En México se irritaron y jalaron de los pelos algunos personajes de la política cuando en febrero pasado el Papa Francisco dijo, refiriéndose a su natal Argentina: “ojalá estemos a tiempo de evitar la mexicanización”, el Papa sabía perfectamente de lo que hablaba, no se refería a tauromaquia, más bien a cuestiones de narcotráfico e inseguridad.
Madrid, ciudad con la plaza de toros más trascendental del mundo ya se está mexicanizando -la plaza, no la ciudad- así se captó en la pasada feria de San Isidro. Ahora sí, el tema es tauromaquia.
El pasado domingo 7 de junio, en la capital española, terminó lo que se conoce como la feria más importante del orbe, maratón que se realiza en Las Ventas, coso considerado como el más significativo del mundo que, evidentemente, alberga a la afición más conocedora del planeta.
Con todo y esa importancia, dieron qué desear en algunos puntos.

En la plaza de Las Ventas de Madrid
Aclaro que, a través de la televisión es imposible captar el total de lo que sucede en la plaza con todo y las magníficas transmisiones que hace la empresa televisiva; sin embargo, las imágenes que se observan de toro y torero son una buena referencia de lo que sucede en el ruedo.
Surgió la ausencia de casta, la escasa bravura de muchos de los ejemplares de todo tipo de dehesas, lo mismo de ésas que piden las figuras que los que echan a los toreros guerreros que emocionan con su audacia y arrojo, esos diestros que no se andan ni con exquisiteces, ni rebuscamientos: Urdiales, Rafaelillo, Aguilar, Jiménez Fortes, Adame, Ferrera, Robleño, Ritter, Castaño, Escribano, entre algunos otros.
De los ciento ochenta y tantos toros que salieron por la puerta de los sustos, ni siquiera el 10 por ciento tuvo bravura, los hubo tardos, algunos con calidad al embestir, predominando los carentes de bravura.
Por supuesto que es interesante ver la lidia que realizan diestros con oficio ante reses que se defienden, que no son bobas ni inocentes porque tienen edad adulta. Escuchar que el narrador no tiene objeción en mencionar que cuando un toro no transmite el peligro al público, no emociona, que cuando el toro no humilla es porque le falta bravura, que son mansos o descastados. En México, quienes transmiten por televisión las corridas desde la plaza México, sudan tinta para improvisar neologismos, porque son incapaces de decir abiertamente que los animales son descastados, mansos o bobos.
Los jueces también dieron la nota en la capital española: se pasaron de benévolos. Soltaron orejas al por mayor. Severos con los novilleros y con los matadores que actúan poco o no tiene apoyo, en cambio nobles y facilotes con figuras y protegidos. Es increíble que a un francés le hubieran concedido dos orejas por una faena en que fue desarmado y mató de una estocada defectuosa, nadie puede negar la buena faena de Castella pero de eso a las dos orejas… ¿que no es Madrid?
Y más aún, en esa misma faena, premiaron a un toro que no fue al caballo, que se rajó. El desatinado premio fue avalado por el público que ovacionó mientras los despojos del de Alcurrucen daban la vuelta al ruedo. Sólo faltó que lo indultaran, tal como sucede en la plaza México.

¿Sera correcto que vista de torero?
La mayoría de las figuras destoreando, siempre la pierna de salida retrasada, incapaces de cargar la suerte, el llamado severo público de Madrid lo aprueba ovacionando o gritando olé. En la plaza México tiene rato que, salvo algunos aficionados, para la mayoría pasa desapercibido el buen toreo, cargar la suerte se volvió obsoleto, con el pretexto del toreo ligado la mayoría de los diestros se alivian.
Ya encarrilados toquemos el tema del encargado de la puerta por la que salen los toros. En México los torileros visten de charro o con ropa de paisano, o es un monosabio vestido como tal, pero jamás alguien con atuendo de torero. Independientemente de la trayectoria que tenga cada torilero, es absurdo que en Madrid vista de torero, esa costumbre no se tiene en México. Ojalá a nadie se le ocurra adoptarla.
A cambio, nos la ganan en el tema de los puntilleros. Acá siempre se da el cachetazo llegando al toro por atrás, escondidos, en forma ventajosa; allá lo hacen de frente.

La mejor estocada de San Isidro la dio Joselito Adame
Para el toreo mexicano fue un logro que Joselito Adame haya ganado el premio a la mejor estocada, creo que eso no sucedía desde la época de Jorge Gutiérrez en 1982.
No obstante, la dureza a que nos tenía acostumbrados la feria isidril se está perdiendo, deberían darse cuenta que en la plaza México poco a poco se le va bajando categoría a la tauromaquia, que así empezamos. Al menos este año dio la impresión que Madrid se mexicaniza.
Imágenes: Canal Plus y Las Ventas