Con enorme preocupación estamos observando cómo los festejos menores no trascienden ni aquí, ni allá, ni acullá.
Para los empresarios se convirtió en poco rentable la programación de novilladas sin y con caballos por los altos costos que demandan estas sin que el aficionado se pronuncie con su presencia en la plaza.
Alguna estrategia debe existir para que el público vuelva a tomar interés por los festejos menores que en épocas pretéritas convocaban a gran número de aficionados, llenando los tendidos de los cosos taurinos.
Me remito a los años setentas cuando domingo a domingo los novilleros de la época Fabio Serrato (Q.E.P.D) y Gerardo Márquez, llenaban La Santamaría de Bogotá incluso dejando gente por fuera del escenario. Otros que marcaron hito histórico fueron Germán Pérez La Maravilla Negra, Cristóbal Pardo El Cordobés de los Pobres, Mario Blanco El Murciélago, Jorge Herrera, Enrique Calvo El Cali, Jairo Antonio Castro y tantos otros que fueron figuras de novilleros y posteriormente algunos de ellos, destacaron como matadores de toros.
En la catedral del toreo y máximo escenario taurino mundial, Las Ventas de Madrid, se registra en portales y medios especializados, la pírrica asistencia a los tendidos cuando se programan novilladas o festejos menores.
Así está sucediendo en todos los países donde hay desarrollo de la fiesta brava, dejando francamente preocupados no solo a quienes hacen las programaciones sino también a ese gran número de aspirantes que quieren convertirse en matadores de toros pero que no tienen opciones de foguearse, además porque no despiertan interés alguno.
Una manera de darles oportunidad a los jóvenes novilleros, quizás sería programándolos en corridas mixtas con toreros de alternativa y rejoneadores, buscando así la revelación o revelaciones que vayan supliendo los cupos que dejan algunos veteranos.
La situación se torna dramática y no nos resignamos a pensar que la fiesta se esté extinguiendo por sustracción de materia o protagonistas que por falta de rodaje y apoyo de ganaderos, empresarios y público, queden en el ostracismo sin poder defender con argumentos artísticos una profesión dura, difícil, exigente y severa pero bella, sensible y emocional.