S.I.16.- El grito surgió de los altos del tendido de sol y, de forma espontánea, una ovación se extendió por toda la plaza. Quizá fuera éste el momento más álgido del triste festejo, pero mucho más es la tristeza que anida en los aficionados desde que se conoció que el pasado domingo nos quedamos sin El Pana torero. Rodolfo Rodríguez, mi amigo Rodolfo, nos queda todavía, pero las noticias no son buenas en la forma en que nos puede quedar.

Es curioso, pero la afición de Madrid le tenía guardada esta ovación para cuando llegara el día de hacer en Las Ventas su primer paseíllo. Tras varios años queriéndolo, pidiendo tener ese honor de confirmar en Madrid, la empresa se lo negó de forma sistemática, comprobando hoy que la afición si le quería. La ovación de hoy no creo que te compense o te consuele, pero yo tengo la obligación de contártelo amigo Rodolfo.

Coincidió ese grito con el mejor momento de la tarde ¿coincidencia ese recuerdo?, la faena de Abellán al cuarto, segundo de su lote, al que enjaretó unas series con la diestra que resultaron ovacionadas. Quizá, si los diestros hubieran aprendido la lección que dictó Juan Mora hace unos años, con los quince muletazos que llevaba podría haber dado por terminada la faena, pero insistió -no aprenden la lección de que en Madrid es distinto que en provincias- y lo que había ido para arriba empezó, inexorablemente, a ir para abajo. Una ovación no era el premio que estaba previsto para una faena con ese toro, el mejor del descastado encierro.

Disfrutó también el de Usera de la bondad de su primero, muy flojo por cierto, aunque su trasteo tuvo mucho menos ajuste que el ya citado. Con dos formas distintas de enfrentar su lote, lo mismo había paseado trofeos. Lo deja para la próxima.

Daniel Luque ha estado queriendo todo el rato, pero ese querer no parece haber coincidido con lo que quería la afición venteña, a excepción de los pobladores del tendido cuatro, a los que ha enamorado con su segundo trasteo. Un toro chico e informal, pero que le brindó cantidad de embestidas. A su primero, otro manso descastado, también le dio muletazos, pero menos ligados ante la insistente huida del burel.

La afición ovacionó a Fortes tras su percance. Les gustaría hacerlo con El Pana

Volvía Fortes a Madrid tras el gran percance en el cuello del pasado San Isidro y a fe que la afición lo recordaba ya que le han hecho saludar al deshacerse el paseíllo. Un reconocimiento a la entrega que siempre muestra el malagueño.

Luego pechó con el peor lote, insistiendo una y otra vez, con inequívoca voluntad, pero equivocado planteamiento, en darles pases, y éstos surgían uno aquí y otro allá según se iban pegando carreras los toros por el redondel. El matar le ha resultado casi imposible por lo entablerados que se mostraron los mansos astados.

La tarde se fue entre la voluntad de los espadas, el machacón pegapasismo y las visitas de la lluvia durante el festejo. Nada nuevo, pero que Dios nos libre de tener que repetirlo treinta días más. El recuerdo de ¡Viva El Pana! es nuestro mejor recuerdo. Conmueve que una afición ante la que nunca actuó haya estado a la altura de las circunstancias.