Todos y cada uno de nosotros somos o queremos ser abuelos. A ni uno solo de quienes me lean no les gustaría serlo. Por tanto, si aún no lo eres, estarás deseando serlo. Alcanzar esa meta es llenar, saciar de contenidos nuestra existencia.
Ser abuelo es lo más a lo que se puede aspirar, una forma de colmar de sensaciones nuestra trayectoria en la vida. Quien no llega a serlo no completa el ciclo natural para el que fuimos creados.
No hay nada mejor que ver que nuestros hijos siguen el curso natural de la procreación, y es entonces cuando alcanzamos el grado de abuelos. Poder verlo, tener esa oportunidad, no es hacernos viejos, es sencillamente pasar una página más del árbol de nuestra vida, de nuestro caminar por la tierra.
Además, de la misma manera que recordar padres felices es una obligación que les debemos a nuestros hijos, recordar abuelos que nos hacían felices es la superación de la felicidad. Si todavía no eres abuelo puede que no lo entiendas, pero te aseguro que es así. Abuelos y felicidad son inseparables y la mejor herencia natural a legar a los más pequeños.
Con ese grado, el de abuelo, comienza la felicidad y queda atrás aquella otra parte del trabajo y la responsabilidad. Avanzar en años es avanzar en muchas cosas y la gran mayoría son positivas: experiencia, paciencia, sentimientos, felicidad… Todas nos hacen ser más ricos para relacionarnos con todos los demás y en especial con los nietos, esa prolongación de los hijos, pero sobre los que solo se vuelca la mejor parte: el juego, el cariño, la bondad, el relato, corto o largo, de nuestras experiencias. Se llega, por aquello de volvernos niños, a compartir con ellos las mismas risas y los mismos juegos, desinhibidos de los problemas.
Pero si ser abuelo es lo mejor, bisabuelo o superabuelo es alcanzar el infinito. Tener, y gozar, de la oportunidad de ver procrear a nuestros nietos, con los que ya jugamos y de los que fuimos cómplices, es aterrizar directamente en la ternura. Quizá no queden fuerzas para muchos de los juegos que antes practicamos, pero si para abrazar la ternura entre dos seres que coinciden en la necesidad de dar y recibir cariño. Para ellos, muchos de cuantos nos leen, nuestro sentido homenaje.
Gracias por habernos dejado el hilo de la vida para poder transcurrir por ella, gracias por haber educado en el amor a los hijos llegaron los nietos y éstos, revestidos por la bendición tan directa de los abuelos, han dado continuidad a la saga, a la estirpe, a unos apellidos, haciendo que ese amor se eleve al cubo.
Los abuelos sois lo mejor de la familia, despojados de obligaciones solo os entregáis al amor. Por eso, decir abuelo es decir amor, decir abuelo es confiar en quienes más pueden dar, su pasado les acredita. Decir y sentirse abuelo es a lo que todos aspiramos.
Si ser abuelo es ser amor, eso queremos ser todos. Y si es así, abuelo eres tú y también lo soy yo.
Solemnemente proclamo que hoy no es el día de los abuelos, lo fue ayer, anteayer, la pasada semana, el mes anterior… y lo será siempre. Hoy simplemente es el día que se lo recordamos para que sepan lo que son: El eslabón más hermoso de la cadena del amor.
Un beso muy fuerte para todos.
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