Parar, templar y mandar son los principios básicos del toreo moderno, válidos para muchas facetas de la vida, pero ejerciendo un paralelismo con los festejos populares, seguramente sea en un encierro en donde se puedan poner en práctica estos cánones.
Es más, no es que se puedan, sino que todo aquel que se precie debe cumplir esas reglas para decir que ha realizado una buena carrera. Para empezar, cuando se va a un encierro se comenta, voy a correr un encierro...., bueno correr correr, hay muchas formas de correr, sólo hay que imaginar tres modalidades de atletismo para comprenderlo. Pongamos en nuestra imaginación un toro detrás de varias carreras atléticas, la primera una de 100 metros, la segunda en una de 1.500 metros y por último en una maratón.
El resultado puede ser más o menos, pero lo que está claro es que en los 100, gana el que más corre y no es necesario mucho valor para ponerse delante del toro, solamente hay que confiar en las piernas que en este caso son poderosas, en el maratón la velocidad lógicamente disminuye, pero el toro que iría detrás de esta carrera, llevaría un trote demasiado lento para producir sensación de peligro a los que van delante, aun así habría gente que le gustaría correr en esa situación y salir en la foto, pero donde realmente creo que se verían buenas bonitas y meritorias carreras, sería en la 1.500, en esta el ritmo sería bueno y además existen cambios de ritmo en los que los corredores tendrían que acondicionar su ritmo al de la manada e intentar someterlos a su velocidad para así conseguir el acople perfecto y siempre con la frescura y riesgo suficiente, para que exista el mérito necesario.
Total, que hay muchas maneras de correr un encierro, pero sólo hay una en la que el toreo y el festejo popular están cerca de la fusión y esa es en aquella en que la velocidad de llegada al embroque es distinta a la del momento de la carrera y finalmente la carrera se produce por donde el corredor quiere, porque al fin y al cabo, el fin último de un encierro no es otro que encerrar y para eso hay que llevar al toro por donde nosotros queremos, no por donde quiera él, todo lo demás es acompañarle en su paseo, más deprisa o más despacio, pero acompañarle y de lo que se trata es de PARARLE, TEMPLARLE Y MANDARLE por donde nosotros queramos.
Cuando esto se consigue, estamos asistiendo a un ejercicio más de tauromaquia, en su más pura esencia y además a cuerpo limpio. Todo aquel que lo hace se siente y es TORERO.