Hoy, todo el mundo taurino está con el alma, junto a la cama de hospital de Rodolfo Rodríguez, “El Pana”.
Este torero fue un ave Fénix del toreo. Hace no muchos años hacía el que, en aquel momento; era el último brindis de su vida puesto que, dejaba los ruedos. El suyo fue un brindis atípico, “sui-generis”, las palabras de ese brindis recorrieron el mundo como un hilillo de pólvora, tanto corrieron sus palabras que, pocos días después; nadie hablaba de otra cosa que de la famosa última dedicatoria del “Pana”.
Pero, los giros de la vida hicieron que, justamente esa tarde; tras sus palabras ante los micrófonos del mundo; la figura del “Pana” saliera del casi anonimato y se viera lanzada, hacia las más altas posiciones del toreo mundial.
De ser un torero con pocas oportunidades en su México natal, pasó a ser figura buscada y esperada en todo el orbe taurino, esa tarde pasó de la despedida, a la gloria.
Viendo lo que desde ese día, hasta la fatídica tarde en ciudad Lerdo, Durango cabe preguntarse: ¿le compensarán al Pana esos años de gloria, el triste final que está teniendo?
Con la gravedad de “El Pana” recordamos otros toreros que, sufrieron percances parecidos, con resultados casi idénticos: el caso de Julio Robles, cuyo parte médico decía: “Tetraplejía incompleta de los miembros superiores e inferiores por lesión en la parte baja del raquis cervical”.
Nimeño II fue otro toreros con lesiones producidas en el trascurso de la lidia a un toro, según se reportó en el momento: “El torero se fracturó dos vértebras cervicales en la caída, y tuvo que se hospitalizado en un estado desesperado en el hospital Timone de Marsella”.
Julio Robles terminó sus días confinado a una silla de ruedas pero, sin perder su ánimo, ni su presencia de espíritu.
El caso de Nimeño II fue distinto, luchó como un titán, logrando recuperar mucha de la movilidad perdida, faltándole solo la mano izquierda.
¡Nunca pudo superar el tener que dejar de torear!. Su estado psicológico cada vez más depresivo, lo llevó a terminar con su propia vida en su finca.
En este momento El Pana no está en capacidad de hablar, los médicos casi están seguros de que, no ha perdido facultades mentales; seguramente se sabrá, conforme vaya evolucionando en su estado.
El Pana tiene ya sus años, corridos y vividos. Se podría decir sin faltarle al respeto, que exprimió su vida y ahora con cerca de setenta años, tendrá que enfrentar el toro más artero, el más “bicho” de todos los toros, ese que se llama: “vida”.
Prácticamente de la nada, fue lanzado a las alturas, el día en que pensaba dejar el toreo para siempre y en cuestión de segundos; cayó desde esas alturas al duro suelo de, una realidad cruel.
¡Que tenga la fuerza para afrontar esta cornada traidora que le tenía escondida la vida!.
Todo corazón taurino late ahora esperando, un milagro; que en realidad podrían ser dos; una recuperación física inesperada o la entereza moral, espiritual y psicológica para enfrentar su estado actual.
¡Fuerza Pana!
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