Si todos los años se esperan con impaciencia los carteles de Madrid, este año la espera se hacía todavía más cuesta arriba. La curiosidad del aficionado por conocer cómo reaccionarían las figuras ante el cambio de público que ha experimentado la plaza contribuía a ello. Pero también interesaba conocer las injusticias que encerraran dichos carteles. Uno recuerda aquellos carteles de antaño en Madrid de los que siempre se decía lo mismo: cabe todo el mundo. Y la verdad era que prácticamente todo el escalafón podía desfilar por las Ventas y ese, además del toro de Madrid, era uno de los grandes alicientes del abono, la oportunidad. Al mirar esto de las injusticias, este año nos fijamos en la ausencia de Curro Díaz en San Isidro ¿Por qué? No lo sabemos pero se le echa de menos.
Tiene Curro ese toreo tan caro, ese que teniendo gusto y corte se realiza frente al toro toro. Tiene Curro esa afición que le sigue y que le quiere. Tiene Curro verdad en lo que hace porque no necesita gastar los espejos probando poses que luego en la plaza salen forzadas. Esa es la gran baza de Curro Díaz, su toreo es natural y quizás ese sea también su gran pecado. En el toreo de la estética, el de la figura forzada, el de todos esos que declaran que tienen que enseñar el arte que llevan dentro, y lo dicen sin cortarse un pelo, tener el don de la naturalidad es casi casi un insulto.
Cuando un torero tiene esas cosas que tiene Díaz y no está anunciado en el abono más largo del planeta toro, el aficionado empieza entonces a sospechar ¿Qué habrá pasado? Sus actuaciones en Madrid han estado siempre a la altura de las circunstancias. El año pasado recibió dos ovaciones frente a los toros de Carriquiri ante los que dejó momentos de gran belleza. Este año, Curro Díaz entra en Madrid en la corrida del Domingo de Ramos, que es, primero, una corrida de toros en la plaza más importante del mundo, y por tanto una oportunidad pero que huele a ser la propina que se le da por haberlo dejado fuera de la feria. Frente a los toros de Gavira y a los diestros David Galván y Juan Ortega, el jienense pisará de nuevo el ruedo venteño. Se juega mucho, entre otras cosas, las supuestas sustituciones que puedan surgir en una feria tan larga.
Así las cosas, la fiesta se adocena con toro ad hoc, con faenas calcadas, con tardes soporíferas con independencia de que haya o no triunfos. El aficionado clama por ver a esos toreros que sabe que existen pero a los que no se les dan las oportunidades que se merecen. Y ojo que no decimos las que ‘precisan’ sino las que ‘se merecen’, esto es, las que se han ganado. Curro Díaz es el ejemplo más claro de torero que debería tener un sitio en todas las plazas, que está llamado a traer variedad, novedad. Es un revulsivo que ya existe, no algo a lo que haya que esperar.
La solución a este tipo de cuestiones, de ausencias que cada vez se hacen más comunes, está en manos de las empresas que deben ser capaces de entender que la fiesta empieza a necesitar hombres como Curro, toreros con personalidad, que tienen algo que decir y lo dicen de una forma muy especial, toreros que tienen la capacidad de romper la tremenda monotonía que inunda hoy los ruedos. Desde luego, también está en manos del diestro que debe cumplir en sus actuaciones y dejar en la arena aquello que sabe hacer, lo que lleva dentro, sobre todo porque éste lo lleva de verdad. Y Díaz torea, no está parado. El año pasado paseó más de veinte tardes. La gran mayoría de ellas lo hizo en plazas de tercera categoría, que son plazas igual de dignas que cualquier otra, pero no obstante no tan importantes como las de segunda, o las de primera en las que parece estar vetado pese a que ha demostrado estar más que preparado para ellas.
