaurinas existen enormes intereses económicos, que jamás buscaron la protección de los derechos de los animales, sino la protección de sus cuentas bancarias. ¿Cuál era la estrategia? Muy sencilla. Ir sembrando en la colectividad que los animales tienen derechos y que lo correcto es preocuparse por cada uno de ellos. Si con el paso de los años, todos se preocupan más por un periquito, un gatito o un perrito, que por seres humanos muriendo de hambre o enfermedades, ellos verían su beneficio. Claro, porque de esta manera, las empresas que venden productos para mascotas seguirán moviendo anualmente la friolera de 25 mil millones de dólares, mientras millones de seres humanos siguen sufriendo día a día.
Volviendo al punto, lo que acaba de acontecer en España, con una respuesta multitudinaria en apoyo a la Fiesta Brava, es un hecho que ya repercutió en estas latitudes latinoamericanas. La fuerza de la afición se ha dejado notar, y es un buen momento para que desde todos los puntos taurinos del mundo, se realicen claros y rotundos esfuerzos para terminar de blindar la Fiesta Brava.
En el Perú, ya son varios los juristas, como los Doctores Jaime de Rivero o Alfredo Silva-Santisteban, o periodistas como Pablo Gómez de Barbieri o Baldomero Cáceres, que han venido saliendo a la palestra a demostrar que las intenciones prohibicionistas en nuestro Perú, no tienen ningún asidero legal, por cuanto la Constitución del Perú ya protege las manifestaciones culturales, y las corridas de toros, ya son parte de nuestro folklore desde hace muchos años.
Por eso, desde estas líneas celebramos los últimos logros que se vienen concretando a favor de la Libertad.
Libertad para ver un espectáculo tan real y hermoso como la lidia de un toro bravo en manos de un valiente torero.